CAPITULO 30

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Cuando Becky salió de la habitación entraron otras cinco personas que cargaban las bolsas y maletas depositándolas en el piso

-le ayudo – le dije a una señora que tambaleaba por la gran cantidad de cosas que tenía sobre ella, tome un par de bolsas

-gracias – me miro agradecida por el gesto de ayudarla

-¡es tu trabajo! – le grito Max a esta señora, quien volvió a tomar las bolsas pero yo no la deje

-yo me ofrecí a ayudarla –le respondí fulminándolo con la mirada. Quien se creía que era para andarle gritando así a las personas, aunque fueran sus empleados eran humanos y no merecían ese tipo de trato

-no jovencita, el señor Max tiene razón – voltee a verla – por favor- me suplico tomando las bolsas, al verla las solté y ella sonrió agradecida. Quizá la metería en problemas si me resistía y no quería que se quedara sin ingresos para vivir por mi necedad.

-tú no tienes que mover un solo dedo en esta casa, con un solo chasquido de dedos- dijo y los chasqueo – los gatos vendrán a atenderte- fruncí el ceño obviamente molesta por su estúpida actitud de “me creo el señor todo poderoso” – date un baño, cuando salgas todo estará acomodado, te pones linda y bajas a comer ¿de acuerdo? – No le importó que lo fulminara con la mirada- ¡Becky! – grito sobresaltándome y ella en menos de un minuto ya estaba a un lado nuestro

-¿si señor?- pregunto

-ahora estarás a su cargo las veinticuatro horas del día, le ayudaras en lo que sea necesario, ella será tú prioridad

-por supuesto señor – asintió ella

-bien, la quiero abajo lista para comer – dijo mientras caminaba por el pasillo

-vamos linda, no querrás hacerlo enfadar- dijo mientras me daba empujoncitos adentrándome al baño – aquí le dejo esta bata se la pone y sale, la esperare afuera- dijo y cerró la puerta -¡muévanse! – la escuche gritar. Me metí a bañar como me dijo y fue cuando explote, comencé a llorar suplicando que todo esto fuese un mal juego, una pesadilla, que en cualquier momento despertaría a lado del hombre de mi vida. Pero sabía que por más que lo quisiera la realidad era otra, estaba bajo el mando de este hombre, bajo su techo, bajo sus reglas. No podía recuperar mi compostura, estaba demasiado débil. –Apresúrate mi niña – toco a la puerta Becky y solo fue así como pude recuperarla a medias, no podía mostrarme débil delante de él, no le daría el gusto de verde doblegada. Salí envuelta en la bata. En la habitación solo se encontraba Becky, todos los demás se habían ido. Me sonrió y m indico que me sentara en una silla que estaba delante de un gran espejo, todo el maquillaje estaba acomodado, parecía de película todo este lujo- ¿te ayudo a maquillarte o lo haces tú sola? – cuando me vi en el espejo pude ver el miedo que emanaban mis ojos

-lo hare yo – le dedique una sonrisa débil, baje la mirada y había tantas cosas que no me decidía por algo y no tenía ni una pizca de ánimo. Tome el maquillaje y me lo puse, luego polvo, me puse un poco de sombra bronce, rímel y labial rojo, no tenía ganas para esmerarme más. Becky, quien me observaba puso sus diminutas manos en mis hombros

-mi niña, lamento mucho el hecho que estés aquí, pero entre más obedezcas no te ira tan mal ¿bien? Tenemos una hora para que estés abajo con el señor Max – me senté de lado y ella termino mi maquillaje perfeccionándolo

-Becky… ¿porque lamentas el hecho de que este aquí? ¿Qué me pasara? – todo mi rostro mostraba piedad y respuestas, ella me sonrió para tranquilizarme pero no me daba lo que quería… respuestas.

-tú no eres como las demás… tú no te volviste loca por tantos lujos, ni te crees dueña de la casa… eres buena, tienes los pies sobre la tierra- paso un mechón de cabello detrás de mi oreja

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