04 - REGRESO

1.5K 90 59
                                    


El celular de mi padre sonó justo antes de la media noche.

  El mío había sido apagado hacía ya bastante.

Como el teléfono de la casa no paraba de sonar, lo desconectamos de la pared. La policía vino dos veces a sacar gente del patio delantero de la casa de mis padres; mamá por fin había tomado una pastilla para dormir y ahora yacía en la cama, perdiéndose afortunadamente del lío que aún había fuera. Claro que no habría podido soportarlo más; luego de que su mundo limpio y ordenado se hubiera disparado al infierno, no se había sentido tan bien. 

Milagrosamente, después de un arranque inicial de histeria, papá había estado lidiando bien con la situación.

Yo me disculpaba convenientemente, y cada que podía le recordaba la mucho que quería el divorcio (porque realmente lo quería). Él estaba dispuesto a culpar a las hormonas, o algo así. 

Pero todo eso (toda la calma y la comprensión) cambió cuando miró la pantalla de su celular. 

¿Dunoff? -respondió a la llamada; sus ojos me perforaban el alma desde el otro lado de la habitación. Mi estómago se encogió como consecuencia natural. Lo sabía, lo había decepcionado; ambos lo sabíamos. Mi padre sólo conocía a un Dunoff, y había una sola razón por la cual estaría llamando a esas hora en un día como aquél- Sí -dijo mi padre- Es una situación desafortunada, ya lo creo -las líneas en su boca se profundizaron, convirtiéndose en grietas- Es comprensible. Sí. Buenas noches, entonces -sus dedos se cerraron alrededor del teléfono y luego lo lanzó sobre la mesa del comedor- Tu pasantía se ha cancelado. 

Todo el aire se precipitó dentro de mí cuando mis pulmones se estrecharon hasta volverse del tamaño de dos monedas de un centavo.

Dunoff cree, con justa razón, que dada tu situación actual... -la voz de mi padre se desvaneció en la nada-

Había pedido muchos favores para conseguirme esa pasantía en uno de los más prestigiosos estudios de arquitectura en Portland. Y sólo una llamada telefónica de treinta segundos había sido suficiente para hacerla desaparecer. 

Alguien golpeó la puerta. Ninguno de los dos reaccionó. La gente había estado golpeándola durante horas. 

Papá empezó a pasearse de un lado a otro en la sala de estar, mientras yo sólo lo observaba como en un sueño. 

A lo largo de mi infancia, momentos como aquél siempre habían seguido un patrón determinado. Manuel se metía en una pelea en la escuela; la escuela llamaba a nuestra madre; mamá sufría un colapso; Manuel se encerraba en su habitación; papá llegaba a casa y empezaba a pasearse. Y yo siempre estaba en medio de todo, tratando de jugar a la mediadora; yo, la experta en no estar en problemas. 

Entonces, ¿qué diablos hacía de pie en medio de un maldito tsunami? 

Cuando éramos niños, yo jamás había causado problemas. Tenía buenas calificaciones en la escuela y había asistido a la misma universidad local que mi padre. Podría haber heredado su talento natural para el diseño, pero puse horas de mucho esfuerzo para obtener las calificaciones que tenía que obtener. Había estado trabajando a tiempo parcial en la misma tienda de café desde que tenía quince años. 

¿QUÉ PASÓ AYER? - PABLIZZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora