Flavio la saludó con un largo beso en la mejilla y la rodeó con sus brazos acercándola a él. El abrazo no fue muy largo pero duró lo necesario como para que Samantha hundiera la cabeza en el cuello del chico y aspirase el olor a colonia que desprendía.
Un taxi les esperaba a unos metros y cuando se subieron se puso en marcha hacia algún lugar sin que los chicos les indicaran la dirección.
- ¿Ya sabe donde tenemos que ir? – preguntó Samantha sorprendida.
- Ajá – asintió sonriendo -. Es una sorpresa o sea que no me preguntes.
Samantha se cruzó de brazos mientras hacía un mohín simulando que se había enfadado y Flavio estalló en carcajadas.
Estaba bastante desconcertada, no tenía ni idea de a donde se dirigían. Miraba por la ventana mientras iba hablando con el chico intentando reconocer algo pero no había estado en esa zona nunca. Pasados unos minutos, gracias a los carteles de tráfico que iba leyendo, pudo intuir que se dirigían hacia algún lugar en las afueras de Barcelona.
- La carrera va a costar un riñón – le susurró a Flavio lo suficiente flojo como para que el conductor no se enterase.
- No te preocupes por eso, Samantha.
Los nervios que había sentido durante todo el día habían remitido bastante y ahora le apoderaba la intriga, quería saber ya qué había preparado y por qué tanto secretismo.
Cinco minutos después paraban delante de un bonito camino de losas de piedra natural que dirigían hacia una masía espectacular. Estaba rodeada de árboles, arbustos y florecillas y unos focos iluminaban la fachada mostrando las preciosas piedras que la formaban. Samantha se sorprendió al ver el maravilloso lugar y miró a Flavio con estupor. Este simplemente sonrió y la cogió de la mano con la intención de que le siguiera. Nada más entrar un trabajador del lugar les atendió y Flavio le indicó el nombre con el que había hecho la reserva. Mientras el chico buscaba en una libreta el nombre Samantha miraba hacia todos lados aún asombrada sin soltarle la mano a Flavio. Una vez que lo encontró dirigió a la pareja hacia una zona apartada de la parte del restaurante en sí, atravesaron el jardín y llegaron a un pequeño invernadero de cristal donde se encontraba una mesa preparada para dos personas. Este estaba decorado todo con pequeñas lucecitas que iluminaban el lugar de una manera muy sutil y elegante.
- ¿Aquí vamos a cenar? ¿Solos? – preguntó cuando el metre se marchó girando a su alrededor y mirando a través de los grandes ventanales.
- No, ahora vendrán todos los trabajadores a cenar con nosotros.
Samantha se giró hacia él y le miró con cara de pocos amigos por la vacilada de contestación que le acababa de dar.
- No me mires así – rio -. Claro que vamos a cenar aquí y solos o ¿es que pensabas compartir la cita con alguien más?
- Já já, estás tú muy graciosito. A mí no me vaciles eh que acabamos mal.
- Anda, ven aquí. No te cabrees, que te pones muy fea – dijo riendo mientras se acercaba a ella para abrazarla.
Cuando llegó al lado de Samantha intentó abrazarla aunque esta se resistió y estuvieron forcejeando entre risas. Una vez se dio por rendida Flavio pasó sus brazos por la cintura de la chica y la atrajo hacia él apretándola contra su cuerpo. Siempre le habían dicho que sus abrazos era los mejores del mundo y desde que Samantha los había probado podía dar fe de ello. Le encantaba como la agarraba con seguridad y firmeza, le hacía sentir como en casa.
Cenaron uno delante del otro compartiendo una serie de platos mientras hablaban animados. Flavio era bastante lento comiendo y Samantha todo lo contrario por lo que mientras el chico acababa de comer en silencio ella lo miraba embobada. "Como se puede ser tan perfecto, tío" pensaba cada vez que lo veía sonreír de esa manera en la que los ojos se le arrugaban y apenas se veían.
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Todos mis sueños están en ti
FanfictionUnas vacaciones mágicas, una ciudad donde cumplir sus sueños y dos caminos que se cruzan en el momento más oportuno. ¿Qué podría salir mal?