Capitulo 2

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La incesante lluvia, y el colosal frío hacían acto de presencia durante la madrugada

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La incesante lluvia, y el colosal frío hacían acto de presencia durante la madrugada. Calaban mis huesos y helaban mi cuerpo. La fiebre no tardó mucho en hacer acto de mi presencia en mi persona. La fiebre era tanta que mi cuerpo había comenzado a sudar frío y dar pequeños espamos. Faltarían una pocas horas para que el sol alumbrará el mundo, hasta entonces podría obtener un poco de agua para saciar mi sed, que la misma fiebre está provocando.

El sueño se apoderó de mi, llevándome aún lugar lejano, donde no había dolores, fríos o tristezas. Me sentía tan a gusto en ese lugar, que la puerta de mi habitación me hizo chillar, al oír un esplendoroso sonido, impactar en ella.

—¿Que esté olor pestilente?.—Los guardias que daban su ronda matutino, hablaron.—Ese demonio rojo, comenzará con su celo, ¿no es así?.—miro dentro de mi habitación, antes de sonreír malicioso.— ¿Deberíamos ir a darle una visita rápida?.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, así que era eso, el porque mi cuerpo se encontraba en ese estado. Se me dificultaba el respirar. Estaba demasiado sensible, mi cuerpo parecía reaccionar con cada pequeño aire que pasaba. Sin darle muchas vueltas al asunto. Me encontraba caliente.

—Déjalo, si los superiores se dan cuenta que visitamos a su rata de laboratorio, nos podrían echar como alimento, a los voraces.

Ambos temblaron con tan solo pensar en esa posibilidad. Los voraces, eran los sujetos que se alimentaban de la carne de los otros residentes. No les importaban si eran hombres, mujeres o niños, para ellos no había diferencia, solo alimento. Varios guardias habían pedecido por no saber, que era peligroso salir en los escasos cinco minutos que teníamos para darnos una ducha, o hacer nuestra necesidades. Nuevamente el golpe fuerte a la puerta de metal de mi habitación me saco de mis pensamientos. Mi desayuno había sido traído, esa cosa amarillenta por primera vez se me apetecía. Era tanto mi malestar, que mi cuerpo deseaba llevarse a la boca, cualquier cosa y sin importar qué, le sería deliciosa, así fuera esa asquerosidad.

—Come, adefesio.—El guardia sonrió con sorna, una vez dejo mi plato sucio y de metal, con el amarillento alimento en el suelo, como si de un animal me tratase.

Espere pacientemente hasta que está se enfriará, no quería más heridas en mi cuerpo. Con las que tenía bastaba.
Los guardias siguieron con su conversación, como no me importaba no le puse atención, hasta que llegaron aún punto donde me llamó la atención.

—¿Has escuchado que vendrá a la residencia un nuevo científico?.

—Según tengo entendido eran rumores, ¿entonces son ciertos?.

—Asi es, mañana será su primer día de trabajo. ¿Que te parece divertirte con él?. Podemos soltar a los voraces y divertimos con los gritos que dará el nuevo.

Ambos rieron complacidos por su atroz plan. No eran de mi aprecio los científicos, pero tampoco les deseaba una muerte tan horrible. Aunque algunos si merecieran la muerte, ese chico no había hecho nada, o por lo menos a mí todavía no me había hecho nada, para sentir rencor contra el y dejar que muera de una manera tan miserable.

—Será divertido oír sus gritos mientras su carne es destrozada, y sus entrañas devoradas.

—Eres malvado Jaeson.

El guardia nombrado, se encogió de hombros, restándole importancia, como si lo que quisieran hacer no fuera algo demasiado horrible. Incluso el hambre se había ido de mi, dejando aún lado el plato sucio. Cuando regresara mi hambre, lo terminaría.

Cuatrocientos cincuenta y siete minutos.

