Capítulo 2

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Que oportuno su padre. Para una vez que iba a ser valiente y acercarse a hablar con una chica que le atraía va y aparece su padre. Se decepcionó un poco, tenía curiosidad por saber cosas de ella y, de momento, iba a tener que esperar.

Hoy iban a pasar la mañana en una cala preciosa que les habían recomendado los empleados del hotel. Habían decidido ir temprano y volver a la hora de comer al complejo, ya que estaba relativamente cerca. Se llevaron una grata sorpresa cuando llegaron a la playa, era aún más bonita de lo que se habían imaginado y estaba prácticamente vacía. Pasó la mañana buceando en el mar, jugando con sus hermanos pequeños y tumbado en su toalla leyendo. A las dos de la tarde los niños empezaban a tener hambre y su padre, antes de que montasen algún numerito, comenzó a recoger las pocas pertenencias que llevaban.

- ¿Qué pensáis hacer esta tarde? - dijo su padre mientras comía.

- Yo descansaré un rato y después quizás salga a dar una vuelta y mirar tiendas – dijo Bea.

- Yo me quedaré por el hotel. No voy a salir, estoy cansado – dijo Flavio que sabía muy bien a lo que iba a dedicar ese tiempo libre.

Esa mañana, de camino a la playa, habían visto una zona de recreativos para niños pequeños y, después de la insistencia de sus hermanos, su padre y su madrastra habían decidido llevarlos esa tarde.

Había estado toda la tarde en el hotel pero no se encontró a la chica en ninguna parte. No la había visto ni en la piscina, ni en la sala del piano, ni en ninguno de los lugares que había estado mientras esperaba la hora de la cena. En esta tampoco hubo rastro de la chica por lo que Flavio se dio por vencido. Acabaría de cenar, iría un rato a tocar el piano otra vez, si no estaba ocupado, y se iría a la cama.

A las diez y media de la noche ya estaba sentado en la banqueta del piano. Era más temprano que ayer por lo que había más gente en la sala. Estaba acostumbrado a tocar frente a gente, pero se seguía poniendo nervioso igualmente. Esos nervios iban disminuyendo a medida que iba acariciando las teclas del maravilloso piano. Apenas se escuchaba hablar a la gente ya, todos empezaban a estar embelesados con la música que inundaba la estancia. Tocó varias piezas clásicas que le encantaban y que se sabía a la perfección. Para cuando pasó a interpretar canciones más actuales ya quedaba poca gente en la sala. Aprovechó uno de los aplausos del público para tomar algo y relajar las manos y los brazos un poco antes de continuar. Flavio aún no se había percatado de que había alguien allí que no podía apartar la mirada de él, que estaba cautivada por la música y el halo de luz que desprendía. Revisó su Spotify en busca de inspiración y encontró la canción perfecta. Sus dedos se posaron de nuevo sobre el piano y este comenzó a sonar. El chico estaba tan concentrado en sus dedos que no se percató que alguien se había puesto a su lado hasta que una preciosa voz acompañó a la melodía.

Ya no me duele, ya no me hiere

Pensar en lo que fui

No lo he borrado, no lo he olvidado

Pero ya no está aquí

Flavio se sorprendió al escuchar que alguien le estaba acompañando, pero cuando levantó la vista y vio que era ella no pudo evitar ponerse nervioso. Tuvo que relajarse y seguir tocando sin equivocarse para no perjudicarla. Poco a poco se fue serenando y comenzó a disfrutar del momento mágico que estaba viviendo. No podía separar los ojos de ella, cantaba muy bien. La gente que se había quedado allí estalló en aplausos y elogios en diferentes idiomas cosa que devolvió a los dos jóvenes al mundo real. Se habían pasado toda la canción perdidos en los ojos del otro y en sus rostros lucía una amplia sonrisa.

- Ha sido increíble – comentó Flavio.

- Pues sí, la verdad. Una maravilla – contestó Samantha.

- Soy Flavio, encantado – dijo este mientras bajaba la tapa del piano y se levantaba.

- Samantha. Lo mismo digo – contestó con una sonrisa.

- ¿Te apetece tomar algo? – se lanzó Flavio.

- Sí, claro.

Samantha y Flavio iban en silencio en dirección a la zona del chill out que había en el complejo. Para sorpresa de ambos era un silencio cómodo, de esos que solo compartes con aquellas personas que tienes una conexión especial. Cuando llegaron a la barra ambos se pidieron un margarita y se sentaron en la única zona libre que quedaba.

- Tocas muy bien el piano. ¿Has estudiado en el conservatorio?

- Ay muchas gracias – contestó Flavio sonrojándose -. Sí, acabo de graduarme. Tú cantas muy bien, tienes una voz muy bonita.

- Gracias, espero que la industria tenga la misma opinión que tú – contestó esta riéndose.

- Entonces, ¿no eres cantante?

- Que va, ojalá. He dado clases y siempre he cantado, pero no me dedico a ello. Estudié turismo porque mi familia decía que ser cantante era una profesión muy difícil si no eras famosa y hasta ahora he trabajado en un hotel en Lanzarote como animadora. Ahora espero dedicarme pronto a esto que es de verdad lo que me apasiona. Madre mía, perdón. Hablo muchísimo, cuéntame cosas de ti – dijo ella.

- Pues no sé, yo he estado estudiando piano y ahora que me he graduado espero poder trabajar como pianista. No me veo de otra cosa.

Ambos estaban muy cómodos en compañía del otro. Samantha hablaba muchísimo, se notaba que era muy simpática y que no tenía nada de vergüenza. En cambio, Flavio estaba un poco más cohibido. Pronto se acabaron la primera copa a la cual siguieron unas cuantas más. Estuvieron hablando de música, aficiones y más cosas. La noche pasó muy rápido y cuando se dieron cuenta eran las cuatro de la madrugada.

- Madre mía, ¡que son las cuatro de la mañana! – dijo Flavio entre risas mirando su reloj.

- Pues ya va siendo hora de que vayamos a dormir que no sé tú, pero yo tengo que madrugar – contestó Samantha a carcajadas.

- Tienes razón. Me lo he pasado muy bien, Samantha.

- Yo también Flavio. Ojalá haber coincidido días antes y no hoy que ya me voy.

- Es una pena. Pero no te preocupes, cuando seas famosa iré a verte a un concierto.

- Anda ya, tonto – contestó Samantha dándole un golpe en el brazo -. Igual soy yo la que va a verte a ti.

Flavio no contestó a la chica simplemente pudo esbozar una sonrisa. Vio como la chica se levantaba, cogía sus cosas y le daba la espalda, pero antes de irse se volvió hacia él.

- Espero que te vaya muy bien, lo he pasado de maravilla. Sigue tocando así el piano y llegarás lejos.

Samantha comenzó a alejarse sin dejar a Flavio decir nada y justo antes de desaparecer de la vista de este se dio la vuelta y gritó:

- Sueña mucho, Flavio. Sueña muy grande, tanto como eres tú. Yo también lo haré y seguro que nuestros caminos volverán a juntarse cuando menos lo esperemos. 

Todos mis sueños están en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora