Capítulo XXII. Desesperación

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Capítulo XXII. Desesperación
A la mañana siguiente, el primero en despertar fue el pequeño Saeki, quien fue muy emocionado para saludar a su hermosa Hiyo. Pero se llevó una muy desagradable sorpresa. La pequeña no estaba en su habitación. Se asustó muchísimo y corrió al cuarto de Masamune para decirle lo que había sucedido.
-¡papá, papá Masamune!-exclamó muy alterado y entró a la habitación rápidamente.
-¿qué ocurre, mi niño?-preguntó asustado. El pequeño había entrado a su habitación sin más y lo despertó de golpe.
-H-Hiyo... ella no está en su habitación-expresó.
-¿cómo?-exclamó alterado. Era parte de su actuación. Debía fingir que no sabía nada.
-hace poco fui a su habitación, pero cuando entré, ella no estaba. Alguien debió habérsela llevado. Tengo miedo. No quiero que la lastimen-dejó salir las lágrimas el pequeño.
-ven, mi amor-extendió sus brazos para que el pequeño lo abrazara. El niño lo hizo sin rechistar. Ansiaba tanto sentir el calor del azabache. Ahora este no sería más su papá sino su mamá.
-papá Masamune-el mencionado lo miró-, sé que este no es un buen momento, pero... ya todos sabemos que estás esperando un bebé y todos lo vamos a querer... lo que quiero decir es que...
-¿me estás preguntando si voy a seguir amándote a ti o a tus hermanos después de que nazca mi hijo?-acarició la mejilla del pequeño.
-no, no es por eso. Lo que quiero decir es que, quiero decir... bueno, ya no quiero decirte papá Masamune-el mencionado se sintió triste.
-pero ¿por qué?
-no, no te pongas triste. Me entendiste mal. Lo que quiero decir es que, no quiero decirte papá. Quiero decirte mamá Masamune, ¿puedo?-preguntó el pequeño, temeroso. El azabache lo miró enternecido.
-pero claro que puedes. Así es como le dices a Takafumi. Yo no tengo ningún problema en que me llames mamá. De hecho, es algo que hace que mi corazón se llene de calidez. Tú sabes que eres mi hijo, al igual que tus hermanos-abrazó al pequeño castaño contra su pecho-. Pero bueno, hablando de algo más. ¿Qué será de Hiyori? No tenemos ni idea de dónde ir a buscarla.
-eso es lo que me da miedo. Mami, ¿y si algo le sucede?-habló el pequeño con miedo en su voz.
-no temas, mi niño. Estoy seguro de que ella está bien. Te aseguro que nada malo le va a suceder-abrazó a su hijo y este se puso a llorar. Masamune también se permitió el llorar. Estaba lastimando profundamente a una personita tan importante para él.
Pasó un rato más y los demás pequeños también se enteraron que la pequeña Hiyo había desaparecido. Todos se pusieron tristes y amenazaban con llorar.
-¿por qué? ¿Por qué mi hermana no está aquí?-preguntó la más pequeña de todos. Masamune no le respondió, desde que se había levantado, hasta ahora, un mareo lo estaba azotando con mucha fuerza.
-¿mami?-preguntó la pequeña. Ahora ella también le decía mamá. El mencionado la miró y pudo ver temor en sus pequeños ojos. La tomó entre sus brazos y la cargó. Le sonrió con muchísimo esfuerzo. Sentía que sus fuerzas lo estaban abandonando. En ese momento, el timbre de la casa comenzó a sonar y tuvo que bajar a la niña para ir a atender. Se llevó una sorpresa al ser golpeado en la cara con un puño. Sabía a la perfección de quién se trataba. El golpe lo tiró al suelo y de inmediato, un intenso dolor lo hizo cerrar los ojos y llevó una mano a su vientre de cinco meses.
-¿qué se supone que estás haciendo?-preguntó un niño castaño, de 13 años. Corrió hacia aquel lugar y se colocó frente a Masamune.
-Saeki, hazte a un lado-le ordenó su madre, quien estaba de pie, frente al pequeño y amenazaba con querer golpear al azabache nuevamente.
-¡no! ¡No voy a permitir que lastimes a mi mamá!-el peli azul lo miró incrédulo-. Sí, él también es mi mamá. Forma parte de mi familia y carga en su vientre a nuestro futuro hermano o hermana. ¿Cómo te atreves a hacer algo tan bajo? ¿Cómo fuiste capaz de lastimar a mamá sabiendo el estado en el que se encuentra? De nuevo estás lastimando a las personas que te rodean porque no eres capaz de entender las cosas. Piensas que solamente tú tienes la razón y que nadie puede cuestionarte. Ahora mira, mamá Masamune está tirado frente a ti, y ni siquiera lo has dejado defenderse; además de que has puesto la vida de nuestro hermano en peligro-expresó el pequeño, furioso con el hombre que tenía frente a él.