Aproximadamente siete horas habían transcurrido desde que el sol se había puesto, lo que quería decir que dentro de poco empezaría el atardecer. Me preguntaba si algún día, sería capaz de mirar uno. Lo primero que haría al salir de estás cuatro paredes, sería mirar un atardecer y un amanecer con mis propios ojos. Juzgarlo yo misma y dar mi opinión, sobre ella. En cuanto lo viera, estaría satisfecho y contaría mi experiencia.

—Un momento.

¿A quien le contaría mi experiencia?. No tenía recuerdos sobre mi pasado o de dónde provenía, ni siquiera sabía si tenía familia o alguien en el mundo, a quien considerar especial. Siempre había sido yo, y solo yo. Desde que llegué tuve que luchar para sobrevivir en esta jungla, donde los más capaces sobrevivirian. ¿Y sino tenía familia y por estaba aquí desde los seis años? ¿Y si era un huérfano? ¿Y si nada me había querido y como medio para deshacerse de mi, fue abandonarme aquí?. No tenía lógica alguna, el que alguien quisiera deshacerse de mí.

Cuatrocientos noventa y tres minutos.

La raya en la pared que todos los días marcaba, me recordó que mañana llegaría un científico nuevo. Era muy raro que personas exteriores entrarán a trabajar, estás tenían que tener un coeficiente realmente alto y ser demasiado cercanos al gobierno, para poder entrar dentro del psiquiátrico. Sino, el gobierno se estaría exponiendo a ser descubiertos. Tenía demasiada curiosidad sobre el nuevo, era la única forma de distraerme. Durante sus catorce años ahí, solo había conocido a dos científicos nuevos, y todos ellos habían tratado de sobrepasarse con el. Aunque, algunos si lo hicieron y tocaron lo moralmente permitido, durante esos momentos, el había tenido que cerrar los ojos y dejarse hacer. Dejaba de sentir y oír, desconectaba su cerebro para no sentir, su único método de sobrevivencia. No por algo su frase favorita y con la que se daba ánimos era.

Daré todo de mi para sobrevivir.

Si lo pensabas a fondo, esa frase tenía muchos significados profundos que odiaba profundizar. Era de aprender a encontrar cuales eran los verdaderos significados dentro de está.

La fiebre de su cuerpo estaba en segundo plano. Ya no era tan molesta como las primeras horas, si lo ignoraban, ya no sentía el malestar. Dentro de ese lugar, también aprendió que todo era mental. Todos los pesares estaban en nuestra cabeza, si sentíamos que íbamos a morir, era un hecho. La mente se hacía a la idea, y simplemente trataba de aceptar su destino, sin embargo, si pensabas que ibas a sobrevivir, que no dolía o simplemente ignorabas, todo desaparecía y te daba otra oportunidad.

Simple pero difícil de comprender.

No por nada, era el demonio rojo más inteligente del lugar. Los demás demonios rojos habían muerto porque no habían hecho uso de su gran capacidad, aunque los demás pensaran que era una maldición, el lo sentía como una bendición. Gracias a ella podía seguir aún en pie, ideando planes y formas de escapar de ese lugar. Sabía que los demonios rojos eran excelentes combatientes cuerpo a cuerpo, pero nunca había intentado probarlo. Su habitación era un lugar reducido.

—Pronto anochecerá, será mejor irnos de este lugar antes de que los voraces sean liberados.

Los guardias que me cuestionaban, se fueron con rapidez de su posición. Durante la noche, era común que los voraces fueran soltados. Era la manera más fácil de erradicarlos, si se mataban entre ellos, no tendrían que arriesgarse los científicos y guardias a ser devorados. Aunque por las malas lenguas, se rumoreaba que era el gobierno quienes los creaba para crear temor y poner en disciplina a la sociedad. Si en algún momento está se levantará en su contra, los soltaría en su contra.

—Tienes razón. Hay que irnos con rapidez. Mañana nos divertiremos con nuestro nuevo juguete.

Me acomode en el frío metal que tenía como cama, y me abrace a mi cuerpo para buscar un poco de calor. Un día más que había vivido para contar.

RED | EunhaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora