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—Me cae bien el tipo ese. —Miguel habla mirando a Pierre encaminarse a atender un viejo que acaba de pedir mesa al lado de la ventana.

—Tu a él no. —La réplica de Rô es inmediata.

—¿Y tú que sabrás? Rócito —Miguel le da un débil codazo en el brazo izquierdo de Rô, diciendo su nombre mal otra vez, y peor, en diminutivo.

Rô contiene lo que viene siendo su quincuagésimo suspiro. Las ganas de enviar el chico a recoger espárragos son grandes, pero la de fingir que su existencia es nula, sigue siendo mayor. Un grano de arena en la playa del universo.

Rô casi tiene el detalle de explicarle a Miguel que Pierre, no siente ninguna especie afecto que puede llegar a ser considerado camaradería tan siquiera. Sin embargo, Rô se contiene al final. Que Miguel descubra por sí mismo.

♣♣♣

—¿Qué historias tienes para mí hoy? —Pierre se tira al sofá, acomodándose al lado de Gloria, que le brinda una cálida sonrisa. Siempre genuina. Pierre no puede evitar levantar la mano y acariciarla una de las mejillas.

—¿Tengo algo en el rostro, joven? —Gloria lo observa sorprendida, pero no se aparta del toque de él. A Pierre le gusta la forma tan servicial que está siendo Gloria ahora.

Por eso, el dedo de Pierre dibuja un pequeño circulo con la yema de los dedos en la mejilla derecha de Gloria, antes de él acariciar una porción del pelo de ella. No es igual de sedoso o liso como los mechones del cabello de Pierre. Ni tan siquiera es parecido a los pelos del centenar de víctimas que él asesinó en el pasado.

El pelo de Genevive era ondulado también. Así que, ¿Con que podrá Pierre comparar el pelo de Gloria?

Es esponjoso en algunas partes y ásperos en otras. No es desagradable al toque, aunque sí raro. De forma involuntaria Pierre se acerca más mientras intenta hacer tirabuzones con los dedos, pero, el pelo de Gloria no lo permite en absoluto.

—Estás actuando como un niño pequeño ahora, ¿Lo sabes no? —Gloria se lo hace saber con una risita, sin moverse del lugar, y de la cercanía de él.

Pierre entonces desvía la mirada del cabello de Gloria y se centra en los ojos de ella. Marones brillantes. Vividos como ella misma.

Pierre no entiende como Gloria sigue siendo capaz de reír. Quizá sea cierto eso de que ella no es humana después de todo. Al menos, no una normal.

—¿Te parece mal que yo actúe como un niño? —Pierre pregunta de forma directa, sin esbozar en el rostro ningún tipo de risa o duda. Con Gloria él no tiene por qué fingir expresiones estúpidas y molestas, sobre todo cuando Gloria sabe perfectamente quien es él en verdad: un asesino a sangre fría.

—Oh, no. En absoluto jovencito. —Gloria hace señas con las manos de manera negativa. —Es solo que me hace gracia. —Ahora es Gloria quien se acerca a Pierre y le acaricia la mejilla. —A veces me olvido de lo cruel que puedes llegar a ser, joven. —La mano de Gloria pesa sobre la mejilla de Pierre. Los dedos de ella siendo más arrugados que los de él, y un tanto ásperos. Aunque, no menos cálidos y hasta...llenos de ternura. —Por cierto, me he leído dos de los diarios de la estantería. Espero que no te parezca mal.

—Lo sé. —Él da de hombros.

—Oh, ¿Y cómo lo sabes?

—Soy muy metódico con mis cosas. —Pierre habla en un tono sobrio de sentimientos. —Cuando eres un asesino, debes serlo.

—Oh...entiendo.

Gloria no añade nada más al respecto. En cambio, ella se pone más cómoda en el sofá, todavía sin apartar las manos de Pierre de ella. Pero, Pierre no tarda mucho rato en alejarse él mismo. Gracias a la distancia, Gloria tiene la oportunidad de coger una almohada y apoyarla en el regazo. De forma maternal, ella pregunta a Pierre si él desea apoyar la cabeza en la almohada.

Y como todas las veces anteriores, Pierre finge no haberla escuchado y pregunta por una nueva historia.