-está bien, mi amor. No tienes que preocuparte por mí. Y-yo estoy bien-trató de reincorporarse, pero un intenso mareo lo hizo volver a caer de rodillas, además de que su tono era cada vez más pálido. Quería juntar fuerzas para levantarse, pero por fin, todas se agotaron y se dejó caer hacia atrás. Su cuerpo comenzó a temblar y sus labios se volvieron morados. De un momento a otro, también comenzó a convulsionar.
-¡mamá! ¡Mamá!-exclamó el pequeño, quien se acercó a él y se colocó a su lado. Takafumi también recuperó la conciencia y se apresuró a ayudar a su amigo. Rápidamente colocaron un trapo en su boca para evitar que se mordiera la lengua y entre Takafumi y Zen trataban de controlar al azabache.
-llama una ambulancia, Zen, rápido-le suplicó su amado. Sus ojos estaban llenos de lágrimas al ver a su amigo de esa manera. El mayor atendió su pedido y todos pudieron calmarse cuando el azabache dejó de convulsionar. Pero se asustaron aún más al no sentir su respiración para nada.
-¡no! ¡Mamá no puede morir! Él tiene que ver a su bebé. Por favor, mamá, que no se muera-exclamó el pequeño abrazando al peli azul. Este lo abrazó con todas sus fuerzas contra su pecho. La ambulancia llegó casi enseguida y atendieron al azabache. Se preocuparon al no sentir los latidos de su corazón.
-esto no es bueno. Creo que el señor acaba de sufrir un paro cardíaco. Si no lo atienden pronto, no podremos hacer mucho para salvarle la vida-habló el paramédico.
-por favor, salve a mi mamá. También salve a mi hermanito, por favor-le suplicó el pequeño, hecho un mar de lágrimas.
-haremos lo posible por salvarlos-le sonrió el paramédico.
Sacaron al azabache en la camilla y lo subieron a la ambulancia.
-¡yo iré con él!-exclamó Takafumi.
-yo también quiero ir-dijo el pequeño.
-no, mi amor. Tú tienes que cuidar a tus hermanos. Te aseguro que Masamune estará bien-el niño entristeció, pero asintió. Zen miró a su hijo y lo abrazó con todas sus fuerzas. Él también debía ir al hospital, pero primero dejaría a los niños en casa de sus suegros. No sería bueno para los niños estar en un lugar así. Condujo hacia la casa de los señores Yokozawa y les dejó encargados a los niños. De ahí, dio la vuelta para dirigirse al hospital. Al estar dentro, buscó a su amado con la mirada y lo encontró, sentado en la sala de espera y llorando. Se acercó a él sin dudarlo y este al verlo, lo abrazó.
-¿qué ocurrió con Masamune, mi amor?-preguntó el mayor, preocupado al ver de esa manera a su amado. Temió por un momento que el azabache hubiera muerto. Al escuchar el nombre de su amigo, este se aferró con más fuerza a su cuerpo.
-M-Masamune... é-él...
-no me digas que...
-n-no, él no está muerto. Pero el médico me dijo que está muy grave. Al parecer, Masamune tenía la presión muy alta y no supo cómo controlarla. El médico lo está atendiendo en este momento, porque espera que no haya sufrido de eclampsia-Zen continuó abrazando a su pareja, cuando el doctor apareció para hablarles del estado de salud del azabache. Takafumi se acercó a él de inmediato.
-¿cómo está Masamune, doctor?-preguntó preocupado.
-lo siento mucho. Parecer ser que el joven Takano Masamune no había estado consciente de su condición. Su presión estaba por las nubes. Sufrió un paro cardiaco de camino hacia acá, pero creo que lo peor fue que... sufrió además de un derrame cerebral. Su condición en estos momentos es crítica. Debemos operarlo para reparar las arterias dañadas, además de limpiar las zonas afectadas-comunicó el doctor.
-pero ¿cómo está el bebé?
-debemos hacer una cesárea. De seguir con el embarazo, corremos el riesgo de perderlos a ambos. Con permiso, me retiro-el médico se fue y dejó a ambos chicos solos.
-e-es mi culpa. Si yo no hubiera hecho lo que hice. Si no hubiera atentado contra su vida...
-eso no es verdad. Tú no sabías que él tenía la presión alta. De haberlo sabido, lo hubieras tratado de otra manera.
-si algo le sucede a Masamune, no seré capaz de mirar a mis hijos a la cara.
-oye, te preocupas demasiado por Masamune. Recuerda que nuestra hija está desaparecida.
-¿qué estás diciendo? Masamune es como un hermano para mí. No puedo simplemente abandonarlo. Él fue quien más me apoyó cuando tú no estuviste a mi lado. Y... y no es que no me preocupe por nuestra hija, pero...
Inevitable las lágrimas volvieron a salir y se talló los ojos con las manos. Zen suavizó sus gestos y decidió acercarse a abrazarlo.
-está bien, está bien. Ya no llores. Masamune se pondrá bien-trató de consolar al menor.
-eso espero...

Un amor dolorosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora