Capítulo 34

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Daniel lo llamó todos los días de esa semana y lo invitó a cenar. Él se negó todos los días. No necesitaba ni quería su ayuda. Podía arreglárselas solo muy bien, muchas gracias.

El viernes por la noche, su mesa lucía el jarrón con los alcatraces, que seguían muy bien; otro jarrón con rosas en tonalidades desde el rojo sangre al rosa; un montón de globos; y un suave osito de peluche negro con un kimono de karate. Se sentía demasiado viejo para animales de peluche, y verlo le daba vergüenza. La extravagancia de Daniel lo estaba convirtiendo en la comidilla del centro. Tenía que averiguar cómo ponerle fin a aquello.

Cuando llegó la hora de irse, apagó el ordenador y caminó hacia la puerta, aunque tomó al Oso Karateca de camino. No lo quería, pero pensar que iba a quedarse allí solo en su despacho toda la noche le rompía el corazón.

Se metió el oso debajo del brazo, aplastándolo todo lo posible, y salió del edificio lo más rápido que pudo, no quería que nadie lo viera llevando un peluche.

—¿Vas a casa? —La solitaria voz sonó a su espalda mientras cruzaba el estacionamiento vacío, y el corazón casi se le salió por la boca.

Seongwu se dio la vuelta, con una mano en el pecho.

Daniel se apartó de la fachada del edificio de oficinas, con los pulgares enganchados en los bolsillos de los pantalones. Llevaba un chaleco ceñido sobre una camisa, con los primeros botones desabrochados, y unos pantalones chinos oscuros. Demasiado guapo. Seongwu apartó los ojos y se agachó para tomar el osito de peluche que se le había caído al suelo por el susto.

Mientras sacudía el peluche, le dijo a Daniel:

—Deberías saber, esto se puede considerar acoso.

Daniel inclinó la cabeza con una sonrisita tímida.

—Lo sé.

—Tienes que parar.

—¿No es un poco romántico? No tengo mucha experiencia en esto del cortejo, así que tendrás que perdonarme si me excedo.

Seongwu frunció los labios. Con su cara y su carisma, estaba seguro de que normalmente le bastaba con mover un dedo para que cualquiera corriera hacia él. Ya no quería ser uno de esos idiotas.

—Ya, de acuerdo, Daniel. Los dos sabemos que no me estás cortejando. 

Él se tensó.

—¿Qué quieres decir?

—Ya no tienes que protegerme de Minhyun. Ha centrado sus atenciones en el recepcionista.

—Esto no tiene nada que ver con Minhyun. —Daniel caminó hacia él con paso firme, el ceño fruncido y los dientes apretados.

El instinto le dijo a Seongwu que retrocediera ante su avance, pero su terquedad lo hizo quedarse donde estaba. Levantó la barbilla. No le tenía miedo.

El algoritmo del beso [🔞] 《OngNiel》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora