Capítulo 12

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Bip Bip Bip. La alarma sacó a Samantha del séptimo cielo y la devolvió a la realidad. De primeras le costó reaccionar, no sabía que estaba pasando ni que sonaba. Cuando se dio cuenta de que era el despertador maldijo en voz alta y palpó la mesita de noche aún con los ojos cerrados. Al no encontrar el aparato del que provenía el ruido, rodó por la cama en busca de donde había dejado el teléfono la noche anterior, cuando se fue a la cama estuvo intercambiando mensajes con Eva y Flavio hasta que se durmió por lo que no podía haber quedado muy lejos. Finalmente lo encontró al otro lado de la cama conectado al cargador, deslizó el dedo sobre la pantalla para desconectar la alarma y tiró del cable para desenchufarlo de la corriente.

Apenas eran las ocho y cuarto de un lunes y ya se había cagado en todo lo cagable. La primera incidencia que tuvo fue quedarse sin agua caliente a mitad de la ducha y la cosa no hizo más que empeorar. Se quemó en el pecho con la plancha del pelo, se manchó dos camisetas de pasta de dientes y maquillaje, se le rompió su barra de labios preferida, se le derramó el café y se volvió a manchar.

- De puta madre, Samantha. Lo estás haciendo todo genial hoy – se quejó mientras se cambiaba por tercera vez de camiseta.

Con tanta desgracia se le pasó la hora y salió de casa muy tarde. Genial. Ahora también iba a llegar tarde al trabajo, lo que le faltaba. Amanda era muy comprensiva y no iba a decirle nada por qué llegase unos minutos más tarde pero le jodía, había conseguido llegar todos los días bien de tiempo y no le hacía gracia romper la racha. Para seguir con su día de buena suerte, durante el trayecto se chocó con varias personas debido a las prisas que llevaba y estas no le dedicaron precisamente palabras bonitas, casi la atropellan por cruzar con el semáforo en rojo y, por si fuera poco, cuando le quedaba una manzana para llegar al teatro empezó a llover como si no hubiera un mañana y ella no llevaba paraguas. Cuando por fin entraba al salón estaba calada completamente y tiritosa, por si no era suficiente la lluvia el frío y el aire que hacía ese día no ayudaba.

- ¡Pero, Sam, estás chorreando!

- Ss...sí...íí... - contestó como pudo por los tiritones.

- Ven conmigo – dijo Anaju, una compañera de escena.

Anaju condujo a Samantha hasta el baño que había entre bastidores, la dejó allí un segundo y corrió a buscar algo con lo que pudiera secarse. En pocos minutos la chica volvía a entrar por la puerta del baño con un par de toallas y unas prendas de ropa bastante feas y desgastadas entre las manos.

- Es lo único que he podido encontrar que no fuera vestuario de la obra – se excusó ante la mirada de Sam.

- Cualquier cosa será mejor que estar mojada, muchas gracias.

- Te ayudo – dijo tendiéndole una de las toallas.

Samantha se quitó la ropa y se secó con una de las toallas el cuerpo mientras que Anaju escurría su pelo con la otra. Una vez vestida se miró al espejo y suspiró.

- El pelo no se ha secado del todo, lo traías muy mojado.

Los ojos de Samantha comenzaron a llenarse de lágrimas, volvió a suspirar intentando reprimir las ganas de llorar pero no lo consiguió.

- Ey – dijo dulcemente Anaju -. Si es por el pelo no te preocupes, ahora mismo voy a buscar un secador. Tiene que haber alguno por alguna parte.

- No te preocupes, no es por eso – contestó sollozando.

- Entonces, ¿quieres contarme que pasa?

Samantha asintió con la cabeza a la vez que sorbía por la nariz y se secaba las lágrimas que caían por sus mejillas de un manotazo.

- Ven, vamos a sentarnos y me cuentas.

Todos mis sueños están en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora