Capítulos veintidós: Te llevo para que me lleves

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Y allí estaba él, acomodando minuciosamente cada rincón de la sala de su casa ―o mansión―. México venía a visitarlo, así que todo debía estar "perfecto", incluido él.

Desde que quedaron en verse, comenzó a usar los productos más caros del cuidado de la piel, comiendo saludable y yendo a gimnasio, compró lindas decoraciones para adornar su hogar, ya que, al no estar ahí por mucho tiempo, estaba prácticamente vacío.

Prácticamente estaba totalmente embobado por el mexicano, su relación se había estrechado a pasos agigantados y él estaba gozoso ¿era esto lo que más quería?, ¡por supuesto que sí!

Recientemente, habían estado hablando a diario a pesar de su diferencia de horarios, dedicándose canciones, recomendándose libros y coqueteándose minuciosamente. Cuál romance victoriano, ambos suspiraban por su amado.

Aunque, a pesar de todo, no podía dejar de sentirse preocupado por el hecho de que, Polonia se encontraba con el mexicano en la mayoría de tiempo. No conocía la razón de esto, y cada que preguntaba, el otro no sabía ni qué decir al respecto, porque no es como si él supiera, simplemente el europeo se le pegaba como garrapata. Pero no, no eran celos, solo inseguridad.

―¿Habré limpiado correctamente el baño? ¿Está la ropa acomodada por color? ...pero si sólo uso ropa gris, blanca y negra, igualmente no importa, creo que está bien eso.

―Sí, acomodó todo correctamente―su secretaria apareció detrás de él con unas llaves en la mano―Dios, él es tan distraído, no creo que se dé cuenta si algo está mal acomodado.

―¿Ya está aquí? ―susurró

―Está en el auto, pero viene en un rato, lo acaban de llamar por teléfono―revolvió el pelo del más alto y añadió―Ven, voy a peinarte.

[...]

―¿Bueno?

―¿Ya llegaste? ¿Qué tal el clima? ¿Llevas suéter?

Fue aturdido por más preguntas provenientes de Polonia, quién se negaba a dejar al americano solo en Europa.

―Sí, ya llegué.

―¿Tomaste tu medicina?―inquirió alzando una ceja del otro lado de la línea. Tenía que volver a su patria, pero quería estar unos meses más con México. Se había prometido cuidarlo desde las sombras, como una lechuza. No quería cometer otros errores, quería que el mexicano fuera feliz, y eso haría, claro, bajo sus condiciones―Tu resfriado puede empeorar si no lo haces, te lo recuerdo.

―La tomé apenas llegué al aeropuerto.

―Está bien―suspiró aliviado―Recuerda que te alcanzo allá luego.

―¿Cuándo es "luego"?

―No lo sé, pero estaré allá lo más pronto posible, te quiero.

―Está bien, te espero. Linda tarde.

―Hasta luego―colgó la llamada.

Maldita sea, ahora estaba todo rojo como salsa valentina. ¿Alemania sospecharía de esto? No era su culpa, ni siquiera sabía qué quería Polonia de él, era una víctima de su juego, de su adorable juego.

Procedió a ponerse un suéter, ya que ahí hacía un poco de frío ―quizás para otros no, pero para él sí― y salió del auto. Se sentía como novia llegando a la catedral de su pueblo, donde se casaría; solo que no era una novia y dudaba casarse de nuevo. Fue derechito a donde la secretaria del alemán le había indicado y tocó el timbre como la persona educada que era.

―¡Soy yo! ¡Abran! ―dijo en su mente, pensado en doña Mary, que por alguna razón reconocía su voz al gritar eso y le habría. Estaba a punto de reírse de sus pendejadas en voz alta cuando el seguro de la puerta fue quitado, haciendo que se abriera y relevando al ario hombre imponente que le veía como si se derritiera.

I Keep on Falling  [AleMex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora