Capítulo veinte

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Tal como un vampiro, mordió su cuello. México se alteró y dio un salto, pero fue derretido por los intensos chupetones que Polonia comenzaba a hacer.

―Te voy a marcar, para que seas mío y nadie te pueda lastimar.

La sangre coagulaba bajo su piel, que se enrojeció hasta llegar al rojo terracota. En sus ojos se miraba miedo y placer. No sabía que sentir, si seguridad, miedo o éxtasis, sea como sea, el polaco no iba a parar ahora. Lo acostó en el sofá de su propia casa y comenzó a desvestirlo. Ambos querían hacerlo. Hacer el amor, copular, llámalo como quieras, pero estamos de acuerdo que es un acto de atracción, no necesariamente de amor, pero el europeo quería que fuera así. Quería vincular un lazo con el mexicano porque no quería estar solo. Le tenía cariño, sí, ¿lo amaba? No, pero lo haría, y quería volverse loco de amor.

Nunca había tenido las riendas de su vida, siempre siendo cuidado y guiado por alguien, este último siendo Rusia recientemente. Pero después de darse cuenta y reflexionar, se dio cuenta de que reamente odiaba ser tratado como un niño pequeño. Ahora él sería el adulto encargado de algún niño, y sería de los sobre protectores. Si bien no quería depender de nadie, como dijo antes, no quería estar solo, porque la soledad le cala en el alma. Sabiendo que él y el americano vivieron lo mismo y ambos fueron víctimas, quería ser su padre, su maestro, su cuidador, y por supuesto, su pareja. No lo conocía al cien, pero sabía que era un amor de persona ―no le dijo nada nunca al verlo teniendo relaciones con su ex―, pero no importaba, ya tendrían tiempo para conocerse. La temperatura comenzaba a elevarse y sus cuerpos ahora sin ropa se rozaron en pleno éxtasis, no llegaron realmente a tener relaciones realmente, pero con suaves y ligeros toques bastó para volver al polaco loco. Lo marcó y lo hizo suyo. Tras acabar se quedó acariciando su pelo hasta que el moreno se quedó dormido, lo arropó y lo cargó hacia su cuarto. Se encontró en el pasillo a Mary, el ama de llaves del mexicano, ella miraba algo asustada a Polonia que venía cargando al dueño de la casa totalmente inconsciente.

―No te metas y no digas nada.

―Pero, ¿el señor México está bien?

―Sí, solo se quedó dormido. Está cansado...

[...]

Se levantó adolorido y somnoliento todavía. Sus ojos, a pesar de haber despertado hace rato, seguían sin enfocar nítidamente. Sabía que había otra presencia en su cuarto, sentía a alguien más ahí.

Se sentía tan vulnerable, allí, en su cama, en ropa interior y todo modorro como un niño. Ahora debía esperar a que su mamá le trajera su torta de huevo y chocomilk para mandarlo a la primaria. Pero no tenía mamá y mucho menos iba a la primaria. Era un país y un adulto, no se podía dar el lujo de quedarse todo el día en cama. Se irguió y de inmediato volvió a caer tras sentir náuseas.

―Estas despierto...―escuchó una voz a su lado―. ¿Dormiste bien México?

¿Alemania?

―¿Quién?―su vista por fin enfocó al ente frente a él―Polonia...

―Así es, ¿cómo te sientes?

―Débil.

―¿Te sientes mal? Puedo llamar a un doctor si quieres.

Su cuarto no era grande, mínimo 6x6 metros. El piso era de losa, sus muebles de madera de roble, y su cama matrimonial, tan suave y con colcha de señora ―porque no encontró otra en San Marcos―, junto a ella, una mecedora, donde se encontraba el europeo.

―Solo estoy algo mareado―tomó su cabeza―, ¿me podrías traer un vaso de agua?

―Aquí ya tengo uno.

Tomó el vaso y lo bebió lentamente, sintiendo como el frío líquido atravesaba su aparato digestivo.

―Muchas gracias.

―De nada.

―¿Puedo preguntarte algo?―el otro sintió―¿Fue un sueño o tú me....?

―Todo fue real, toca tu cuello.

Tal y como el otro lo indicó tocó su cuello, sintiendo un ligero ardor y las marcas de los dientes del polaco. Entonces no fue un sueño.

―Tranquilo, cicatrizará pronto.

―¿Qué hora es?

―Son las doce.

―Dios mío ¿Cuánto dormí?

―Realmente casi nada, desde la tarde de ayer. Deberías dormir más―tomó su rostro y lo acarició―, si no, se te marcarán más estas ojeras. Y la verdad no se ven bonitas en tu carita.

Tembló con su toque, pero se acercó más a él.

―No, tengo trabajo que terminar, lo de ayer y hoy.

―Entiendo, te veo al rato.

―¿Al rato?

―Tenemos mucho de qué hablar, tu tranquilo, yo me encargo de todo.

Se retiró del cuarto dejando al mexicano solo y confundido. Ahora estaba más confundido que nunca, y eso es mucho que decir, ya que la mayoría del tiempo estaba confundido.

¿Qué chingados pasó a noche? ¿Por qué llegó este ser hecho por dios a sodomizarlo?, ¿ahora cómo escondería esas marcas de su cuello? Y otra cosa, ahora debía ir al doctor, quizás sus venas tengan coágulos que le pueden causar otro infarto ―ya llevaba 4 en toda su vida―. Tenía que contarle esto a alguien, pero a sus hermanos no, quién sabe que dirían de él, no estaban en su mejor situación como para contarles sobre ello. No tenía a muchos para hablar, y todos estaban tan lejos y tan metidos en su vida que sentía que no valía nada. ¿Y si llamaba a Alemania? Lo extrañaba, sí. Ya llevaba rato de no verlo o hablarle, ¿pero y si estaba ocupado? El alemán trabajaba mucho, y lo que menos quería era molestarle. Eso sí, ahora que lo pensaba, tenía que arreglar muchas cosas, hablar con EUA, Rusia y hablarle a España. Era martes, día laboral. Todos tenían trabajo, y él se hacía pato en la cama. Si llamaba nadie le iba a contestar, pensaba. Decidió mejor empezar su día, aunque ya fuera tarde. Salió de la cama con dificultad y se metió a bañar.

[...]

Tecleaba como nunca las teclas del computador, tan concentrado en las palabras que escribía, olvidando la sensación de adormecimiento en sus glúteos y piernas.

―Señor Alemania, tiene una llamada.

―Pásela con mi secretaria por favor.

―Sí señor.

La señorita se dirigió a otro cubículo donde estaba una chica pintándose las uñas. Le entregó el teléfono recibiendo de ella una cara de incredulidad.

―Atiende la llamada, por favor.

―¿Por qué yo? Que lo haga el jefe.

―Está ocupado y me pidió que tú lo hicieras.

Resopló y atendió a la llamada. Estuvo media hora discutiendo con algún embajador de algún país que no era importante, colgó enojada.

Odiaba su trabajo, odiaba a sus compañeros y odiaba a su jefe, quisiera matarlo.

I Keep on Falling  [AleMex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora