Dos mundos (II)

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Mi salvación se me presentó de una manera inesperada, y vino acompañado al mismo tiempo, de algo nuevo que ha seguido actuando en mi vida.

Una nueva nación se unió a nuestras clases dos meses después. Tan silente, con un rostro tan joven, pero tan maduro, fue lo primero que pensé por primera vez. Rumores acerca de él era la única información que había sobre su persona, era el sucesor de Imperio Alemán. Decían que era un asesino, que practicaba relaciones sexuales con sus cuidadores a pesar de ser menor de edad todavía. Otros, simplemente no querían hablar de él, le tenían miedo. Tenía una mirada tan pesada, pero nunca decía nada. Siempre tenía calificaciones perfectas y un aspecto pulcro, nunca llegó a convivir con él hasta que un día.

Iba caminando de regreso a su hogar se topó con él.

―¡Polonia!

―¡Alemania! ¿Qué haces aquí?

―Voy para mi casa, está cerca de aquí―al escuchar por primera vez su voz sintió escalofríos por su espina dorsal.

―Al parecer todos viven cerca de mi casa.

El mayor rio y lo volvió a mirar.

―Estás de paso, es eso―"Ya veo", respondí―.

―Hoy he asistido a tu clase―dijo animadamente―. Sobre la historia de Caín, el que llevaba una marca en la frente, ¿no? ¿te gustó?

Rememorando lo visto en su primordial clase de religión definitivamente no, ya que pocas veces me gustaba algo que tenía que estudiar. Sin embargo, no me atreví a decirlo, ya que me sentía como si hablara con una persona adulta. Contesté que la historia me gustaba. Alemania me dio unas palmaditas en el hombro.

―No necesitas decir mentiras, amigo, pero esa historia es realmente muy rara, mucho más de las que tratan en clase. El profesor no ha explicado mucho, solo lo rutinario, sobre Dios y el pecado, Yo pienso...

Continuó deconstruyéndome todo el relato, haciéndome dar cuenta de los espacios en blanco y continuidad, yo le miraba asombrado y asustado, acababa de hacerme cuestionar mis creencias.

―¿Tú crees que el asesinato de Abel tampoco fue de verdad? ―me atreví a preguntar.

―¡Claro que sí! Seguramente eso fue verdad. El más fuerte mató al más débil. Que fuera su hermano, eso si ya está dudoso, pero eso no tiene importancia, a fin de cuentas, todos somos hermanos. Ya no te quiero entretener más, ¡adiós amigo!

Dio vuelta por la esquina, yo me quedé solo, anonadado como jamás lo había estado. En cuanto desapareció, todo lo que me había dicho era lo más increíble del mundo. ¡Caín era un hombre bueno y Abel era un cobarde!

De cualquier forma, nunca había pensado tanto sobre una historia, aunque esto fuera o no la biblia. Tampoco me había olvidado tanto y por tanto tiempo de Rusia ¡Una tarde completa! Qué manera tenía Alemania de hablar de los cobardes y los valientes.

[...]

Mi asunto con Rusia, mientras tanto, seguía fatal. No podía sentirme libre, pues, aunque a veces me dejaba intranquilo por muchos otros días, yo me sentía encadenado a él, y no fue la última vez. En mis sueños siempre estaba ahí, como una sombra. Maltratándome, haciéndome daño o como su esclavo.

En medio de todo esto, pensaba en la historia que Alemania me había contado, pero no en el mismo. Una vez más soñé que era maltratado, pero esta vez en lugar de ser Rusia, era Alemania, que se arrodillaba sobre mi frágil y joven cuerpo. Y me sorprendí, ya que todo el sufrimiento de angustia que había tenido con el eslavo se convertía en gusto con el alemán. Este sueño lo tuve dos veces.

Un día, después de ser obligado por el ruso a recoger basura del río, en busca de algo del valor me preguntó:

―La próxima vez trae a tu hermano.

―¿Lituania? Rusia, no puedo hacer eso; además, él se negaría.

Supuse que aquella petición era para atormentarme de una nueva manera. Así lo acostumbraba, exigía cosas imposibles, me asustaba, me humillaba y luego me ordenaba a hacer algo para que me perdonara. Pero esta vez era distinta, no se enfadó ni algo de por medio, tranquilamente se retiró.

―Está bien. Ya tendrás tiempo para pensarlo.

Se fue, lo miré hasta que desapareció completamente de la escena. Crucé la plaza desierta con las manos en los bolsillos, nuevos tormentos se creaban en mí.

Una voz fresca y grave pronunció de pronto mi nombre. Alguien corría detrás de mí y sentí una mano que me sujetó suavemente. Era Alemania.

―¿Eres tú? ―pregunté con inseguridad―. ¡Qué susto me diste!

―Lo siento―me dijo con sus modales tan correctos―, ¡pero uno no se debe asustar así!

―Hay veces en las que no se puede evitar.

―Eso parece. Pero mira, si te asustas así significa que tienes miedo de algo o alguien, ¿será?

Touche.

―¿Quién es?

―No te voy a decir―dije negando rotundamente.

―Está bien, pero ese Rusia se me hace un patán, lo vi, estaba hablando contigo. ¿Te molesta?

―Sí.

―¿Le tienes miedo?

―No, bueno, sí.

―Entonces mátalo...

I Keep on Falling  [AleMex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora