09 - GUIDO

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Todo esto fue un error -dijo Josue- Estoy seguro que Marizza está dispuesta a dejar esto tanto como Pablo lo está. Y con este generoso acuerdo financiero ella se podrá mover hacia un futuro brillante.

Tampoco puedes ponerte en contacto con el Sr. Bustamante nunca más, de ninguna manera. Cualquier intento de su parte para hacerlo se verá como un incumplimiento del contrato -sacó su lápiz y se echó para atrás con una falsa sonrisa y las manos cruzadas sobre su vientre- ¿Queda claro?

No -dije, frotándome el rostro con mis manos-

Ellos realmente pensaron que me degradaría por conseguir ese dinero. Un dinero que no hice nada para ganar, no importaba lo tentador (y hasta cierto punto necesario) que era aceptarlo. Por supuesto, ellos también pensaban que le vendería la historia a la prensa y que acosaría a Pablo en cada momento libre por el resto de mi vida.

Pensaban lo peor de mí.

Creo que puedo decir -continué- con toda la honestidad del mundo, que nada de esto está claro.

Marizza, por favor -Josue me dio una mirada decepcionada- Vamos a ser razonables.

Te diré lo que... -me paré y saqué el anillo que guardaba en el bolsillo de mis jeans; luego lo arrojé al mar de papeles en la mesa- Le das esto a Pablo y le dices que no quiero nada. Nada de esto.

Los abogados se miraron nerviosamente entre ellos como si necesitaran más papeleo antes de que pudieran permitir que me fuera agitando los brazos.

Marizza...

No quiero vender su historia, o acecharlo, o lo que sea que esté especificado en la cláusula 98. No quiero su dinero.

Josue tosió una carcajada. Que se pudra. El bastardo falso podría pensar lo que quisiera.

Theo frunció su ceño ante mi gran y brillante anillo descansando inocentemente en medio de aquél desastre.

El Sr. Bustamante no mencionó un anillo -me dijo-

¿No? Bueno, ¿por qué no le dices al Sr. Bustamante que se lo puede meter por donde mejor le quepa?

¡Srita. Spirito! -Theo se quedó con la cara indignada- Eso no es necesario.

Voy a tener que estar en desacuerdo contigo, Theo.

Salí corriendo del comedor de la muerte y me dirigí directamente a la puerta principal tan rápido como mis pies podían llevarme. La fuga inmediata era la única respuesta. Si tan sólo pudiera llegar lo más lejos posible para tener todo el tiempo suficiente y recuperar el aliento para tener un nuevo plan y así poder tratar esta ridícula situación. Eso me haría bien.

Un jeep negro se detuvo cuando yo avanzaba por los escalones delanteros, queriendo huir.

La ventana se bajó, y me mostró a mi guía de la noche anterior, Guido, sentado frente al volante. Me sonrió detrás de sus gafas de sol negras.

¿QUÉ PASÓ AYER? - PABLIZZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora