Capítulo 3

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Dos meses después.

07:45. La alarma de un móvil suena dentro de un pequeño estudio rompiendo el silencio. Los primeros rayos de luz se cuelan entre las rendijas de la persiana iluminando un poco el dormitorio. Alguien se revuelve bajo las sabanas, estira el brazo y pospone la insistente alarma. Cinco minutos más, piensa. Sabe que no debería haberlo hecho porque va a ir con el tiempo justo pero el sueño le puede. La noche anterior se le había hecho tarde ensayando en el teatro y cuando llegó a ese pequeño piso se quedó hasta las tantas componiendo.

07:50. El sonido insoportable de la alarma vuelve a instalarse allí. Maldice entre dientes y, esta vez, la desconecta. Aún dentro de la cama se frota los ojos y se estira.

- Joder, ya podría haberme venido la inspiración cuando no madrugue al día siguiente. Ni eso haces bien – dijo entre bostezos con la voz aún tomada por el sueño.

Se levantó de la cama sin ganas y corrió hacia el baño. Estaban a quince de octubre y se empezaba a notar que el invierno acechaba. El diminuto piso que había alquilado en Barcelona no es que fuera muy caliente y por las mañanas cuando se levantaba de la cama notaba aún más el frío. Pasados diez minutos salía del baño con una toalla liada a su cuerpo todavía húmedo. Por la espalda y el cuello le bajaban pequeñas gotas que iban cayendo desde su pelo. Se vistió rápidamente, se peinó y se dirigió a la zona de la cocina. Mientras se tomaba un café y unas tostadas con mantequilla y mermelada entró a su Instagram. Echó un vistazo rápido a la página de inicio y dio me gusta a varias publicaciones. Cuando se quiso dar cuenta vio que su reloj marcaba las 08:30. Como no se diera prisa iba a llegar tarde y no podía permitírselo. Diez minutos después ya estaba de camino al teatro. Caminaba todo lo rápido que podía mientras iba esquivando gente. Después de llevar viviendo en Barcelona un mes seguía sorprendiéndose de la cantidad de personas que había por la calle a cualquier hora del día, incluso en los días lluviosos como era ese día. Le gustaba la lluvia pero la prefería en esos días de no hacer nada, de quedarte en casa tumbado en el sofá viendo una serie mientras comes palomitas. Daba gracias por haberse acordado de coger un paraguas porque no quería acabar cogiendo una pulmonía ahora. Tampoco podía permitirse eso.

Dos minutos antes de las nueve estaba frente la puerta del teatro. Menos mal, pensó. Como llegase tarde le podían despedir y coger a otra persona para hacer su trabajo. Su puesto estaba muy solicitado, había tenido muchísima suerte cuando le escogieron y tenía que hacer todo lo posible por mantenerse ahí. Esperó a que su respiración volviera a la normalidad después de la casi carrera que había tenido que hacer para llegar antes de las nueve y entró.

- ¡Flavio!

- Buenos días, Amanda.

- ¿Cómo estás hoy? Hace un día horrible. En las noticias han dicho que va a llover todo el fin de semana.

- Bien, como siempre. Gracias por preguntar – contestó este tímido.

Amanda era la directora del musical. Era una chica bastante joven, no tendría más de treinta años. Flavio admiraba que para lo joven que era había conseguido llevar a cavo un musical que estaba teniendo mucho éxito entre la población de la ciudad. Prácticamente en cada sesión completaban el aforo del que disponía el teatro y eso que no era una sala pequeña.

- Este fin de semana no tenemos programa. Los ensayos de hoy los acabaremos antes o sea que podrás irte a una hora decente ¿Te han informado?

- Sí, me lo dijo Gèrard pero gracias por recordármelo. Ya no sé ni en que día vivo.

- Vamos a ir todo el equipo mañana a cenar y tomar algo por ahí aprovechando que no trabajamos, ¿te apuntas? – le preguntó la chica emocionada.

Todos mis sueños están en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora