Capítulo siete.

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"Ima steal your heart boy. You don't even know it"

Había ocasiones en las que sentía un vacío en su estómago. Un vacío que crecía poco a poco y lo comía vivo. Sentía que se caía a un obscuro abismo sin fondo, donde nada ni nadie lo podía ayudar, tenía miedo a estar solo. Dependía de alguien para no caer en ese abismo de depresión y miedo, sino que estaba con alguien sus propios problemas se lo comerían vivo. Su pueblo a veces era malo con él: a veces desunidos, egoístas, violentos, intolerantes, flojos, y sobre todo ignorantes; pocas eran las veces en donde todos se unían y lo ayudaban a salir adelante trabajando fervientemente. Lamentablemente él era como su gente, dependiente de alguien siempre y que no quiere cambiar, pero ya no más, ya no quería seguir con eso.

Pasó semanas pensando lo que le había dicho su pareja: "Me gustan los chicos malos". Él era malo, o mejor dicho, fue malo. Quería sacar a flote su relación, salvarla y que todo fuera como antes ―si es que alguna vez hubo un antes―, perdonar a todos y vivir en paz con el amor de su vida. Pero si quería componer todo él quizás necesitaba cambiar ¡y claro que lo haría! Aunque era cierto que tenía muchas cosas por las cuales preocuparse y que eran lo de menos, su vida amorosa colgaba de un hilo y quería ―necesitaba― apoyo y amor del contrario porque... ¡Su vida sin él no era nada!

Esa misma mañana se levantó temprano y comenzó su plan para su gran cambio. Se vistió algo "sexy" y comenzó a hacer el desayuno para su novio como buen... ¿Esposo? Realmente no sabía que eran. Después preparó la ropa y el baño para cuando su amorcito despertara y posteriormente comenzó a trabajar, necesitaba estar fuerte políticamente si quería cambiar. Cuando el ruso despertó se vio confundido y atontado, enfrente de él se encontraba la cosa más sensual del mundo, tanto que su querido "amiguito" comenzó a levantarse igualmente. México no tenía ganas de sexo, eso era de chicos "pasivos" y él obviamente no era uno; por lo cual se negó a ser penetrado por el otro que insistía tanto. Cuando el ruso no logró convencerlo se enojó por unos momentos y miró con rencor al otro que estaba saliendo del cuarto ―"Para qué te pones eso si no vamos a tener sexo. Imbécil, solo me provocas..."―pensó―.

Bajó a desayunar y notó que el mexicano había hecho una de sus horribles comidas para él ―aunque nunca le había dicho que no le gustaba―. Los "sopes" que estaban enfrente de él le causaban náuseas, y no es que estuvieran feos o algo así, para nada. El mexicano cocinaba muy rico, cocinaba muy rico su comida tradicional, pero la de él, que nunca en su vida había probado le daba asco, ni siquiera se le antojaba probar los tan populares tacos. Enarcó una ceja lo volteó a ver. Se encontraba agachado acomodando la despensa, mostrando sus redondos y definidos glúteos en un pantalón que le quedaba algo ajustado, definitivamente tenía un muy buen cuerpo. 

―I don't like this, I don't want it. (Esto no me gusta, no lo quiero.)―el otro volteó a verlo con un ceño preocupado―cook me something else right now, quick! (cocíname otra cosa ahora mismo, ¡rápido!)

Para el mexicano, que el ruso le hablara y ordenara de esa manera le era algo bastante normal, pero ahora no lo toleraría, ¿eso era de chicos malos, no? Sabía de antemano que el ruso se iba a enojar ¿pero no era eso lo que quería?

―Sorry? (¿Disculpa?)

[...]

Le hartaba un poco el humo del café abriendo los poros de su cara, sin embargo, valía la pena si el líquido oscuro era rico. Se encontraba trabajando en su oficina, ya era algo tarde, pero no le importaba mucho, igualmente no tenía nada que hacer en su casa. No tenía con quién salir o lugares a donde ir, ya conocía todos los lugares de sus tierras, ya conocía a todos los países ―o al menos había tenido ligeras conversaciones con ellos― así que no le quedaba más que trabajar y preocuparse por mantenerse estable, siempre.

Afuera estaba lloviendo y hacía frío, la nostalgia formaba parte de su mente en esos momentos y se sentía solo. Era necesario ignorar esos sentimientos porque lo obstaculizaban de sus metas a largo y corto plazo. Mientras respondía correos pensaba acerca de su vida, desde que es consciente de su propia existencia siempre ha estado solo. Alemania no era alguien introvertido, solo serio. Le gustaba pensar que con su propia compañía era suficiente, no eran del todo humanos, la socialización no era una necesidad básica para ellos, quizás y solo quizás optativa, porque la mayoría pensaba que era necesaria. El teléfono de su oficina sonó con una molesta tonada haciendo vibrar la mesa por el volumen. Tomó el objeto y contestó.

― ¡Ayúdame por favor!

Escuchó jadeos y un disparo de fondo, se mostró preocupado. No sabía quién estaba llamando, solo conocía que el idioma que habló era el español, pero no sabía que estaba diciendo.

―Excuse me, what is it? It's okay? (Disculpa, ¿Qué pasa? ¿Está bien?)

Nada.

La llamada se cortó y quedó confundido. ¿Quién había llamado?

I Keep on Falling  [AleMex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora