Capítulo 13

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Llevaba varios días bastante cansada y baja de ánimos, la ansiedad estaba haciendo acto de presencia y la tenía abatida. No tenía ganas de nada, solo le apetecía estar metida en la cama. Se levantaba peor de lo que se había acostado la noche anterior, apenas conseguía dormir un par de horas seguidas. El agotamiento físico era palpable, en su cara habían aparecido unas enormes ojeras y deambulaba de un lado para otro impasible. Ese estado le estaba empezando a pasar factura en el trabajo y en la vida personal. Estaba irritable y no conseguía concentrarse en nada. Durante los ensayos de esos días no hacía más que cagarla. Se equivocaba cada dos por tres durante los diálogos, no era capaz de dar una nota durante las canciones y, por si era poco, las coreografías se le estaban atragantando demasiado. Amanda había hablado con ella un par de veces en privado y le había dicho que si necesitaba unos días libres para descansar que se los tomase, pero Samantha no había aceptado. Esa semana solo iban a hacer una representación el sábado por lo que aún le quedaban varios días para dejar sus problemas a un lado y centrarse en la obra.

Ese día terminaron pronto el ensayo y pudieron irse a casa antes de lo normal. Samantha lo agradeció, sabía que seguramente no iba a poder dormir esa noche tampoco pero por lo menos se daría una ducha relajante y se metería en la cama lo antes posible a ver si conseguía algo. En cuanto llegó a casa se deshizo de toda la ropa que llevaba encima y se metió directa bajo el chorro caliente de agua, notó como poco a poco su cuerpo se iba destensando a medida que el agua recorría cada centímetro de su cuerpo y respiró hondo aliviada. Alargó la ducha todo lo que pudo, cuando salió se secó con calma y se puso el pijama más calentito y suave que tenía. Solo eran las siete de la tarde y ya estaba duchada, en pijama y tumbada en el sofá con la manta cuando su móvil vibró. No le apetecía moverse y menos hablar con nadie por lo que pasó y no contestó, ni siquiera se molestó en mirar quien era. El teléfono volvió a vibrar. Una, dos, tres veces más, quien quisiera que fuera no se iba a dar por vencido. Resoplando lo cogió y leyó los mensajes. 

Se levantó del sofá sin ganas y se dirigió hacia la puerta

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Se levantó del sofá sin ganas y se dirigió hacia la puerta. No tenía ganas de ver a nadie pero no pensaba dejarlo en la calle y sabía que por mucho que ella insistiera él no se iba a marchar. Apretó el botón que abría la puerta de la calle sin descolgar el telefonillo y esperó a que subiera Flavio con la puerta del piso entreabierta. No quería pagar con él su mal humor por lo que iba a intentar que su visita no se alargase demasiado. En menos de un minuto el chico salía del ascensor con una sonrisa de oreja a oreja que se difuminó en cuanto vio la cara de ella.

- ¿Qué quieres, Flavio? – le dijo colocándose en medio de la puerta con la intención de que el chico captase la indirecta y no entrara.

- ¿Cuánto hace que no duermes? – preguntó con tono duro -. ¿Me vas a dejar pasar o qué?

Samantha suspiró y se hizo a un lado dejando espacio suficiente para que entrase en casa. No hizo falta que ella lo invitase a ir al salón, se dirigió él solo dejándola plantada en el recibidor. Samantha se giró sobre sí misma y fue tras el chico. Tenía la casa bastante desordenada y tampoco quería que viera demasiado y se preocupase.

- Tienes esto hecho un desastre, Sam – dijo dejando unos vasos que había por allí encima dentro del fregadero.

- Lo iba a recoger ahora – mintió.

- Ya, claro.

- Que sí. De verdad, Flavio, ¿para qué has venido?

- Para verte – dijo sin dejar de recoger cosas -. Es evidente que no estás bien. Llevas unos días que parece que estés muerta, ni sientes ni padeces. Te despistas con más facilidad de lo normal, me he fijado que en los descansos te vas quedando dormida y muchas más cosas. Igual los demás no ven nada extraño, solo cansancio o una mala semana, pero yo no.

