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¿Dónde estarán?

La respuesta era sencilla, como lo habían dicho antes, en sus tiempos libres lo pasarían en la sala común. Sabía eso, Ron lo había exclamando varías veces. Sin embargo ella ya no podría entrar ahí y hasta esperar a que salgan de ahí o hasta que comience el almuerzo sería arriesgarse, evitar que Padma se encuentre con su hermana y Lavander sonaba tentador pero igual de imposible como domesticar a un dementor.

Se detenió un instante, se encontraba en el primer piso, se apoyó en una pared, no pasaban muchos estudiantes, algunos pasaban cerca pero se desviaban hacía las escaleras para arriba.

¿Qué les diría? ¿cómo comenzaría?

—Harry, Ron. Tengo que hablar con ustedes...— ¡no! Sería repetir lo mismo de antes. Se sentía como haber fallado una segunda vez, haberlos decepcionado una segunda vez.

No sólo era la noticia, sino que se los había ocultado, desde el principio debió habérselos contando, sin embargo el miedo le había ganado, y la vanidad, se había sentido capaz de poder impedir ser transferida a Slytherin, sola y sin ayuda de nadie, había reprendido un millón de veces a Harry por ocultar todo lo que le pasaba o como se sentía y cargar con peso solo, sin embargo ella misma había actuado de esa forma. Se había contradecido a sí misma, a sus principios y consejos.

-¡Hermione! -.

Astoria Greengass venía corriendo de una forma muy extraña, con las manos elevadas como si estuviera bailando, traía el cabello mal peinado y ojeras, en cierta forma la hacía ver tierna.

-Hola Hermione, Snape te está buscando. Estaba tipo: "la señorita Granger tiene que estar en menos de cinco minutos en mi despacho", -hizo una imitación idéntica y graciosa de Snape, haciendo reír a Hermione pese a los problemas que tenía en ese momento. -estaba irritado, de mal humor, aunque bueno, yo no soy muy buena que digamos en descifrar el estado emocional de las personas... sobre todo el de un profesor tan inexpresivo, tsh, tsh, no, no, no. Tengo que irme, tengo cuidado de criaturas mágicas, nos vemos más tarde.

De igual forma que la vio llegar la vio alejarse, corriendo con los brazos a la altura de los hombros.

Suspiró. Iría a su despacho y se iría rápido.

El camino hacia abajo, con el miedo de encontrase con Theodore Nott o con alguien de Gryffindor. No sabía si ese momento estaba perdiendo clase o no, de todas formas no importaba, no tenía el horario, después de recibirlo no tendría más escusas.

Su cabeza planeaba mil formas de darle la noticia a sus amigos, pero ninguna le parecía convincente, que ya no estaría en la misma casa que ellos. Que ya no podrían quedarse conversando todo el día en los sillones de la sala común de Gryffindor, con la fogata ardiendo o que ya podrían darse esas escapadas tan imprudentes. Ya no, había muchas cosas que cambiarían.

Aún tenía el nudo en el pecho, los problemas no la dejaban respirar con tranquilidad, la angustia, el miedo, la paranoia, desearía ser una persona despreocupada, así al menos podría respirar tranquilamente. De niña había tenido el mismo problema, cuando rompía algo siempre tenía ese nudo en el pecho, hasta que sus padres descubrían lo que había roto.

Cuando llegó al despacho del profesor Snape tocó la puerta, al instante, la puerta se abrió y Hermione entró. El profesor Snape, pese a ya no impartir las clases de pociones conservaba aún su despacho, seguía tan lúgubre como siempre, poco iluminado, con ese aspecto oscuro, las paredes oscuras estaban cubiertas de estantes con grandes jarras y embalses de vidrio, llenas de cosas viscosas, repugnantes, como trozos de animales y plantas putrefactas, flotando en pociones de diferentes colores. En un rincón se encontraba ese armario tan famoso, que los estudiantes decían que guardaban secretos de Snape. A la vista de Hermione y como Harry había dicho, Snape había incrementado la cantidad de frascos con ingredientes y pociones desconocidas, que extraño.

¿Hermione Granger o Riddle? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora