2. Cae la noche y amanece en París

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Poseedora del conocimiento de la humanidad, producto de tantas generaciones vividas (y sufridas), se aventuró nuevamente al mundo. Ella no había estado en Europa y Francia parecía el lugar idóneo. París, la ciudad del amor, parece prometedora.

La idea romántica de un lugar mágico la atrapó. Una Sakura con más escrúpulos se camuflajeó entre la gente y esta vez cada paso lo planificó cuidadosamente. Es así que pasó como su propia descendencia al menos durante unas cinco décadas.

La década de los 80's estaba comenzando y con ella un pincelazo de la nueva civilización: expresiones salvajes y eroticas que estaban permitidas -algo impensable treinta años atrás- .

"Que buena epoca para vivir" se dijo a sí misma. En todo este tiempo no se permitió desarrollar lazos significativos, todavía tenía miedo de ser ella misma ante el mundo. Poco importaba cuando la noche caía, sabiéndose poderosa paseaba tranquilamente durante las noches, conociendo la faceta inmoral de París entusiasmada por el nuevo impacto literario de la escritora Anne Rice "Entrevista con el Vampiro". Es así que enamoró de la idea de los vampiros y su posible ubicación en Europa. Por supuesto siendo una bruja -un ser mitológico, según los mortales de estos años- sabía que los vampiros no eran un cuento inventado para asustar niños. Sabía que eran reales, pero caprichosos y vanidosos, no era sencillo encontrarlos y mucho menos relacionarse con ellos. La única certeza que tenía de su existencia era la palabra de su protector, el que vive allá en las tinieblas, y francamente eso era suficiente.

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Una mujer seductora e inusual, como ella, era presa perfecta para los cazadores nocturnos. Una parte de ella anhelaba ser acechada y atacada por uno, deseando comprobar que no era la única "aberración" entre los humanos. Es así que en realidad, la presa estaba acechando al cazador. Fingiendo debilidad y vulnerabilidad, para luego atacar.

¿Qué haría si encontraba uno?

Todavía meditaba si lo quería como amigo, un vampiro no necesita amigos (a lo mucho, requiere aliados, pero son demasiado engreídos para ello). Probablemente y de forma infantil, preguntaría si su vida ha sido tan complicada como la de ella, esperando recibir un consuelo.

Cae la noche y amanece en París

Esa noche salió más tarde de lo habitual, casi media noche. Llevaba el cabello en una coleta, usando un coqueto fleco ocultando el rombo sobre su frente, intentando ser una más entre el montón. El top que apenas cubría su torso deslizaba sutilmente con la cadencia de sus pasos y el perfume natural de su piel -a flores de cerezo- invadía el olfato de los transeúntes.

Se incorporó a un club lleno de luces estroboscópicas y bebidas adulteradas (que no tenían efecto sobre su cuerpo). Más de una vez alguien se quiso pasar de listo y alterar su bebida, pero no había manera de drogar a una bruja.

Se entregó a un festín de música ofensiva que golpeaba violentamente cada uno de sus sentidos (y se preguntó si los humanos podían sentir lo mismo que ella). Compartió miradas lascivas y caricias inofensivas con algunos extraños, pero así jugaba ella, nunca había un más allá, ellos jamás podrían con su ritmo en la intimidad.

Algunos cuantos pasos erráticos en las personas que le rodeaban le hicieron darse cuenta que ya estaban bastante intoxicados, era hora de regresar a casa, tomando la ruta larga y esperando que esa noche fuera la noche elegida.

En el día en que todo ocurrió ♫

Los callejones de París eran particularmente interesantes, la posibilidad de perderse era inminente si no conocías los pasajes. Aquello jamás le sucedería ella. Se perdía a propósito tanto como se perdía en sus ideas, ¿era hora de sentar cabeza e intentar algo serio? ¿entonces qué propósito tenía su excepcionalidad?

-Un vida normal, que decepcionante. Aspira a más, Sakura-

Una voz grave interrumpió sus ideas caóticas. Lo había encontrado, o el la había encontrado a ella. Leyó sus pensamientos como si se tratará de quien espía una conversación ajena y lo supo, él era lo que estaba buscando... y más.

Admiró sus delicadas y masculinas facciones -contradictoria combinación- en una envoltura de piel pálida y tersa. Su aroma suave a menta y sus ojos: oscuros que con el reflejo de la luna parecían emitir destellos carmín. El cabello azabache y largo pero peinado en una coleta que dejaba admirar mejor su rostro. Vestido con prendas negras y algunos accesorios metálicos, como queriendo perderse en la noche, poco necesitaba para resaltar su ya insoportable belleza. Maldita sea, su protector no le había dicho que podían ser tan atractivos.

-Yo... no... espera, cómo sabías que...?-

Titubeó, fingiendo sorpresa. Sakura había pasado bastante tiempo con humanos y vaya que había aprendido a sonar ingenua -y estúpida- como ellos.

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Como un sueño de locos sin fín

Pasaron las horas y conversaron mientras caminaban por la senda que daba hacía la Torre Eiffel. Al llegar frente a ella ambos fingieron verla por vez primera, contemplando la luna llena sobre París.

-Y bien Itachi, volveré a verte?-

-Por supuesto, espera por mí, te encontraré para regalarte una noche que nunca vas a olvidar-

Sakura estaba encantada por el místico atractivo de aquel hermoso hombre, lo dejaría llegar tan lejos como quisiera hasta voltear la situación y ser ella quien le dé una sorpresa a ese joven tan especial.

Hijo de la luna (En Curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora