— Chavales, hoy también toca Roleplay. Mañana ya si eso entramos a Karmaland, que no quiero dejarlo de lado como ya ha hecho Auron — bromeó Rubius. Auron y Perxitaa llegaron poco después al servidor, y aparecieron en el mismo lugar donde lo dejaron: en la puerta del bar.
Entraron al pub a ver a Ryala, pero para su sorpresa, ella no estaba ahí. Y todavía más sorprendidos se quedaron al ver quién le cubría las espaldas.
— No quiero ni una broma — dijo Conway sin mirarlos.
Ellos se sentaron en la barra lentamente. Al hacerlo, los tres clientes empezaron a reír sin poder contenerse.
— Sírvenos lo que sepas hacer o algo sencillo, que tampoco queremos que te hagas daño — pidió Horacio. De nuevo, los tres rieron.
— No me vaciles un pelo que te recuerdo que soy yo quien te sirve la bebida — contestó seriamente.
Se distanció de ellos para traerles la bebida.
— ¡Hoy podemos meternos con quién sea! — celebró Gustabo en voz baja.
— ¿Y a donde vamos? — preguntó Horacio.
— Yo iría a buscar a Ryala. Hay que averiguar dónde está — dijo JJ.
— Y además podemos aprovechar el bug porque el Superintendente no molestará hoy. — añadió Gustabo.
Jack Conway volvió en ese mismo momento con unos refrescos, que los chicos tomaron en silencio.
— ¿Qué tramáis? — preguntó el "camarero por un día".
— Me preocupa Ryala... — dijo Jefferson con voz triste. Rubius empezó a reír a causa de su actuación. Realmente le preocupaba, pero su tono de voz de película le pareció muy forzado.
— A ver... Sabéis en parte que no tiene buena relación con su ex. Ha ido a solucionar cosas con él. — confesó el agente, sin querer darles mucha información.
— ¿Y sabes dónde está? — insistió Horacio.
Conway suspiró.
— No debería decíroslo... — respondió.
Y tan solo unos segundos después, a Gustabo le llegó la ubicación de la chica a sus mensajes.
Condujeron hasta el lugar. Era un sitio alejado, una urbanización a las afueras de la ciudad en la que habían varias casas de tan solo una planta, pequeñas, no muy caras, situadas en el típico campo desértico de las series americanas. La ubicación era exacta, y marcaba la última casa del pequeño barrio.
— ¿Nos colamos o qué hacemos? — preguntó Horacio.
— Yo creo que no sería necesario entrar en la casa — dijo Gustabo, pensativo.
— Podemos fingir que uno de nosotros es cartero o mensajero y tiene algo que entregarle al tío ese... — sugirió Jefferson.
— Entonces Ryala nos reconocerá, y si necesita ayuda, vendrá con nosotros — terminó Horacio. A todos les pareció buena idea.
— Pues Jefferson, te ha tocado — rió Gustabo dándole dos palmaditas en la espalda.
JJ no tuvo opción.
Picó a la puerta y esperó a que abriera. Los otros dos chicos lo vigilaban a un lado de la casa, por si Johnatan era peligroso y le hacía daño a JJ.
Un hombre moreno con barba, pelo rapado y ojos negros abrió la puerta.
— ¿Quién eres y qué quieres? — preguntó él en un tono borde.
— ¿Es usted Johnatan? — preguntó Jefferson, muy nervioso.
— ¿Por qué? — volvió a preguntar. Estaba claro que no iba a responder así como así.
En ese mismo momento, pudo apreciar cómo lentamente se iba acercando una chica a la puerta.
Era Ryala.
— Tú, dentro — le ordenó el hombre a ella.
La chica no le obedeció.
— ¡He dicho que dentro! — gritó. Johnatan empujó a la chica, y Jefferson saltó a su defensa. Los dos chicos que vigilaban también lo hacían.
— ¡Ves al coche! — se dirigió Jefferson a Ryala.
Ella salió corriendo, y Gustabo tumbó al hombre al empujarlo. Aprovecharon la ocasión para escapar e irse. En cuanto salieron por la puerta, Johnatan empezó a perseguirlos y hasta que no llegaron al coche y arrancaron no se sintieron seguros. No les había hecho falta llevar a cabo el breve plan que habían ideado, ya que el mal temperamento del hombre les había ahorrado la faena.
— Me siento idiota por haber vuelto a ese sitio — habló Ryala minutos después. Nadie había querido sacar el tema hasta ese momento —. No debería haberlo hecho.
— No te arrepientas. Quisiste hacer las cosas bien, ¿no es así? — dijo Jefferson, intentando animarla.
— Sí... pero es imposible razonar con él. Y lo debería haber recordado antes de ir — insistió en culparse ella.
Se detuvo al escuchar su teléfono sonar. Era Conway.
— Jack, estamos llegando. Nos queda un minuto.
— Vale, vale. Lo digo porque me tengo que ir cuanto antes a comisaría. Te espero.
Colgó, y tal y como dijo, estuvieron en tan solo un minuto ahí. El agente abrazó a la chica, y ella le correspondió.
— Rya, tengo que ir a la comisaría. Quedamos más tarde y me cuentas, ¿de acuerdo?
Ella aceptó con voz triste, y el Superintendente se marchó.
— Muchas gracias chicos — dijo ella de manera sincera, pero con un tono de voz apagado.
— No es nada. — contestó Horacio.
— Venid a tomar algo, vamos. Os invito.
Y como era de esperar, aceptaron.
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gta roleplay | rubius
Fanfictionempezó siendo parte del juego, pero poco a poco, se iba dando cuenta de que sentía algo más por ese píxel, sin siquiera conocer a la persona que había tras este. - 2ª en #rubius 30/8/20 - 1ª en #elrubius 10/11/20 - 1ª en #rol 19/12/21 - 2ª en #auro...