*11. Segundo año

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Desde que finalizaron las clases las hermanas habían retomado su vida normal como simples y corrientes muggles. El verano pasaba demasiado rápido algunos días y otros demasiado lentos y aburridos. Durante las primeras semanas fueron los cuatro a acampar a un lugar donde Duke pudiera moverse con tranquilidad, es decir a un gran parque que tenía un sector de bosque y era apto para mascotas. Allí disfrutaron de la naturaleza, descansaron de los habituales ruidos de la ciudad y pasaron todo el tiempo posible junto a sus padres y mascota, quién era uno más de la familia.

Una noche se quedaron hasta tarde viendo las estrellas, alrededor de la fogata.

—Este bosque me recuerda a Hogwarts —comentó Hermione sin dejar de mirar hacia arriba.

—Sí, es especial esa noche del castigo con Hagrid —respondió Alexis.

—¿Qué castigo? —preguntó su madre entre curiosa y molesta— ¿Por qué las castigaron? ¡No nos dijeron nada al respecto!

—Olvidé que no sabían —respondió la mayor con una sonrisa de culpa—. En realidad fue por una estupidez, estábamos vagando por el castillo en horario prohibido, cuando se suponía debíamos estar ya en nuestras camas.

—¿Y qué las motivó a estar fuera de la cama? —preguntó Alex.

—Bueno... nosotras no estábamos solas —comenzó Hermione y miró a su hermana en busca de ayuda—, estábamos con...

—Nos escapamos para mirar las estrellas con unos compañeros a una torre prohibida y fuimos descubiertas cuando regresamos a nuestras habitaciones —mintió Alexis, era más sencillo hacer eso que explicar la situación del dragón y lo que siguió—, el cielo en Hogwarts es superior.

—Bueno, si vuelven a escapar asegúrense de no ser descubiertas.

—¡Alex! ¿Cómo puedes decirles eso? —recriminó Jean.

—Bueno, no espero que estén en ese lugar espectacular del que tanto nos han hablado y no aprovechen para explorarlo, cielo, y ya que lo van a hacer, por lo menos que sean cuidadosas y traten de no meterse en problemas. Cariño, yo era igual en la escuela, vivía castigado por escaparme y no asistir a clases.

—Papá tiene un muy buen punto, mamá, pero te puedo asegurar que no nos hemos escapado de clases, sería un desperdicio de tiempo.

—Además no lo volveremos a hacer —prometió Hermione—, ninguna quiere arriesgarse a ser expulsada.

—Aburrida —se burló Alexis y Hermione le arrojó una pequeña piedra como respuesta.

Cuando volvieron a casa, las gemelas ayudaron a sus padres con las tareas del hogar y compartieron algunas tardes con sus viejos compañeros de clases. En ocasiones Hermione intentaba leer sobre cosas de las que no supiera nada, yendo a pasar varias tardes a la biblioteca, mientras que Alexis intentaba ponerse al día con los deportes, pues era algo que extrañaba de su antigua vida y que casi no podía practicar en Hogwarts. Dedicó muchos días a recorrer los parques cercanos a su casa en bicicleta o yendo a jugar con sus viejos compañeros de equipo.

—No sé cómo te sentís al respecto pero ya estoy cansada de estar todo el día sin hacer nada interesante —comentó Alexis mientras practicaba cambiar el color de sus ojos frente a un espejo—. Extraño Hogwarts, extraño hacer magia, incluso escuchar al profesor Binns.

—También extraño el colegio, siento que no he aprendido nada útil en estas vacaciones. Al menos tú tienes esa habilidad para practicar.

—Y por suerte no cuenta como magia por lo que no estoy rompiendo las reglas —sonrió satisfecha.

—Me gustan como se te ven en ese color —murmuró al verle los ojos verdes. Alexis negó rápidamente.

—Muy parecidos a los de tu amigo Potter —opinó y los cambió a azules.

La otra Granger *en Edición*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora