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—Estoy a cuarenta y dos grados —comenta Jacob de repente sin dejar de conducir.
Chiara intenta que su cuerpo entre en calor, pero termina por rendirse y se acerca al castaño para poder abrazarlo por su brazo libre.
—Gracias —susurra la pelinegra tras soltar un corto suspiro de alivio—. Debe de ser increíble nunca sentir frío.
La chica sigue temblando ligeramente, aunque tuviera dos playeras y una chaqueta sobre su cuerpo.
—Es cosa de lobos —comenta Jacob con diversión sin alejar su mirada de la carretera.
—Es cosa de Jacob —termina por responder Chiara con una sonrisa en su rostro.
Los dos se mantienen callados hasta que el castaño estacionó el auto enfrente de la casa de la italiana.
—Es increíble hasta dónde puede llegar la ambición de Bella —comenta el chico tras ver como su amiga se alejó de él.
—No la creía capaz de intentar matarme —admite Chiara—. Sé que me odia, pero esto llegó muy lejos.
—¿Te sientes mejor ahora que sabes todo sobre mí? —pregunta Jacob de repente para cambiar de tema—. Viste lo que le pasó a Emily, Sam se enojó, se descontroló por un segundo y ella estaba cerca de él.
Chiara se mantiene callada, esperando a que su amigo termine de hablar y se obliga a no imaginar dicha escena.
—Ya no puede regresar el tiempo —recuerda Jacob—. Tengo miedo de que pueda enojarme contigo o con Bella.
Chiara se apresura a negar y se acerca al castaño sin alguna segunda intención de su parte.
—Sé que no lo harás —le asegura la pelinegra con una pequeña sonrisa en su rostro—. Eres fuerte, Jake.
Los dos se quedan callados unos segundos más, hasta que Chiara tuvo intenciones de salir del auto.
—Espera —la detiene el castaño y cierra la puerta bruscamente—. Hay un vampiro en tu casa.
—Sí, es mi casi cuñada, Verónica —le explica Chiara confundida.
—No, hay más vampiros —la pelinegra se acerca a él—. Siento su olor, voy a sacarte de aquí.
Jacob enciende el auto, pero Chiara dirige su mirada hacia el retrovisor y se da cuenta de que el convertible rojo de Rosalie se encontraba estacionado.
—Es el auto de Rose —susurra la pelinegra sorprendida—. Debe de ser ella.
La italiana no duda en salir del auto sin esperar a Jacob que la siguió con velocidad.
