Capitulo 3

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Un techo blanco, una cama de metal y unos pasos resonando en el pasillo, me dieron la bienvenida a un nuevo día

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Un techo blanco, una cama de metal y unos pasos resonando en el pasillo, me dieron la bienvenida a un nuevo día. Todo seguía igual, las paredes pintadas en blanco, la puerta grisácea de metal, y el aire lleno de farmacéuticos.

—Genial, has sobrevivido otro día, hyukjae.—Me dije con ironía.

Los guardias que diariamente me traían el desayuno, abrieron la puerta. Pero, este día fue diferente, con ellos no solo venía mi desayuno, sino que también un hombre, de estatura baja y complexión delgada. Se veía tan pequeño al lado de esos corpulentos guardias. El hombre tenía puesta una bata blanca, haciéndome de conocimiento que era un científico. Otro más que seguro quería experimentar conmigo. Los guardias por inercia se acercaron a sostenerme con fuerza, para que no atacará al científico. Siempre que un científico venía a verme, pedía que me sometieran para estar seguros de que no les haría nada.

—Esperen, no le hagan daño. No es necesario que lo agarren.—Aquel hombre de cabellos castaños, les miró con molestía.—Pueden irse y dejarme con el a solas.—no era una petición, sino una orden.

Los guardias gruñieron antes de soltarme sin cuidado. Trataron de intimidar al pequeño sujeto, más este aún temblando, mantuvo la cabeza en alto. Aún rezongando, se encaminaron a la puerta.

—Si te hace daño, o te intenta desollar, no intervendremos. Y te dejaremos a su suerte, por atreverte a ordenarnos.

El chico aún seguía un poco tembloroso, pero no por mi, sino por ellos. En cuanto los vio cerrar la puerta, suspiró de alivio. Al voltear al verme, su semblante se sereno, y me dedico una sonrisa cálida. Me sentí extraño, era la primera vez que alguien me sonreía, en lugar de dedicarme una mueca de asco, repulsión o terror.

—Hola.—sonrio más cálido.—Me llamo Lee Donghae, y seré el científico que hará seguimiento a tu desarrollo en el psiquiátrico.—Se acercó, más yo retrocedí.

Una enorme sorpresa se reflejo en mi rostro, ese chico no olía como los guardias, voraces o otros científicos. Quienes olían a sangre, muerte y maldad, en cambio el olía dulce, a ternura, a hogar.

—¿Cómo te llamas pequeño?.—Espero pacientemente por mi respuesta, la cuál nunca llegó por mi boca.

Con un movimiento de cabeza, le señale la placa tras de mi, donde se podía apreciar mi nombre. Vio unos segundos la placa, antes de mirarme con dulzura y negar. Esperaba a que yo le dijera mi nombre, como no vio intenciones en mi, en decírselo. Tomo el plato de mi desayuno, más lo soltó antes de llegar a levantarlo por lo ardiente que esté estaba. Me pare con rapidez de mi cama, sin pensarlo a socorrerlo.

—Eso quema más que el infierno.—le dije con una voz neutral, aunque la preocupación estaba plasmada en mi cara. Aunque no lo conocía no le deseaba que pasará pesares, dolores o tristezas.—Debes de esperar por varios minutos, para que se enfríe y después lo puedas comer.

RED | EunhaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora