Una propuesta que nadie pidió

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Emma había despertado y tuvo el desayuno junto con James quien parecía estar de muy buen humor.

La chica no quería hacer nada en todo el día, de igual forma no tenía nada más que hacer que en pensar en todos los problemas por los que ha pasado.

Prefirió pasar el día haciendo algo para ella misma.

Tomo sus acuarelas y un cuaderno de dibujo. Emma no sabía nada sobre dibujo pero algo en ello la hacía sentir libre y relajada.

Solo cerró sus ojos y trato de pensar en algo que la haga sentir feliz. Trazaba gruesas pinceladas con colores pasteles e imitaba todo lo que llegaba a su mente.

— ¡Listo! — Enuncia emocionada al terminar de pintar.

Para su sorpresa, ni siquiera sabía lo que había hecho. Un montón de colores vivos y líneas mal hechas pero buscándole sentido, se dio cuenta que no solo era un cúmulo de colores.

Si giraba la cabeza podia notar que se trataba de un retrato. No era James, su padre ni su madre. Se trataba de Chris.

Su pelo oscuro y alborotado, sus ojos tentadores y  aquella sonrisa que no sacaba de su cabeza

Esa era la razón por la que Emma odiaba su cerebro. Por más que se convencía a sí misma de que ha olvidado a Chris y que solo fue algo momentáneo, su propia mente lo traía de vuelta.

"¿Cómo se aprende a olvidar?" — Se preguntó

Dejó de pintar porque claramente no le hacía bien. Buscó su violín en su caja oculta y decidió tocar la hermosa melodía que siempre tocaba para su madre.

No había vuelto a tocar aquella canción desde que su madre falleció porque la hacia sentir nostálgica. Pero después de 6 años de su muerte, creyó que sería buena idea rememorar aquellos momentos cuando no tenía problemas.

Colocó su atril de partituras en la esquina de su habitación y encima de este puso las notas de aquella canción que ya había olvidado cómo tocar.

Emma relajó sus hombros y con la cabeza en alto y mandíbula hacia dentro empezó a rozar el arco por las cuerdas del violin generando una dulce y natural armonía que la tranquilizaba y le traia recuerdos

— ¿Emma? — Tocan la puerta.

De forma enfurecida dejo de tocar su violín y abrió la puerta donde James se encontraba con gestos de molestia

— ¿Si? — Pregunta

— ¿Eres tu la del violin?

— Si — Afirma emocionada — ¿Te gusta?

— De hecho, trato de leer y ese irritante sonido me está dando jaquecas. Sin ofender.

— ¿Y qué insinúas que quieres que haga? — Cuestiona — Quizás le podrías decir a papá que te de otra habitación.

— ¿No podrías bajar el volumen un poco? — Sugiere

— Hasta donde se, el violín no viene con interruptores de volumen.

— Por favor Emma, no seas terca. 

"¿Quién se cree este para llamarme así?" — Dice en su mente

La ira dentro de Emma aumentó. Toda su vida ha tocado el violín sin que nadie la mande a "bajar el volumen" y apenas llega James y ya le está ordenando que se detenga.

— Esta bien, lo siento mucho — Dice con un falso tono.

Emma no podía estar más ansiosa por que James se largue de su mansión. Pero desafortunadamente ese apenas era el principio de todo.

Fue una semana completa en la que tuvo que comportarse y tratar de ocultar sus sinceras opiniones hacia James.

Pero debía de admitir que no fue tan aburrido. Llegaron a hacer distintas actividades entre ellos que fueron mucho mejores que aquel día en que salieron al autocinema.

De todos modos, a pesar de que Emma tuvo una casi buena semana, todas las noches dormía pensando en el chico con el que sí podía ser ella misma.

Se preocupaba que había pasado una semana y no lo volvió a ver nunca más.
Quería saber si al menos se encontraba vivo y observar su calida sonrisa y ojos cautivadores una vez más.

"Quizás aún siento cosas por Chris"

Era obvio.

Por otra parte, Chris tuvo toda una semana para empacar sus cosas y prepararse para salir  de Londres. El día de mañana sería su último día en la ciudad por lo que también sería su última oportunidad para despedirse y disculparse con Emma.

Lunes en la mañana y Emma había despertado porque algo la desconcertaba. Esta vez no eran ruidos o toques en la puerta, sino que el silencio en la mansión era sospechoso.

Lo normal era escuchar platos chocando en la cocina o susurros por parte de las sirvientas pero esa mañana no se escuchaba nada.

Y no solo era el silencio, sino que el calor dentro de la habitacion era impresionante.

Abrio las ventanas y un candente sol calentaba el jardín y todos los alrededores de la mansión. Pensó que hoy sería un buen día para ir a la playa pero no quería arriesgarse a ser vista.

Tomo una ducha fria para enfriar el ambiente y se vistió con un vestido fresco un tanto descubierto.

Mientras bajaba las escaleras veía que las sirvientas actuaban extraño. Despolvaban cosas dentro de la mansión que usualmente no debían de ser limpiadas.

— ¿Buenos días? — Saluda Emma con confusión

— ¿Cómo le amanece? — Preguntan tratando de ocultar la sonrisa.

— ¡Con mucho calor! — Exclama — ¿Por qué hay tanto silencio acá abajo?

Nadie le dio una respuesta, en cambio todas miraban con una sonrisa inmensa hacia las espaldas de Emma quien con el ceño fruncido y un poco de miedo se giró.

"No puede ser" — Grita en su mente

Emma hubiera deseado que todo fuera un sueño o más bien, una pesadilla.

Detrás de ella se encontraba James con un elegante traje y un ramo de rosas. A un lado estaba su padre tratando de mantenerse de pie y Dolores sostenia un celular el cual parecia que grababa el momento.

— Oh, mi hermosa Emma — James se acerca poco a poco.

Emma no sabía qué decir o cómo actuar, pero dentro de ella corrian miles de palabras las cuales no podría decir en voz alta.

Solo rogaba en lo más profundo de su ser para que no sea lo que parecía. Pero al ver que James se arrodillaba frente a ella mientras sacaba una cajita de su bolsillo, todas sus esperanzas cayeron.

— Emma — Abre la cajita — ¿Me harías el honor de casarte conmigo?

Cautivado por mi herenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora