"Hemos hecho lo que estaba en nuestras manos"

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En la oscuridad de mi habitación se encuentraban todos mis pensamientos, mezclándose entre sí para después volver a separarse de nuevo. Mi pensamiento primordial era el hecho de que ya no era virgen, Lucas y yo habíamos hecho el amor. Una sonrisa se desplegó en mi cara y casi podía volver a ver su rostro mientras me miraba intensamente, mientras nos perdíamos el uno en el otro. Pero ese hermoso pensamiento se mezclaba con nuestro despertar, como había entrado Damien y había sacado de la habitación a Lucas. No había escuchado mucho de lo que habían dicho pero debió de ser bastante gordo para que Lucas le golpease.

Suspiré y me tapé entera con las mantas. Había sido una noche fantástica pero Damien tuvo que estropearlo. Entendía que estaba dolido, había perdido a su padre hace años y seguramente eso sea una de las peores cosaa que le puede ocurrir al ser humano, superar a sus progenitores pero Lucas también sufría y no hacía falta que Damien se lo recordase cada minuto y menos que le echara la culpa de todo. Él no la tenía, ni cuando era niño ni ahora.

Mi móvil me sacó bruscamente de mis cavilaciones con una molesta vibración. Gruñí y lo cogí con vagancia. En la pantalla estaba escrito un nombre que hacía que mi pecho se hinchase de enfado y rencor. Damien. 

Dudé unos segundos sobre si debería cogerlo o no. Mi subconsciente no  para de repetirme que era un gilipollas y que debería de mandarle a paseo. Aun así, deslicé mi dedo sobre el círculo verde.

- ¿Sí? - dije lo más fría que pude.

- Creo que deberías venir - oí que susurraba. No sabía por qué pero su oscuro tono me daba mala espina.

- ¿Y por qué debería ir?

- Tu querido novio está teniendo un ataque de nervios - dijo sin darle importancia.

Por mi parte salté de la cama, tropecé con un peluche y me di de morros contra el suelo. Gemí de dolor y me tumbé bocarriba buscando algo de alvio. Creía que me había partido la nariz. Quien sí se partía de risa era Damien pero me sorprendió al escuchar una sonrisa apagada y sin esa picardia que siempre me daba mala espina.

- ¿Qué ha pasado? - susurré.

Su risa desapareció de mi altavoz y fue cambiado por un largo suspiro. Un suspiro cargado de tristeza que hizo que todo mi cuerpo cayese en un pequeño agujero. Algo malo, muy malo, había ocurrido.

- Ven aquí y te explicaré todo.

Colgué sin dar respuesta y corrí a vestirme. La adrenalina comenzaba a rebasar mis venas mientras me subía los pantalones. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué le había ocurrido a Lucas? ¿Había tenido algo que ver con Damien? Bajé las escaleras intentando no hacer demasiado ruido pero los escalones retumbaban bajo mis pies. Me sentía inquieta en el asiento trasero del taxi mientras que el hombre de cuarenta años que conducía el vehículo no paraba de intentar de establecer conversación conmigo. Yo me limitaba a asentir y hacer un pequeño comentario de vez en cuando aunque ignoraba el tema de sus palabras. Cuando vi el hospital dejé un billete y salí corriendo hacia las puertas de cristal.

- ¿Hola? - pregunté después de entrar a la habitación de su madre pero estaba vacía. Vacía.

Volví corriendo a recepción con un nudo en el esófago. Pregunté allí por su madre pero al dar el nombre de Amanda Smith el rostro de la mujer se torció delante de la pantalla. Algo se estrujó en mi pecho cuando dijo esas palabras. Lucas era huérfano, Melissa era huérfana.

Lucas.

La tristeza, la impotencia, la rabia. Todo aquello me nublaba. No podía para de repetir esa escena en mi mente. Mi madre postrada en la cama y ese pitido rítmico que me había acompañado desde mi llegada de Londres se había convertido en un pitido único que se metió en mi cabeza y se clavó en mi cerebro. Ese pitido que proclamaba a los cuatro vientos que su corazón se había detenido. Damien fue quien llamó a las enfermeras, yo ya había perdido la cabeza en ese momento. Sé poco de lo que ocurrió pero Damien me dijo que me había vuelto medio loco y que mientras lloraba había golpeado todo lo que se encontraba a mi alcance. Por suerte, unos enfermeros me sacaron de ahí y me dieron un tranquilizante.

¿Quererlo? No lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora