"tú y yo juntos tomaremos el mundo para siempre."
✿
La rodilla de Pablo se sacudió todo el camino de regreso a Los Ángeles.
Cuando puse mi mano sobre su pierna se dedicó, en su lugar, a jugar con mi anillo de bodas, dándole vueltas en mi dedo. Parecía que los dos estábamos sintiéndonos nerviosos, dadas las circunstancias.
Nunca había subido a un helicóptero antes. La vista era espectacular, pero era ruidoso e incómodo. Podía entender por qué la gente prefería los aviones.
Una cadena de luces, desde la calle hasta las casas y hasta las torres brillantes de gran altura en Los Angeles iluminaban el camino.
Todo lo relacionado con la situación había cambiado, pero seguía siendo el mismo manojo de nervios que necesitaba dormir cuando dejé Portland unos días atrás.
Guido se acomodó en un rincón, cerró los ojos y se durmió. Nada le inmutó. Por supuesto, no había razón para eso. Era parte de la banda, y también de la vida de Pablo.
Aterrizamos un poco después de las cuatro de la mañana, retrasándonos mínimamente por el papeleo de salida. Peter, el guardaespaldas, se quedó esperando en el helipuerto con cara de negocios.
Sr. y Srita. Bustamante, joven Guido -nos acompañó a una gran SUV negra que esperaba cerca-
Directo a casa, gracias -dijo el último luciendo animado-
Su casa, no la mía.
Los Aangeles no tenía buenos recuerdos para mí.
Luego estábamos instalados en el lujoso auto, encerrados detrás de las ventanas oscuras. Me dejé caer hacia atrás contra los blandos asientos, cerrando los ojos. Me sorprendió que pudiera estar tan condenadamente cansada y preocupada a la vez.
En la mansión, Paula esperaba, apoyada en la puerta principal, envuelta en algún pañuelo rojo que parecía caro. Su asistente personal no me daba buenas vibras, pero me decidí a encajar en ese momento.
Pablo y yo estábamos juntos.
Que se joda, tendrá que adaptarse. Su pelo negro brillaba, fluyendo sobre sus hombros, nada fuera de lugar. No había duda de que mi apariencia era de alguien que había estado despierta durante más de veinte horas.
Peter abrió la puerta de la SUV y me ofreció una mano. Podía sentir los ojos de Paula concentrándose en la forma en que Pablo pasó un brazo alrededor de mí, manteniéndome cerca.
Su rostro se endureció cual piedra. La mirada que me dio era veneno. Cualquiera que fueran sus problemas, yo estaba muy condenadamente cansada como para lidiar con ellos.
Paulita -cacareó Guido corriendo por las escaleras para deslizar un brazo alrededor de su cintura- Ayúdame a encontrar el desayuno, oh, bellísima.
Sabes dónde está la cocina, Guido.
El despido brusco no detuvo a Guido de llevarla con él. Los primeros pasos de Paula vacilaron, pero luego se pavoneaba una vez más, siempre exhibiéndose.
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¿QUÉ PASÓ AYER? - PABLIZZA
RomanceDespertar en Las Vegas nunca debió ser así. • Esta es una adaptación. Todos los créditos correspondientes a la escritora original. & RW