Capítulo 6

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Las mañanas era el momento del día que más odiaba, pero hoy estaba muy emocionada como cuando era una niña y se levantaba corriendo para abrir los regalos de reyes. Se había puesto el despertador una hora y media antes de la hora en la que tenía que estar en el teatro para arreglarse, desayunar bien y salir de casa temprano para llegar lo antes posible. No era una persona que le gustase mucho madrugar y mucho menos era de ese tipo de personas que llegaban antes de hora a los sitios, al revés, si había que llegar de alguna manera Samantha siempre acostumbraba a llegar tarde. Pero esto era diferente era un trabajo que no podía perder y en su primer día no quería dar una mala imagen al resto del grupo.

Se había pasado el domingo leyendo una y otra vez todos los documentos que le había enviado Amanda y había tratado de memorizar todo el contenido posible. En la comida del viernes Amanda le había dicho que no era necesario que para esa semana se supiera todas las canciones y el guion, ya que la suplente sería la que haría las actuaciones hasta que ella estuviera preparada, pero quería tener todo bajo control cuanto antes y así sorprender aún más a la directora, si era posible.

Desde la noche del sábado no había sido capaz de quitarse de la mente a Flavio. Había repasado mentalmente el rato que habían estado en aquel banco sentados en silencio, no había dejado de pensar en esas miradas y sonrisas que compartieron después durante el resto de la cena, el paseo hasta casa compartiendo momentos de sus vidas y el posterior abrazo. Que abrazo. "Solamente fue un abrazo, Samantha. Un abrazo de amigos" se dijo a sí misma en un sinfín de ocasiones tratando de eliminar de su mente la extraña sensación que se le quedó al separarse de sus brazos.

A las ocho y media de la mañana Samantha salía de casa dirección a la que sería su nueva casa, sabía que iba a pasar más tiempo metida entre aquellas cuatro paredes del teatro que en las de su piso y es que pensaba pasarse horas y horas ensayando para que todo le saliera a la perfección. Había estado ensayando delante del espejo algunas partes del guion y creía llevar bastante bien la parte interpretativa. El domingo mientras comía llamó a Eva para pedirle algunos consejos básicos de interpretación y sobre cómo abordar el personaje de la mejor manera posible y estaba intentando aplicar todo lo que le había dicho su amiga. Decidió ir dando un paseo en vez de coger el transporte público porque iba con tiempo de sobras, se dedicó a mirar los escaparates de las tiendas cerradas por las que pasaba mientras iba haciendo una lista mental de lo que le gustaba para acercarse en algún momento a comprar algo de la nueva temporada que entraba. Se había acordado de coger los auriculares para escuchar las grabaciones que había hecho el día anterior de las canciones del musical mientras se dirigía allí e ir repasándolas.

Una vez en la puerta del teatro miró la hora en su teléfono y vio que había llegado diez minutos antes de las nueve, aún tenía tiempo. Apoyó la espalda en la fachada del teatro y se encendió un cigarro. Estaba nerviosa y fumar la calmaba, aunque no sabía si en ese momento lo conseguiría. La brisa le mecía los mechones que se escapaban del moño que se había hecho y le acariciaban la cara, sentía el aire fresco e intentaba aspirar el máximo posible.

- ¡Cariño! – gritó una voz desde la cera de enfrente.

Samantha se asustó y dirigió la mirada hacia donde provenía la voz. Al ver a la persona que daba saltitos de alegría y movía los brazos para llamar su atención se le escapó una carcajada.

- Pero que energía ya de buena mañana – rio.

- Anda, ven aquí – abrió los brazos con la intención de abrazarla -. No sabes cuánto me alegro de que te esté pasando esto, Sam. Te lo mereces tanto.

- Ay – suspiró -. Que me vas a hacer llorar, Evi. Venga va, vamos dentro que sino nos vamos a poner a llorar como dos magdalenas y no habrá quien nos pare – bromeó Samantha.

Todos mis sueños están en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora