XXVI: Tierrasrojas.

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Tessa Stekur 

—Vaya desgracia —susurró Irwin ante la noticia que le acaba de comunicar su mensajero—. Era un buen hombre.

Tessa estaba junto a Gareth, mirando extrañada la reciente conversación que había entablado ante sus narices. Miró a su mayordomo, esperando que al menos él resolviera sus dudas.

—Ro Shallow era el escudero real —contestó a sus preguntas mentales— El padre de la reina.

—¿Y de qué se supone que ha muerto?

—Malaria.

Había oído hablar sobre esa enfermedad. Era un parásito que se transmitía por un mosquito, algo que era muy común en los pueblois llanos, donde ella vivía. Pero cada vez que le decían que alguien de la realeza había muerto por este tipo de cosas, no se lo tragaba.

—Su hija... Hazel Shallow... ¿No estaba en cinta? ¿Del rey Odell?

Gareth sonrió brevemente y miró hacia delante, haciéndola sentir más que una niña.

—Esos son solo rumores, mi señora.


—¿Grimm Sherwin? —Comentó Marlin mientras hojeaba el libro que había cogido de las estanterías principales de la casa—. Al parecer corren rumores de que su fiel consejero tomará el mando ¡Baj! Mucho mejor que ese besugo ignorante. Lo único que hacía era traer más penuria a la ciudad.

—¿Y su hija? —habló, pues, su esposa, que estaba a su lado.

—Está en Leilania, mientras que el rey aguarda en la frontera ¡Todos una panda de inútiles! —hizo una pausa y despegó la mirada del libro, pensativo—. Pero los Sherwin... Tenemos buena relación con esa familia, es de alta cuna, y eso es lo que importa. Tal vez podamos sacar provecho.

Tessa estaba de pie junto a la puerta, aguardando la llegada de los invitados al vigésimo segundo cumpleaños de Irwin, que llevaba un buen rato sin aparecer. Movía el pie de un lado a otro, inquieta. En parte por tener que escuchar las inflamables conversaciones de sus suegros y por otro lado la desagradable presencia de Pío.

Era como una sombra detrás de ella ¿A caso no se daba cuenta? Ella siempre deseó tener la impresionante capacidad que tenía su hermano mayor, Arian. Su manera de procesar las cosas la cautivaba, y lo analítico, preciso y observador que era. Y por un lado se alegraba de haberse mudado a tan afuera del país, rozando Tierrasrojas.

Su instinto había resurgido al tener que compartir hogar con tantos desconocidos.

Soltó un suspiro largo y melancólico y se dio media vuelta en el momento en que había oído el relinche de los caballos al otro lado de la casa. Por fin ya habían venido. Subió las gigantescas escaleras de piedra y se dirigió a su cuarto, donde se había jurado pasar la noche allí.

No quería en absoluto malgastar su tiempo con personas tan soberbias como ellas.

Pasaron las horas, y mientras tanto, el ruido de los familiares y amigos de Irwin junto al sonido de los violines resonaba en toda su habitación. Agarró la almohada hecha de cañas de bengala, y la apretó contra su cabeza, frustrada.

Un minuto. Dos. Cinco. Diez.

Toc toc toc.

Tessa levantó la cabeza y miró hacia la puerta, soltando un gemido perezoso. Ya era de noche, y tal y como esperaba, Gareth estaría preocupado por ella. Era un buen hombre, sí, pero algunas veces se desazogaba demasiado por su estado. Ya no era una niña, eso estaba claro.

Sangre y fortunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora