13 - VERDADERO

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Mi cuello se agarrotó.

El dolor me atravesó mientras lentamente me enderezaba y parpadeé alejando el sueño de mis ojos. Me froté los brazos, tratando de quitar el entumecimiento.

Auch -me quejé-

Pablo retiró una mano del volante y la extendió para frotar mi nuca con sus dedos fuertes.

¿Estás bien?

Sí, debí haber dormido muy mal -me enderecé en el asiento, echando un vistazo a nuestro alrededor, tratando de no disfrutar demasiado el masaje de cuello. Porque por supuesto, él era muy bueno con sus manos-

El señor Dedos Mágicos masajeó mis músculos de la espalda en un cierto orden y con aparente poco esfuerzo. No se podía esperar que lo resistiera. Era imposible. Así que en su lugar, gemí audiblemente y dejé que continuara haciéndolo.

Hallarme apenas despierta era mi única excusa.

El sol apenas se ponía. Los árboles altos y sombríos se apresuraban en el exterior. Tratando de salir de Los Ángeles, quedamos atrapados en un atasco de tráfico del tipo que esta chica de Portland nunca había visto. A pesar de mis buenas intenciones, no hablamos. Nos detuvimos y conseguimos comida y gasolina. El resto del tiempo, Johnny Cash se reprodujo en el estéreo y practiqué pláticas en mi cabeza; ninguna palabra salió de mi boca.

Por alguna razón, me negaba a poner fin a nuestra aventura e ir por mi cuenta; no tenía nada que ver con comportarse como una adulta, y todo que ver con lo cómoda que me empecé a sentir con él.

El silencio no era incómodo; era tranquilo; refrescante incluso, haciendo que valiera la pena el drama de ayer. Estar con él en la carretera... había algo liberador al respecto.

Alrededor de las dos de la mañana, me quedé dormida.

Pablo, ¿dónde estamos?

Me dio una mirada de reojo, con la mano aún masajeando mis músculos.

Bueno...

Una señal pasó rápidamente afuera.

¿Vamos a Monterrey?

Ahí es donde está mi casa; deja de tensarte -ordenó-

¿Monterrey? -repetí incrédula-

Sí, ¿qué tienes en contra de Monterrey, eh? ¿Tuviste algún mal momento en un festival musical? -bromeó-

No -respondí rápido, sin querer parecer desagradecida- Solamente es una sorpresa, sólo no me di cuenta que estábamos, mmm... fuera del país, en Monterrey. Pero está bien, no imaginaba que tuvieras una casa... aquí.

Pablo suspiró y salió de la carretera. El polvo flotó y piedras golpearon el Jeep. Guido no estaría contento. Él se giró para enfrentarme, apoyando un codo en la parte superior del asiento del pasajero, encajonándome.

¿QUÉ PASÓ AYER? - PABLIZZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora