Capítulo 20

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Capítulo 20:

"Una sonrisa tuya me hace inmensamente feliz."

-Yo también te amo.
Respondí mirándole a los ojos, perdiéndome en su mirada y en la ternura que está me ofrecía.
-Te amaré por el resto de mi vida.
Murmuró Max, dedicándome una de sus tantas sonrisas, aquellas que me erizaban la piel....
-Eso es mucho tiempo.
Dije suspirando despacio, lenta y calmadamente porque no había prisa alguna. El negó con la cabeza.
-Nunca había deseado amar a alguien por tanto tiempo como a ti, cada vez que cierro los ojos me imagino un futuro contigo, no podría imaginarme dentro de cinco o diez años sin ti.
Deje que sus brazos se deslizaran por mis costados, sus manos terminaron en mis mejillas y las acariciaron, sentí que con esa caricia me entregaba todo su amor, su cariño, su sinceridad...su felicidad.
-Te amaré por el resto de mi vida.
Imité sus palabras anteriores pero quizás con un tono más seguro, como si aquello se tratase de una promesa, una de esas que no se pueden romper por ningún motivo del mundo. Lo abrace con dulzura, era un abrazo especial donde nuestros latidos se unían y se hacían uno solo, porque eso es lo que éramos...uno solo desde aquella tierna mañana.
-Max...
Murmuré escondiendo mi rostro su pecho, su mano derecha subió con cuidado desde mí cintura hasta mí cabeza y sus dedos se enredaron ágilmente entre mis cabellos.
-Dime.
Susurró casi sin despegar sus labios.
-Cuando nos conocimos...y desde que te convertiste en uno de mis mejores amigos siempre supe que tendríamos algo lindo, pero jamás imagine que sería así de lindo.
Él se limitó a soltar una corta, delicada y perfecta risa. Yo volví a hablar.
-También sabía que iba a terminar queriéndote pero no amándote como lo hago.
Sus dedos acogieron con más suavidad mis cabellos y su brazo apretó un poco mi cintura, solo para tenerme más cerca de su cuerpo.
-No sabes cuánto tiempo espere porque esto pasara...no tienes idea de cuánto...
Sus manos alejaron mi cabeza de su pecho e inmediatamente sus labios besaron los míos, con una ternura indescriptible.
-Lo sé, mi amor, lo sé.
Murmuró contra mi boca y volvió a besarme, sentí una calma recorrerme de pies a cabeza y solo pude corresponder el beso de la mejor manera posible, él se alejó completamente, me sentí extraño, casi solo, pero aún era riesgoso que estuviéramos así, besándonos afuera de su casa.
-Prometo que en cuanto tenga la oportunidad le diré a mis padres sobre lo nuestro.
-No es necesario Max...sí no quieres.
-Pero yo si quiero.
-¿Si?
-Sí, mi vida.
-Estaré ahí, para apoyarte.
-No, prefiero hacerlo a solas con ellos.
-Comprendo.
-¿Te iras a tú casa?
Negué con la cabeza mientras mis brazos se balanceaban de un lado a otro.
-¿Vamos a comer helados?
-¡Sí!
Respondí con tanto entusiasmo que él se largó a reír, negó un par de veces con la cabeza y luego sus ojos se enfocaron sobre los míos.
-¿Tienes dinero, Thom?
Fruncí el ceño y negué.
-Ni yo...pero sí tengo suerte mamá me prestara. ¿Me esperas?
Moví la cabeza en un asentimiento y el ingreso a su casa, pasaron dos, cuatro, siete minutos hasta que al fin apareció, con una sonrisa de media luna pegada a sus labios.
-¿Vamos?
-Vamos.
Sus dedos se entrelazaron a los míos y caminamos en silencio, un silencio bastante cómodo...así como siempre eran los silencios junto a él. Mis pies se movieron al ritmo de los suyos, íbamos completamente sincronizados y además felices, aunque no sonreíamos pero la felicidad no siempre se expresa con sonrisas. Cruzamos un par de calles, yo solo lo seguía porque no tenía idea de la heladería a la que iríamos, estábamos a solo unas calles del colegio, entonces recordé que por esa misma calle había una heladería, una a la que habíamos ido hace poco.
-¿Iremos a la que está por aquí, verdad?
Esa pregunta fue casi innecesaria porque ya estábamos ingresando al lugar, el pidió dos helados, uno de vainilla y otro de chocolate. Sonreí internamente, el recordaba mí sabor favorito de helado y eso me
Provocaba una ternura increíble al igual que todos esos encantadores detalles que él tenía conmigo.
-Gracias.
Musité, tomando el pequeño cono de helado con mucho cuidado para que no cayera, el mantuvo el suyo de la misma forma y caminamos fuera del lugar, nos sentamos en una de las tantas mesas que se encontraban afuera.
-Thom.
Dijo dándole cortas lamidas a su helado, alce la vista para poder observar su rostro y dije:
-¿Sí?
En un suave murmuro.
-Nada.
-¿Entonces?
-Solo me encanta escuchar tú voz, por eso hice que hablaras.
Me sonroje al sentir su tierna mirada sobre mí rostro, sus palabras eran capaz de dejarme mudo, sin poder articular ni siquiera un "ah", pero ese sonrojo desapareció de inmediato y cambio por una expresión de sorpresa. Él estaba ahí, no lo recordaba...mejor dicho no había pensado en él de nuevo, pero ahí estaba, reviviendo aquella incómoda pero no tan incómoda cena. Su cabello rubio brillaba como la primera vez que lo vi, acompañado por esos perfectos risos y esa mirada, penetrante y seductora, caminaba con tanta elegancia que me provocaba escalofríos. Esa sonrisa, tan encantadora y tan fingida como siempre, Max no pudo pasar por desapercibido la atención que yo involuntariamente, le estaba prestando a ese chico.