Gloria asiente, traga saliva, toquetea los dedos en la almohada, y empieza.

Otro relato más para deslumbrarlo. Pierre ni siquiera siente afán de transcribirlos en un diario. ¿Para qué si él siempre tendrá a Gloria para repetirle el cuento otra vez?

En estos instantes, recuerdos del pasado vienen a Pierre como punzadas de tristeza.

"Vaya desperdicio de buenas historias."

Cuando Genevive aún vivía, le contaba cuentos rocambolescos y fantasiosos a Pierre. Ha sido gracias a ella que él empezó a escribir los diarios. Con el miedo en el cuerpo de que tan buenos relatos podrían caer en el olvido. Los únicos tesoros que lo hacían sentir algo.

Y al final del día, algo siempre es mejor que no sentir nada.

Si tan solo Genevive no hubiese tomado a Pierre por tonto aquella noche hace diez años...Él no la habría tenido que rebanar el cuello al final. Pero alas, será eso cierto que está en el ADN del ser humano el siempre querer escapar. Aun cuando Pierre la trató tan bien en los doce meses que ella estuvo encerrada en aquella casa con él. Incluso, Pierre la trató mejor que el propio padre de Genevive. Un borracho que vendía el cuerpo de la frágil Genevive por unos miseros euros, y alguna vez, se acostaba él con ella también.

Encima, Pierre la mató con el cuchillo oxidado que había bajo la nevera de la cocina. Fue lo único que él pudo coger a tiempo.

Él recuerda vívidamente la escena como si esta hubiese ocurrido ayer. Pierre desgarró todo el cuello de Genevive. No ha sido una muerte rápida, sino más bien todo lo contrario.

Pobre Genevive. Vivió un infierno en vida, y sufrió un infierno de muerte. Sin embargo, lo que más apenas a Pierre es que no haya podido escuchar más historias de ella.

Pierre entonces se centra en Gloria una vez más. La anciana sigue charlando entre relatos. Cada uno de ellos apetitosos. Y solo para él.

A lo que la vista de Pierre baja al voluminoso cuello de Gloria. La piel allí está gastada, y se nota que ya no es tan elástica. Pierre tendría que estirar la piel para hacer un corte limpio. Aunque por suerte, todos los cuchillos en la casa están bien afilados.

Pierre solo espera que Gloria no le de motivos para rajarla de cuajo.

—¿Pasa algo, joven? —Gloria pregunta de repente, y Pierre, avergonzado, levanta la vista para mirarla a los ojos.

—En verdad, sí que pasa. —Pierre observa la estantería pensativo por unos instantes. —¿Me puedes hacer un favor Gloria?

—Si soy capaz de hacerlo, ¿Por qué no? —Ella ladea la cabeza de forma afirmativa, para agrado de Pierre.

—Necesito que me escribas todas las historias que vienes estado contándome.

—¿Cómo en aquellos diarios de allí? —Ella apunta a la estantería que hay atrás de ella.

—Sí, igual que con los diarios.

—Puede que no entiendas mí letra. —Gloria comenta punto muy importante.

—Nunca lo sabremos sino lo intentamos antes. —Pierre se levanta del sofá, notando por primera vez lo agotado que él está, y lo duro que será el día de mañana con la búsqueda de una nueva víctima. —Gracias por las historias de hoy, Gloria. —En un intento de mostrar gratitud, él se agacha y la besa en la frente. Es algo fugaz, dura instantes, pero es lo suficientemente lento como para sorprender a Gloria, y luego seguido, hacerla carcajear como si eso fuera el mayor de los chistes habidos y por haber.

—¡Adorable! No cabe duda, Pierre, A-D-O-R-A-B-L-E.

—Solo intentaba ser amable. —Pierre suelta con clara molestia mientras desprende el moño que se hizo en el pelo, y da la espalda a Gloria...

Avergonzado.

No cabe duda de que esta mujer siempre le hace perder los estribos. Da igual lo rancio que pueda llegar a actuar Pierre, o la mascara que él ponga como forma de engañar a los demás.

Gloria siempre lo desbanca al final.

Quizá ella sea de otro mundo después de todo y el loco es él.

El Mundo Que Pierre  AdoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora