~ Narro yo, Mansión Hellsing ~
Víctor se encontraba con Crystal en el jardín trasero de la mansión, habían estado hablando del pasado de Alucard y de como era probable que Maksis tuviera que utilizar su telequinesis para que matara a Seras. Víctor se hizo la idea de que ya no vería más a su madre, no era culpa de su padre, nunca se culpó después de que viera como mataron a Mirena y Mina, se puso en la situación de su padre y se dio cuenta que él haría lo mismo que él "te pareces mucho a tu padre" retumbaron las palabras que le había dicho su madre cuando él apenas tenía cinco años.
Víctor se encontraba jugando en el patio, mientras que su madre lo vigilaba desde la puerta trasera de la mansión, era de día y aunque fueran vampiros, la luz no les afectaba en nada, ¿Por qué? La respuesta era simple, ambos no eran vampiros puros, la luz no los mataría y aunque fuesen puros, la luz solo los molestaría, la sangre que emanaba de ambos, por quienes ahora ambos estaban vivos, era de Alucard, por ello no podían ser como los otros vampiros, esos que se quemaban con la luz del sol y se volvían cenizas, ellos eran diferentes, su sangre ahora provenían del mismo rey de los vampiros, el único en el mundo que es inmune a los maleficios en los que los vampiros comunes sufren.
Seras estaba sentada, en el escalón mientras miraba a su hijo, su rostro y su cabello, sin importar cuántos días, meses y años pasaran, su hijo, el niño que dió a luz, el niño con sangre de Alucard, se parecía a su padre, y aunque intentara no pensar en ello, era imposible, su comportamiento a veces solía ser el mismo de su padre, tanto que hasta creyó que había reencarnado en su hijo "eso es imposible mignonette, los vampiros no reencarnan" escuchó la voz de Bernadotte, sabía que eso no se podía, pero nunca perdió la fé en su posibilidad absurda.
El pequeño niño que siempre convivía con su madre y su tía, vestido de pantalones negros como su cabello y una camisa azul, como los hermosos ojos de su madre, ahora se dirigía a ella, con los brazos abiertos de forma feliz, alegre, como si su alegría nunca se acabara - mamá, ¿Por qué tengo que beber sangre? ¿No puedo tomar otra cosa? Cómo sangre de animales - Ante la visible pregunta de su hijo, se río, sabía que no era posible y ella misma lo había intentado varias veces, y casualmente le había hecho la misma pregunta a su amo, al hombre del que se enamoró.
Ante la visible mirada de su hijo, sonrió - no podemos, aunque lo intentemos la sangre de los humanos es diferente a la de los humanos, los animales son seres inocentes, fuertes e inteligentes, podemos beber su sangre, sí, pero no nos dará la fuerza suficiente para vivir, los humanos tienen lo contrario, nos alimentamos de eso para ser fuertes e impotentes ante ellos - le respondió a su hijo de forma alegre, recordando que fueron las mismas palabras que le dijo Alucard.
El niño curioso miró a su madre de forma comprensiva, como si hubiera entendido a la perfección lo que su madre había explicado, que los humanos son seres brutos, inteligentes pero idiotas, fuertes pero débiles, todo se basaba en una contrariedad - claro que lo entiendo, mamá, cuando sea grande, quiero ser mucho más fuerte que tú - habló el pequeño moviendo sus manos en tono desafiante y una sonrisa macabra pero inocente "Alucard... Es igual a tí" habló en su mente esperando a que él le escuchara.
Seras le siguió la corriente a su hijo - Claro que sí señor príncipe, ¿quieres ser más fuerte que tú madre? Entonces enfrentarme pequeño - le tocó su nariz con su dedo índice provocando que el niño hiciera una mueca - eres igual a tu padre, Víctor - habló sin medir sus palabras y no le importó, su hijo en cambio, tenía en sus ojos un brillo hermoso, como si mencionar a su padre le diera alegría aún si no lo conocía y hasta la fecha, seguía siendo igual a él.
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Amor Eterno [TERMINADA]
FanfictionLos personajes de Hellsing no me pertenecen Después de pasar 30 años la llegada de Alucard tomo por sorpresa a todos, en la pequeña Draculina despierta su felicidad para reveler que tienen un hijo pero también despertará en ella el riesgo de su mue...