- Estoy bien.

- No, no lo estás. No hace falta que te hagas la fuerte, permítete estar mal. No pasa nada por que no seas la Samantha positiva y alegre una semana o dos o las que sean. Me preocupas, tu cuerpo va a acabar por colapsar.

- Deja de recoger ya, por dios – se quejó.

Flavio le hizo caso y se sentó junto a ella en el sofá.

- No me pienso ir hasta que vea que cenas algo, te veo capaz de no comer nada hasta mañana al mediodía.

- ¿Algo más, papá?

- Sí, que vengas aquí – dijo abriendo los brazos con la intención de abrazarla.

Samantha se dejó envolver y se recostó apoyando todo su peso en el cuerpo de él. Olía tan bien que estampó su cara en el pecho de él y suspiró fuerte intentando captar todo el aroma posible. Flavio la separó un poco de él y cogió su cara suavemente. Pasó sus dedos con ternura por cada rincón de su cara y se entretuvo cuando rozó los labios de Samantha. Esta los entreabrió y pilló el dedo de Flavio entre sus dientes.

- Au, que me dejas sin dedo.

- Que exagerado eres, si no te he apretado – rio.

- ¿Cómo que no? Si casi te llevas medio dedo. ¡Mira, mira! – dijo señalando la ligera marca que habían dejado sus dientes.

Samantha se reía a carcajadas, era la primera vez en esos días que había conseguido despejarse un poco y reír.

- Dame. Sana sanita, colita de rana, si no sana hoy sanará mañana – dijo ella muy seria.

- ¿Te estás riendo de mí?

- ¿Yo? Que va, para nada – dijo aguantando la risa.

- Serás mala.

Y Samantha volvió a estallar en carcajadas. Parecía un niño pequeño enfadado, solo le faltaba ponerse a hacer pucheritos, e igual que le estaba provocando la risa floja le estaba derritiendo el corazón.

- Quédate aquí sentada. Voy a ver que tienes en la nevera y te preparo algo – dijo levantándose del sofá.

- No, no tengo hambre.

- Me da igual. Vas a comer sí o sí.

- Vaaaale. Pues te ayudo y te quedas a cenar conmigo, entonces – dijo siguiéndole.

- Ni se te ocurra moverte, ya lo hago yo.

- ¡Flavioo! – se quejó.

- ¡Samanthaa! – dijo imitando el tono de voz que había usado la chica.

- Es mi casa. El que debería estar sentado eres tú – dijo cruzándose de brazos.

Flavio no contestó dando la conversación por acabada. El no saber donde estaban las cosas le ralentizó un poco pero en media hora consiguió preparar algo decente con las pocas cosas que había en la nevera. El hueco entre bocado y bocado lo llenaron bromeando y riendo animados, se notaba que estaban muy a gusto juntos. Flavio recogió los platos y los fregó junto a los pocos cacharros que había utilizado para hacer la tortilla que habían comido mientras Samantha se tumbó en el diván.

- Me voy ya, tienes mejor cara.

- No te vayas, por favor. Quédate un rato más – dijo Samantha con el rostro desencajado.

Flavio aceptó el hueco que le ofrecía Samantha y se tumbó detrás de ella abrazándola. Le había prometido quedarse un rato más pero no tardaría mucho en irse, los dos tenían que madrugar y quería que ella descansara todo lo posible. Entre besos, mimos y caricias los ojos de ambos fueron cediendo ante el cansancio hasta que acabaron rindiéndose y se quedaron profundamente dormidos.  



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¡Hola! Pues por aquí un nuevo capítulo con un poquito de azúcar jajajaja. Espero que os haya gustado. Intentaré subir el siguiente lo antes posible. 

Os leo en comentarios y por Twitter (@mariavv28), me encanta leer vuestras reacciones y opiniones. Nos vemos pronto <3

Todos mis sueños están en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora