14

2.2K 191 21
                                    

Llegaron. La explanada estaba vacía. Ya se habían marchado.

Horacio y Gustabo esperaron una nueva orden por parte de Jay Jefferson.

— Vamos a casa de Johnatan. Tal vez esté ahí — dijo desanimado. No tenía muchas esperanzas de encontrarla ahí.

— Para — le detuvo Gustabo —, para y cuéntame cuál es tu plan.

Les explicó su razonamiento, y a sus amigos les pareció convincente. Era una lógica muy acertada, sin duda. Volvieron al coche animando a su amigo, y el rubio les dio las gracias por el intento de subirle los ánimos. Sin embargo, seguía nervioso.

— Voy a llamar a Conway para que de la orden de búsqueda y captura, pero no le digas nada sobre el pedido. Era una excusa, las armas eran para nosotros, ya me inventaré algo para justificarlo — dijo y confesó Horacio.

JJ no le dio mucha importancia, simplemente contestó con un "tranquilo", y volvió a sus pensamientos. Estaba muy asustado, no quería que a Ryala le pasara nada, y compartió ese sentimiento con sus seguidores.

— Chicos, tengo mucho miedo.

El viaje en coche se le hizo eterno. En cuanto llegaron a la urbanización donde vivía Johnatan, Jefferson les explicó el violento plan que había ideado:

— Vamos a amenazar con las armas. Hay una para cada uno, vamos a cogerlas y a apuntarles. No disparéis a menos que las cosas se compliquen, y tened cuidado con Ryala. Si siguen con las máscaras, no toquéis ni le hagáis daño a quien lleve la de oso.

Para su sorpresa, los tres enmascarados estaban en el porche de la casa de Johnatan, de pie, mirando al frente. Estaban esperando a que llegaran.

Esta vez estaban todos vestidos de la misma manera, iban de negro, con sudadera, pantalones de chándal, botas, guantes y las máscaras de antes. Estaban desarmados. Horacio, Gustabo y JJ se acercaron con las armas en mano.

— No dudaba de ti, Jay Jefferson — dijo Johnatan.

— Eres despreciable, cobarde, quítate la máscara — ordenó JJ enfadado.

— Soy astuto — corrigió —, vosotros sois los cobardes. Nosotros no llevamos armas, pero vosotros estáis usando la fuerza.

— Deja de hacerte el listo o te juro que...

— ¿Me vas a disparar? No sabes quién soy.

— Claro que sé quién eres — apuntó al portador de la máscara de tigre.

Tras un largo silencio dijo:

— Adelante. No tengo nada que perder.

Y nada más apretar el gatillo, se arrepintió.

Ocurrieron muchas cosas en un solo segundo: los gritos de Gustabo y Horacio diciéndole que no, pues se habían percatado de que era una trampa, la risa de Jonathan satisfecho y el grito de pánico de Ryala justo antes de Jefferson le disparara.

Se desmayó. Cayó sobre los brazos de su novio.

De rodillas en el suelo, llorando frente a su novia herida, Jefferson chilló:

— ¡Matadlos!

Los dos enemigos huyeron y fueron perseguidos por los dos aliados de JJ, quien lloraba desconsoladamente. Desesperado, llamó a Conway para explicarle lo que acababa de pasar. A penas pudo hablar. "Ryala está herida, en frente de casa de Jonathan". En menos de dos minutos aparecieron tres coches de policía y una ambulancia que se llevó a la chica.

Jay fue en el mismo coche que Conway, y no hablaron en todo el camino.

— Ven, te tengo que interrogar — dijo el Superintendente al llegar a comisaría.

Se dirigieron al cuarto y cada uno se sentó en un extremo de la mesa.

Jefferson echó a llorar, y Conway también.

— ¿Crees que estará bien? — preguntó el agente, sin siquiera saber lo que había pasado.

Jefferson se encogió de hombros.

— No quería hacerle daño...

— ¡¿Has sido tú?! — gritó con una furia que nunca antes había sentido.

Pasó una hora hablando con el agente de todo lo sucedido, delatando a Horacio y a Gustabo, de los quienes no quería saber mucho más por el momento. Jack mandó una orden de busca y captura para los cuatro, y tras simplemente asentir llevó al chico al hospital.

JJ estaba nervioso, el chat estaba nervioso, y Rubius, y Rubén.

¿Y si les había dejado para siempre?

Negó con la cabeza aprovechando que nadie le estaba viendo. No se detuvo ni a leer suscripciones tal y como solía hacer cuando iba a algún sitio.

Llegó y junto al Superintendente entró.

— Buenas... — dijo el agente —. Ehh, una amiga nuestra ha ingresado hace una hora... Ryala Ramos.

— ¿Algo de un tiroteo? — preguntó el hombre de recepción. Ambos asintieron —. Creo que sigue en el quirófano. Voy a preguntar, esperad en esta sala.

Se sentaron en una silla al lado de dos mujeres que hablaban del embarazo de una de sus amigas. Conway le dijo a JJ:

— Han cogido a Jonathan.

— ¿Y qué culpa tiene él? — dijo él, frustrado —. Ninguna, he sido yo el del disparo.

— No te culpes, no querías hacerlo, él te manipuló.

— De todas maneras, no podéis culparlo de nada.

— Manipulación, posesión de armas...

— De esa misma manera tendríais que detener a Gustabo y a Horacio por querer adquirirlas, ¿no?

El agente permaneció en silencio por unos segundos.

— Sí, tienes razón, pero no llegaron a hacerlo. Es un tema complicado.

Su conversación fue interrumpida por el hombre de recepción, quien se acercó a ellos.

— Tengo buenas y malas noticias. ¿Cuáles queréis oír primero? — preguntó.

— Buenas, las necesitamos — respondió Conway rápidamente.

— Está viva. Ha sobrevivido — dijo contento —. La mala es que deberá estar ingresada unos días, y ahora está bastante mareada.

— ¿Pero podemos verla? — preguntó JJ.

— Sí, podéis ir. Habitación 132, planta 3 — habló.

Subieron corriendo por las escaleras, y aunque habían ido con prisa, se tomaron su tiempo para entrar. Se detuvieron en seco frente a la puerta, inspiraron y expiraron varias veces, tratando de calmar los nervios.

— No quiero llorar — susurró Jefferson.

— Dame la mano — dijo Conway.

En un principio se lo pensó, pero tan solo un segundo después lo hizo. Le iba bien tener alguien con quien poder contar en ese momento.

Pero aún con esas, no pudo evitar las enormes ganas de llorar que podían con él al verla ahí, ni Conway.

Y Ryala tampoco pudo.

gta roleplay | rubiusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora