Decidí divorciarme mientras cepillaba mis dientes.Practicaba lo que le diría mientras peinaba mi cabello; pero no podía decidir así como si nada estas cosas. A excepción de anoche, cuando había decidido (aparentemente) casarme.
Decidir las cosas así de nuevo estaría mal.
Era eso, o me había vuelto una cobarde que tomaba la ducha más larga del mundo. Las apuestas se encontraban en el segundo lugar.
Santo, santo infierno. ¡Qué desastre! Ni siquiera podía comenzar a pensar en eso. Casada. Yo. Mis pulmones no funcionaban. El pánico esperaba justo a la vuelta de la esquina.
No había manera de que este deseo de desastre fuera tan sorprendente como lo era él. Vomitar en el suelo tenía que haber sido un gran indicio. Gemí y cubrí mi rostro con mis manos ante el recuerdo. La mirada de disgusto que me dio me perseguiría por el resto de mis días.
Mis padres me matarían si alguna vez se enteraban. Tenía planes, prioridades. Estudiaba para ser arquitecta como mi padre. Casarme con alguien a estas alturas no era parte del plan. En otros diez o quince años tal vez. ¿Pero casarme a los dieciocho? Joder, no. Ni siquiera había tenido una segunda cita en años, y ahora tenía un anillo en mi dedo. No había forma de que tuviera sentido. Era desafortunada; esta loca boda no era algo que pudiera ocultar.
¿O podía?
Mis padres podían no enterarse. Nunca.
A través de los años había hecho un hábito no involucrarme en cosas que podían ser vistas como desagradables, innecesarias o, sencillamente, estúpidas, y este matrimonio cabía posiblemente dentro de las tres categorías.
Pero... en realidad, nadie necesitaba saber. Si no lo decía, ¿cómo se enterarían? No lo harían. La respuesta era simplemente impresionante.
¡Sí! -chillé y alcé mis brazos en señal de victoria, golpeando por accidente la alcachofa de la ducha con el costado de mi puño. El agua se roció por todas partes, incluyendo directamente mis ojos, cegándome. Pero no importaba, tenía una solución-
Bien. Me llevaría el secreto a la tumba. Nadie sabría de mi extrema idiotez por estar ebria.
Sonreí con alivio, mi ataque de pánico retrocedió lo suficiente para que pudiera respirar. Oh, gracias a Dios. Todo estaría bien. Tenía un nuevo plan que me encaminaría al viejo. Brillante. Lo desafiaría y lo enfrentaría, haciendo las cosas bien.
Dieciocho años de edad con grandes planes no incluían casarse con completos extraños en Las Vegas, sin importar cuán hermosos fueran esos extraños. Estaría bien. Lo entendería. Con toda probabilidad, él estaría sentado afuera ahora mismo, calculando el más eficiente método para botarme y correr.
El diamante aún brillaba en mi mano. Aún no podía convencerme de sacarlo. Era como la Navidad en mi dedo, tan grande, brillante y resplandeciente. Aunque, pensándolo bien, mi esposo temporal no parecía exactamente rico. Su chaqueta y vaqueros se encontraban más bien... desgastados. El hombre era un misterio.
Espera. ¿Qué si estaba en algo ilegal? Tal vez me había casado con un criminal. El pánico corrió por mi espalda con ganas. Mi estómago se revolvió y mi cabeza palpitó. No sabía nada de la persona esperando en la otra habitación; absolutamente ninguna maldita cosa. Lo había sacado fuera del baño sin siquiera conseguir su nombre.
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¿QUÉ PASÓ AYER? - PABLIZZA
RomantizmDespertar en Las Vegas nunca debió ser así. • Esta es una adaptación. Todos los créditos correspondientes a la escritora original. & RW