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—No te atrevas a dar un paso más maldito pervertido si no quieres morir— amenace enojado.
El alfa quiso acercarse a mí, sabía exactamente en donde estaba y al parecer los golpes que le di no fueron muy severos como me hicieron creer.
— No me hables así mi omega te necesito, por favor déjame sentirte—pidió nuevamente el alfa.
— ¿Sentirme? Eres un maniático, un demente.
Se encontraba parado cerca de la camilla sus ojos estaban vendados pero yo supe cuáles eran sus intenciones.
— No aguanto las ganas de abrazarte ahora que por fin te encontré después de muchos años.
—Si te atreves a ponerme un dedo encima te castro, estoy harto sé que lo haces para que me disculpe.
—Omega mío, eres mío.
—Eres un asco, jamás seré tuyo— mi enojo quería salir hasta por los poros.
—Soy tuyo y tú eres mío desde hace muchos siglos atrás—volvió a responder el lobo.
— Ya me canse de tus delirios, Jeon Jungkook me disculpo por quitarte la puta vista y por enloquecer a tu estúpido lobo. ¿Eso es lo que querías escuchar no?
Esta vez se quedó en silencio no omitió palabra alguna, lo que agradecí porque me estaba frustrando ese estúpido no paraba de mencionar a un omega invisible y lo peor me confunde con uno cuando claramente no lo soy.
—Me voy Jungkook, recupérate pronto y ya no te cruces en mi camino—intento hablarme pero ya había cerrado la puerta por su cara.
Salí intranquilo de la habitación mi mente estaba en completo desorden no aguanto a ese estúpido alfa y no me aguanto a mí mismo.
Después del vomito que tuve mi cuerpo comenzó a tener dolencias fantasmales estando allí dentro.
Pude escucharlo gritar después de haberlo dejado, todo el temblor que tenía y mis dolores desaparecieron a como me alejaba del lunático esto me está afectando de alguna u otra manera...
—Estúpido lobo anormal ¿En serio mis golpes causaron vesania en ti?—susurre para mí mismo.
— ¿Me hablas a mí? —pregunto Jimin caminando detrás mío.
—Es obvio que no tarado—gruñí por lo bajo.
— ¿Entonces hablabas solo? —siguió cuestionando sin perderme el paso.
— ¿Puedes irte de aquí y perderte? No quiero tener que mandarte yo mismo con mis puños.
—No hace falta—respondió sin decirme alguna cosa más.
