El corazón golpeteaba con insistencia mi pecho.Sus labios se juntaron con los míos, haciéndomelo más fácil.
Suave, pero firme, eso sin duda. Sus dientes juguetearon con mi labio inferior. Luego lo chupó. No besaba como había visto a los chicos de película hacer, aunque no podía definir con exactitud la diferencia. Era sólo mejor... y más.
Infinitamente más.
Su boca se mantenía presionada contra la mía, y su lengua se deslizó dentro, frotándose con la mía. Dios, él sabía muy bien. Mis dedos se deslizaron entre su cabello como si siempre lo hubieran querido. Me besó hasta que no pude recordar nada de lo que sucedió antes. Nada de eso importaba.
Su mano se deslizó alrededor de mi nuca, sosteniéndome en el lugar. El beso siguió y siguió. Me iluminó de pies a cabeza; no quería que terminara.
Me besó hasta que mi cabeza giró y me sostuve fuertemente de él para no caer. Luego se echó para atrás, jadeando, y puso su frente contra la mía una vez más.
¿Por qué te detienes? -pregunté cuando pude formar una frase coherente. Mis manos tiraron de él, tratando de traerlo de vuelta a mi boca-
Shh, relájate -tomó una respiración profunda- ¿Te acuerdas de algo? ¿Algo de esto te es familiar?
Mi mente confusa por el beso se quedó en blanco, maldición.
No, no lo creo.
Una arruga apareció entre sus cejas.
Eso es una lástima -murmuró-
Las manchas oscuras bajo sus hermosos ojos marrones parecían haberse oscurecido. Lo decepcioné de nuevo; mi corazón se hundió.
Te ves cansado -le dije-
Sí. Tal vez sea momento de cerrar los ojos -plantó un beso suave en mi frente-
¿Fue un beso de amigo o de algo más? No sabría decirlo. Tal vez eso también era sólo para fines científicos.
Lo intentamos ¿eh? -expresó-
Sí, lo hicimos.
Se puso de pie, recogiendo la botella de cerveza. Sin él para que me cobijara, la brisa que sopló hizo que mis huesos temblaran. No; fue el beso lo que realmente me hizo temblar. Hizo volar mi siempre amorosa mente.
Pensar que tuve una noche de besos como éste... y la olvidé.
Quería golpear algo para deshacerme de esa maldita frustración.
¿Te importa si me voy contigo? -pregunté-
No, en absoluto -me tendió una mano para ayudar a levantarme-
Juntos, caminamos de regreso a la casa, subiendo las escaleras al dormitorio principal (al único que tenía cama). Me quité los zapatos mientras Pablo trataba con su propio calzado. Nos acostamos sobre el colchón, sin tocarnos. Ambos mirando al techo, como si las respuestas estuvieran ahí.
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¿QUÉ PASÓ AYER? - PABLIZZA
RomansDespertar en Las Vegas nunca debió ser así. • Esta es una adaptación. Todos los créditos correspondientes a la escritora original. & RW