Introducción

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Después de cuatro horas sentada en la parte trasera del coche Samantha se moría de ganas de llegar ya a su destino y poder disfrutar de unas vacaciones un tanto especiales. Estas iban a ser las primeras vacaciones en familia desde su vuelta a Beniarrés y la llegada de su sobrina. Ha pasado casi un año desde que decidió volver de Lanzarote para estar junto a Débora en la etapa final de su embarazo y, aunque al principio era algo temporal, ahora tenía claro que no quería volver a irse. Ser animadora en aquel hotel no era a lo que se quería dedicar de por vida. Su sueño era cantar y si seguía metida allí no lo iba a cumplir nunca. Iba a aprovechar este viaje para dar un giro a su vida y eso que aún no sabía lo que iba a ocurrir unos meses después en esa misma ciudad.

Una vez instalada en su habitación, aprovechando que aún quedaba un rato para la hora de la comida, Samantha decidió ir a refrescarse un poco y puso rumbo hacia la piscina del complejo. Se quedó sorprendida al ver la gran cantidad de piscinas que había en el lugar, parecía un parque acuático y a ella le encantaban. Una vez escogida la tumbona donde se quedaría dejó la ropa junto a la toalla y salió corriendo hacia el agua. Después de nadar un rato localizó una zona con una especie de hamacas dentro del agua en la que había unas cuantas libres debido a que muchos huéspedes ya se habían ido a comer. Escogió la más separada de la gente y se tumbó. La zona de las piscinas cada vez estaba más tranquila. Quedaban pocas familias, la mayoría de gente que aún seguía allí eran parejas jóvenes o personas que habían ido solas.
Posó la vista en una de las familias que seguía allí y no pudo evitar sonreír al ver la estampa.

Una niña pequeña reía y jugaba con un chico que le daba la espalda a Samantha mientras que otra chica, que supuso que sería la hermana mayor de todos, intentaba quitarse de encima a dos niños que la sujetaban. Esa escena hizo que le invadiera la nostalgia y su mente viajó a muchos momentos similares que había vivido ella con su hermana en los que había sido muy feliz. Estaba tan absorta en sus pensamientos que una voz a su lado hizo que se sobresaltara.

- Estos niños no se cansan nunca.

- JODER - Samantha dio un brinco en la tumbona.

- Ostras, ¿estás bien? Perdona, no era mi intención asustarte. Estaba pensando en voz alta.

- Está bien, tranquila. No ha sido nada. Soy yo, que me asusto con nada - rio Samantha.

- ¡Tata, estás aquí! - gritó Débora a lo lejos - Menos mal. Llevo llamándote quince minutos y buscándote por todas partes, que susto nos has dado. Ya pensábamos que te había pasado algo. Vamos a ir a comer ya, ¿vienes? - le preguntó.
- Sí, claro - dijo Sam mientras se levantaba - Adiós, espero que te dejen tranquila un rato - dijo dirigiéndose a la chica con una sonrisa.
- Eso espero, adiós - contestó esta riendo.


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Si un viaje en coche desde Murcia a Barcelona ya resultaba pesado para cualquier persona a Flavio se le estaba haciendo eterno. Si hacer un trayecto corto con siete personas en un coche ya resultaba difícil el chico puso el grito en el cielo cuando su padre le dijo que este verano se iban una semana a Barcelona. Quería mucho a sus hermanos pequeños, pero viajar con ellos era un suplicio. Entre los "¿Cuánto falta?" "Queda mucho" "Me aburro" de los tres pequeños aún cabía alguna discusión sobre la música que escuchar y algún que otro llanto. Su hermana mayor se había quedado dormida apenas subir al coche y se había pasado la gran mayoría del trayecto durmiendo sin enterarse de las trifulcas que había a su alrededor, por lo que no pudo entretenerse hablando con ella. Dio gracias por haberse acordado de coger los auriculares si no el trayecto habría sido mucho peor.

Le gustaba estar con su familia, pero no le hacía especial ilusión este viaje. Se acababa de graduar de piano en el conservatorio y le apetecía pasar tiempo con sus amigos, a los que no había visto mucho durante el año por culpa de los estudios. Y, sabiendo que era posible que en unos meses tuviera que mudarse a otra ciudad, quería disfrutar del verano como nunca.

- ¡Venga, Fla! Vamos a bañarnos – dijo entusiasmada la pequeña.

Flavio dejó el libro que estaba leyendo sobre la tumbona y cogió a la niña de la mano. No le apetecía mucho bañarse ahora pero no podía decirle que no a su hermana. Una vez en el agua sus otros dos hermanos se reunieron a ellos y comenzaron una guerra de agua acompañada de ahogadillas, enfados y risas. Bea se unió a ellos, pero en cuestión de minutos desapareció de su vista dejándole a él con los monstruitos. La buscó con la mirada y la vio hablando con dos chicas rubias en la zona de las hamacas.

- ¿Quién eran esas chicas con las que hablabas antes?

- No lo sé, solamente le estaba pidiendo disculpas a una de ellas por asustarla sin querer. Eran guapas, eh. ¿Ya querías que te las presentara? – bromeó.

- Que va, Bea. Ni me he fijado – contestó Flavio sonrojándose.

Era mentira. Claro que se había fijado. Era guapísima, muy rubia, con piernas quilométricas y muchos tatuajes. Como no iba a fijarse en ella si brillaba más que nadie en el lugar. 

Todos mis sueños están en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora