Samantha estaba disfrutando de las vacaciones. Ya habían pasado la mitad de estas y solo le quedaban dos días para volver a casa. Esos días le habían servido para pasar más tiempo con toda su familia y su sobrina, a la que adoraba, aparte de para enamorarse aún más de la ciudad. Siempre le había gustado Barcelona, pero ahora la veía con otros ojos. Le encantaba pasear por sus calles, sentarse a tomar un café en una terraza de La Rambla mientras escribe poesía, sus playas, su gente. Se sentía como en casa.
Hoy habían decidido que se quedarían en el hotel, ya que los días anteriores los habían pasado visitando la ciudad y necesitaban descansar. Samantha estaba sentada en una de las tumbonas del recinto con su libreta apoyada en las piernas mientras sus manos jugueteaban con el bolígrafo. Después de darse un baño en la piscina se había recogido el pelo en un moño y colocado las gafas dispuesta a seguir con el texto que había empezado el día anterior pero después de un rato intentándolo, no le convencía nada.
- ¿Me estás escuchando Sam?
Al no obtener una respuesta Débora le dio un pequeño toque en el hombro para que le prestara atención cosa que hizo que la chica se asustara.
- ¡Que susto me has dado, tata!
- Te estaba hablando y no me respondías. Me he imaginado que no te habrías puesto los audífonos después de salir del agua.
- Hay mucho ruido aquí y me molesta - se justificó -. Además, quería escribir un rato. ¿Qué me estabas diciendo?
- ¿Sigues pensando en venirte a vivir aquí?
- La verdad es que sí. Estos días me han servido para convencerme más. Creo que cuando volvamos a casa empezaré a buscar un piso donde quedarme y una vez instalada me empezaré a mover para encontrar algo como cantante.
- ¿No es un poco precipitado? Quiero decir, sé que es a lo que te quieres dedicar, pero ¿y si no te sale nada que vas a hacer? Tus ahorros no te van a durar mucho tiempo y sin un trabajo no vas a poder ....
- No, Deb. Es el momento - dijo interrumpiéndola -. Si no lo hago ahora las dos sabemos que no voy a dar el paso nunca o que después será demasiado tarde y me arrepentiré toda la vida. Si no encuentro nada buscaré un trabajo de lo que sea mientras sigo buscando, por eso no te preocupes. La música es mi pasión, mi vida. Sin ella no soy yo y lo sabes. Hace mucho tiempo que voy dando tumbos, trabajando de esto y de aquello, pero nada me llena. No soy feliz. Ya es hora de que me encuentre.
Era tarde y no podía dormir. Cogió su cuaderno, siempre lo llevaba con ella, y decidió salir de la habitación a dar una vuelta por el hotel para despejarse. La conversación que había tenido esa mañana con su hermana le había servido para despejar las pocas dudas que le quedaban. Al haber dicho todo aquello en voz alta se había dado cuenta de que era de verdad lo que quería hacer y estaba dispuesta a arriesgarse con tal de cumplir su sueño. Sabía que no iba a ser fácil, pero estaba segura de que encontraría algo tarde o temprano. La positividad era una de las cualidades que siempre destacaban de ella y no iba a perderla en este momento. Se esforzaría al máximo por llegar a donde ella quería que era meterse en la industria musical, aunque tuviera que empezar desde lo más bajo.
Samantha seguía recorriendo los pasillos del complejo sumergida en sus pensamientos cuando empezó a escuchar una música que provenía de alguna zona del hotel. Intentó prestar atención a ver si distinguía de que se trataba. Era un piano o eso creía. Caminaba entusiasmada hacia la fuente de ese sonido esperando que no viniera de una habitación. En pocos segundos se encontró de frente con una sala llena de sofás y un piano en el centro de esta. Sin hacer mucho ruido para no molestar al pianista se sentó en uno de los sofás que estaba más cerca del piano para poder oírlo bien y observó al chico. Era un chico bastante joven, apostaría que tenía unos años menos que ella. Vestía muy informal para ser un pianista contratado por el hotel por lo que debía de ser un huésped, pensó. No le veía muy bien la cara porque el chico tenía la cabeza inclinada hacia abajo mirando las teclas del piano, pero se intuía que era guapo. Muy guapo. La sala estaba prácticamente vacía por lo que Samantha dejó de mirarlo, se recostó en el sofá como si estuviera en su casa y abrió la libreta.
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Todos mis sueños están en ti
FanfictionUnas vacaciones mágicas, una ciudad donde cumplir sus sueños y dos caminos que se cruzan en el momento más oportuno. ¿Qué podría salir mal?