⚠ ¡Aviso importante! :(He perdido el capitulo anterior, narrado desde la perspectiva de Hazel. Estoy haciendo lo necesario para recuperarlo o volverlo a subir, a pesar de que haya perdido todos lo votos y comentarios.
Lo volveré a escribir.
DATO IMPORTANTE:
El único dato importante que debes saber es que Hazel le pide Louis que, por favor investigue quién es la familia que tiene prisioneros niños trabajando en minas. Y él, dispuesto a ayudar, se lo pide a uno de sus guardias, Helio Suleivar. Un chico de pelo rojizo, muy interesante.
Y que Louis, como representante de su país, deberá, tarde o temprano, viajar al este, la frontera y luchar contra los leilanis.
Arian Betancourt
Alguien, agitando el cuerpo dormido de Arian, logró despertarlo.
—Eh, novato —oyó la voz de Lope.
—No creo que sea buena idea —susurró alguien.
Cuando Arian abrió los ojos, descubrió de cuatro de sus compañeros lo observaban, en medio de la noche. Solo llevaba diez días en el cuerpo de la guardia real y lo habían tratado casi igual de mal que en el calabozo, por ser un plebeyo. Pero Ezra había cumplido su palabra, y eso era lo importante.
Habían sido días de fuerte entrenamiento hasta llegar un punto en que el cuerpo de Arian no respondía a sus órdenes, ya que estaba muy dolorido. Sin duda no era como lo imaginaba desde pequeño, pero estaba seguro de su decisión. No pidió la libertad porque sabía que su familia no podría con todos y él sería una boca más que alimentar. Habían pasado muchos días desde la temporada buena y la sequía ya era más que evidente. La única manera de proporcionarle alimentos y el dinero necesario a su familia era de esa manera. Pero necesitaba contactar con ellos, algo que, en esos momentos era casi imposible.
Solo se había aprendido el nombre de dos de los presentes: Lope y Zoilo. El resto los conocía como el amigo del hijo del escudero real (no dejaba de presumir de que se llevaba muy bien con él, algo que, probablemente, era mentira) y el pelirrojo.
Lope, sin embargo, era el más simpático de todos.
—¿Qué ocurre? —preguntó mientras se levantaba del saco en donde dormían, aturdido y con la voz ronca.
—Vamos a hacer una escapada, ¿te vienes?
Arian se pasó la mano por la cara para intentar ver mejor. Uno de ellos, el pelirrojo, que solía ausentarse mucho miró hacia atrás, algo nervioso.
—Deberíamos dejarlo —susurró, nerviosos.
—¿Qué te pasa? ¿A caso tienes miedo?
—¡No tengo miedo! Es solo que... —tragó saliva—, tengo un compromiso muy importante y no debería estar haciendo esto.
—¡Venga ya! —se burló Zoilo— Eso te lo has inventando. Tienes miedo de que el comandante nos vea. Te diré una cosa. Si tienes miedo al jefe te aseguro que no serás un buen soldado en la guerra contra los leilanis.
—¡No es mentira!
—¿Por qué no nos lo cuentas?
El chico bajó la mirada, algo cohibido.
—No puedo. Es confidencial.
Todos bufaron y él pareció enfadarse, así que salió de la carpa golpeando con fuerza la tela.
—¡Helio! —susurró Lope.
—Dejémoslo. Es igual —bufó Zoilo. Se giró hacia Arian— ¿Te apuntas, si o no?
Los cuatro chicos caminaban por las calles de Palinn, que estaban desoladas y oscuras. Lope iba primero, el amigo del hijo del escudero detrás y Zoilo y Arian los últimos.
—¿A dónde has dicho que vamos? —preguntó Arian, que no lo había escuchado la última vez.
—A la casa de placeres. Dicen que las chicas de la capital son las mejores que hay —soltaron una risa traviesa.
Arian tragó saliva. No le gustaba la idea. Le prometió a Tricas que cuando se convirtiera en un guardia real haría todo lo posible por ayudar a los esclavos en el calabozo. Y ahí estaba, de camino a un prostíbulo.
De todas maneras no replicó, aunque lo intentó.
—Yo no tengo dinero.
—¡Tranquilo, novato! Lo haré yo —dijo Zoilo—. Mi padre es un caballero de la corte, tengo monedas de sobra.
Al llegar al burdel, decenas de mujeres semidesnuda los esperaban. No supo cómo pero, después pagar, Arian vio como sus compañeros se iban con una de ellas hasta que se quedó totalmente solo.
—¿Os váis a quedar ahí todo el tiempo, mi señor?
Se dio la vuelta y vio a una chica, de piel bronceada y pelo negro como el carbón. Era hermosa, tanto, que Arian se sintió atraído por ella nada más contemplarla. A diferencia de muchas otras, ella no iba desnuda, si no vestía con un largo y provocativo vestido de tela fina.
La prostituta se le acercó y lo cogió de la mano. Caminaron hasta llegar a un dormitorio apartado, donde ella cerró la puerta y lo invitó a sentarse en la cama. Arian obedeció, pero algo dentro de él le decía que todo estaba mal.
—¿Cómo os llamáis? —le preguntó, con la voz dulce y delicada.
—Arian.
—Yo soy Naredla —preguntó la chica—. ¿Has estado con alguna mujer, Arian?
Él negó con la cabeza y eso pareció agradable, porque esbozó una sonrisa divertida. Naredla entrelazó sus dedos en su cabello y lo besó. Sus labios sabían a miel y después de un rato rozándolos, ella se separó y se llevó las manos a su vestido, que cayó al suelo, quedándose desnuda. Arian sintió una oleada de calor que abrasaba todo su abdomen y sin saber cómo, él también se despojó de sus vestiduras.
Para, para, para. ¡Esto está mal! No lo hagas.
—¿Tenéis... apellido, Arian?
—Betancourt. ¿Y tú, Naredla?
—Nell —balbuceó y empezó a mover sus caderas más rápido.
Nell no era un apellido muy corriente en Palinn, así que dedujo que no era de allí. Pero no era el momento adecuado para preguntárselo.
—Ha sido un placer, señor Betancourt —susurró, al llegar a la salida.
—Puedes llamarme Arian, si deseas.
—De acuerdo, Arian.
La chica se dio media vuelta y se metió entre unas cortinas rojizas que caían por una puerta, y desapareció. Betancourt se quedó esperando en la entrada a sus amigos durante una larga temporada, hasta que se empezó a plantear la idea de que lo habían abandonado. Salió de la estancia para coger el aire y cuando estuvo a punto de marcharse alguien al otro lado de la calle le gritó.
Era Lope.
—¡Ven! —ordenó, haciéndole un gesto con las manos.
El chico obedeció y se reencontró con su amigo.
—¿Dónde están los demás? —preguntó.
—Ya saldrán... Pero esa no es la cuestión. El rey, el recién coronado rey, Abèl Humerton...
—Sí, ¿qué ocurre?
—¡Me acaban de comunicar que se ha suicidado!
¡Nuevos capítulos cada miércoles! ❤
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Sangre y fortuna
AléatoireEl cosquilleo de su estómago no hacía más aumentar, y su mano temblaba aún más cada vez que intentada detenerlo. Era irónico. La gente lo conocía como uno de los hombres más valientes y osados de toda la nación, pero a penas podía controlar los lati...