-¿Quién es?
Inquirió observando mi rostro, de seguro esperaba que mí vista se fijara sobre la suya pero seguía sobre el rubio.
-Xavier, el hijo del jefe de mí padre.
Murmuré muy bajo, para que él no me escuchara, luego de luchar internamente conmigo mismo pude dejar de observarlo y me enfoque en el tierno rostro de Max, quien ahora tenía una expresión algo desconcertada, podría decirse que algo molesta.
-¿Cuándo lo conociste?
-Hace un tiempo, cuando fui a una cena con mi padre.
-¿Es gay, verdad?
-Sí.
Murmuré sintiéndome culpable por la atención que le había prestado hace unos instantes.
-¿Por qué no me habías hablado de él?
-Era innecesario, apenas sé su nombre.
Me encogí de hombros para quitarle importancia al tema, Xavier entro a la heladería, esperaba con ansias que volviera a salir, quería verlo...aunque Max estuviera ahí. Mi mirada se plasmó sobre la puerta y no sé despego por varios minutos.
-¿Qué tiene la puerta?
Me encogí nuevamente de hombros y obligadamente tuve que volver a mirarlo, aunque la ternura en sus ojos le quito toda la importancia a que Xavier estuviera ahí, dando vueltas en el interior de la heladería y limitándome a observarle.
-Terminemos los helados para irnos.
Su voz denotaba algo de enojo, comí en silencio y la puerta se abrió dándole paso a la perfección. Ahora nos miramos, mis ojos se juntaron con los suyos y sonreímos, ni siquiera me percaté de que Max estuviera desesperado, sin saber qué hacer ante aquella escena.
-Mira a quien tenemos aquí, Thomas.
Se acercó a la mesa, aun sonriente y fingiendo sorpresa.
-Xavier.
Respondí casi hipnotizado por la perfección de su sonrisa.
-¿Qué tal?
Alzo ambas cejas y enfoco la mirada en Max por unos segundos, quien le respondió el gesto de muy mala gana.
-Esté debe de ser un amigo tuyo, ¿no señor heterosexual?
Ambos reímos pero nos detuvimos en seco cuando Max dijo:
-Soy su novio.
Xavier asintió con la cabeza y me observó, a sabiendas de lo que su mirada provocaba en mí.
-¿Podría sentarme con ustedes?
-No, ya nos íbamos.
Max respondió por mí y se puso de pie, Xavier libero una corta y casi irónica risa.
-Bien, Thomas ten esto.
Me entrego un pequeño sobre color blanco con letras en la parte de afuera.
-¿Qué es?
Inquirí examinando el sobre.
-Una invitación, mi padre dijo que sí veía a tu padre que se la entregara...pero como solo te encontré a ti supongo que puedo dártela. ¿No?
Asentí y Max entrelazo firmemente sus dedos con los míos.
-Nos tenemos que ir, adiós Xavier, fue un gusto.
Y me jalo con más fuerza aún, tuve que caminar a su lado con bastante rapidez y sin poder despedirme de Xavier, quien se quedó observándonos.
-Thomas, deja de mirarlo.
Volví la vista al frente y me sonroje.
-Te lo estabas casi comiendo con la mirada.
Soltó mi mano con brusquedad cuando nos encontrábamos ya lejos de la heladería.
-Lo siento.
Las peores palabras que se pueden decir en un momento así, Max las ignoro por completo y siguió caminando.
-Te iré a dejar casa y luego me iré a la mía.
Dijo cruzando una de las calles junto a mí.
-Aún es temprano, ¿no puedo ir a tu casa?
-No, Thomas, no puedes.
Baje la mirada y seguí sus pasos, él estaba molesto y era mí culpa.
-Oye, Max.
-¿Qué sucede? ¿me dirás que lo sientes?
Asentí dejando escapar un largo suspiro.
Negó y seguimos caminando, quedaban unas calles para llegar a mí casa.
-Lo arruine.
Murmuré tomando su mano y obligándolo a entrelazar nuestros dedos. Los primeros segundos sostuvo nuestro agarré de mala gana pero luego con suavidad y ternura, como siempre lo hacía.
-No importa.
Se acomodó a mí lado y me abrazo, así caminamos la última calle hasta mí hogar, abrazados y en silencio.
-De verdad lo siento, te amo.
El asintió y se alejó de mí cuando llegamos a la puerta de mi casa.
-Nos vemos...el lunes.
-¿Y mañana?
-Mañana es sábado, aprovecharé para repasar algunas materias.
-¿Y el domingo?
-Haré lo mismo.
-Lo siento.
-Ya no digas nada, Thomas.
Me dedico una pequeña sonrisa, pero no era como todas sus sonrisas...era diferente, forzada, traía consigo algo de dolor.
-Yo...solo lo estaba mirando.
-Así como me miras a mí, y creí que era la única persona que provocaba ese brillo en tus ojos, pero veo que no.
Se encogió de hombros y acaricio mi mejilla, también sentí la caricia diferente a las otras.
-Pero, no es lo mismo Max.
Alejo su mano de mí rostro y asintió.
-Nos vemos, cuídate.
Esperaba un "te amo" o al menos un "te quiero" pero no hizo nada más que darse la media vuelta e irse, se perdió al final de la calle...y todo era mí culpa.

Rompiendo reglas |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora