Capítulo 8

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Después de estar un rato esperando la contestación de Flavio a ese mensaje Samantha se quedó dormida. Se había arrepentido de haberlo enviado, pero era demasiado tarde para borrarlo porque nada más enviarlo salieron los dos ticks azules que indicaban que el mensaje se había leído.

La despertó el horrible ruido de la alarma del móvil. Como odiaba ese sonido pero era lo único capaz de despertarla, había probado con diferentes canciones o melodías pero lo único que conseguía era aborrecerlas. Cogió el teléfono sonriente con la esperanza de encontrar el mensaje que le haría mantener esa sonrisa todo el día pero en cuestión de segundos se borró por completo. Su mensaje seguía siendo el último en aquella conversación. Tiró el aparato hacia el otro lado de la cama y se levantó enfurruñada. El rato que había durado la ducha no había podido sacarse de la mente a Flavio y como la había cagado con él. "Ya está, la he cagado y se ha acojonado. ¿Cómo se te ocurre decirle que tenías ganas de verle a él? ¿Qué eres ahora, una adolescente?" pensó. Mientras desayunaba sentada en un taburete de la cocina contestó varios mensajes que tenía aún por leer mientras revisaba una y otra vez el chat con el chico.

Salió de casa con el tiempo justo para llegar al teatro, se había entretenido de más con el desayuno y ahora tendría que darse prisa si quería llegar antes de las nueve. Cuando se despidió de Eva la noche anterior habían quedado en que le contaría como había ido la conversación con el pianista, pero ¿qué le iba a decir a su amiga ahora? ¿Qué en una ola de sinceridad le había confesado al chico que tenía ganas de verle y él le había dejado el visto? Sabía que seguramente Eva le quitaría hierro al asunto y no le daría mucha importancia pero le daba mucha vergüenza la situación, más aún porque casi no lo conocía. "Y no pienses que ahora lo vas a conocer más, hija. Que bocazas eres" se dijo a sí misma. No quería darle más vueltas al tema porque se iba a acabar volviendo loca, ya vería que hacer cuando lo viera en persona. Se puso los auriculares y le dio al play a su lista favorita de Spotify para dejar volar su mente y desconectar del mundo durante el camino.

A las nueve en punto entraba por la puerta del teatro apenas sin respiración, a mitad de camino había tenido que apretar el paso porque no llegaba.

- Respira, que te va a dar algo y nos vamos a quedar sin una de las protagonistas antes de que actúe - rio Amanda -. No hace falta que corras para llegar, si llegas un poco tarde no pasa nada.

- Si no ya habría despedido a Flavio - bromeó Gèrard.

Flavio. No llevaba ni dos minutos allí y ya le habían mencionado. Su cara cambió de golpe y pasó de reírse a estar seria en cero coma.

- ¿Qué esperabas? ¿Qué la gente se haya olvidado de él por no ir un día a trabajar? Por favor, Samantha, que trabajáis en el mismo sitio y, además, son sus amigos - susurró lo bastante alejada del resto como para que no la escuchasen.

Sabía que no se iba a encontrar al chico ese día porque por la pequeña conversación que tuvieron pudo deducir que todavía seguía en Murcia así que se relajó un poco e intentó olvidarse de la noche anterior y centrarse en el trabajo y en hacerlo bien, quería actuar ella lo antes posible y para eso tenía que currárselo mucho.

- Psst - la llamó Eva en un descanso -. Tenemos que hablar tú y yo eh.

Samantha torció el gesto y asintió sin ganas, no quería contarle nada allí dentro y que alguien se pudiera enterar y tampoco sabía aún que decirle.

Los ensayos se habían alargado más de lo normal y pararon para comer casi a las cuatro de la tarde.

- Que hambre tengo, me va a dar un chungo.

- Yo también tengo hambre. Amanda quiere matarnos a todos - rio Samantha.

- ¿Te apetece que comamos un bocadillo en el bar de aquí al lado? A estas horas no vamos a encontrar mucho más - propuso Eva.

Todos mis sueños están en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora