12. Cruel Summer

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0:25 “Lo que no me mata me hace quererte más” —Taylor Swift

NEAL

Por primera vez en mi vida estoy nervioso en un ensayo de la banda. No debería siquiera llamarlo “nervioso” a estar malditamente sudando bajo mi camiseta de manga larga. Eso sería hipócrita de mi parte, pero trato de no pensar en ello mientras escucho a los chicos charlar y tirarse bromas pesadas entre ellos.

La guitarra descansa sobre mi regazo, y apoyo la libreta en una rodilla para seguir escribiendo la letra de una nueva canción que ronda en mi mente.

No tengo razones para quererlo, pero no puedo evitarlo cuando me miras
Y es que se siente tan bien, que podría mentir solo por ti
Hazme sentir, hazme volar
Haz que ruegue, solo esta noche, hazme rogar
Porque soy un mentiroso…


A mi lado, mi hermano menor Levi repite la letra, murmurando en voz baja. Levanto la cabeza bruscamente y enarco una ceja.

—¿Te gusta? —pregunto.

—¿Es nueva? —asiento. Él sonríe, me doy cuenta de la ausencia de uno de sus dientes con la acción —. Está bien para mí.

—¿Qué escribes, Powell? —Hallen se levanta detrás de la batería y me arrebata la libreta —. Oh, canciones de amor. Oye, Allen, ven a ver esto.

Maxim y Tom se mueven hasta su lado. Ruedo los ojos al techo. Su silencio comienza a impacientarme. Puede que llevemos poco menos de dos años tocando juntos, y todavía me avergüenza un poco que lean lo que compongo.

—No es una canción de amor —replico, bufando. Una pequeña fracción de mi mente sabe que estoy mintiendo, quiero decir, la mayoría de nuestras canciones son sobre el amor. Tal vez, todas las canciones son sobre el amor; sobre cómo te quema, te consume, te destruye… y al final, es la única cosa que te mantiene vivo. El amor es todo y nada.

—Bueno, me importa una mierda si es sobre unos monos comiendo bananas en la Atlántida, si me guías, te seguiré —Hallen me lanza la libreta de nuevo, tarareando en voz alta mientras vuelve a colocarse detrás de su batería.

—¿Ensayamos de nuevo? —pregunta Maxim, agarrando su guitarra del sofá del sótano.

Aquí es donde ensayamos desde que comenzamos, en el sótano de la casa de Maxim. Es espacioso y el sueño de todo chico. No tengo idea de cómo construyeron este lugar en una sala con dos sofás de cuero negro, el plasma, la mesa de billar y la pequeña tarima donde ponemos nuestros instrumentos, pero lo que tengo claro es que los Allen son unos genios.

Asintiendo, revuelvo el cabello del niño sentado a mi lado y me preparo para tomar lugar entre Maxim y Tom. Es este momento, en el que dejo que mis dedos rasguen las cuerdas de la guitarra y acerco mi boca al micrófono, que me convierto en otra persona. El conteo de Hallen empieza a mi espalda, le sigue la guitarra de Maxim, y Tom y su bajo resuenan en lo bajo. Lamo mis labios y me enfoco en sentir el ritmo en mi cuerpo. Canto la primera canción con todo lo que tengo, luego la segunda, la tercera, la cuarta… y no quiero parar.

Desde que la música empezó a hacer parte de mí, me preocupaba algún día seguir el camino de algunos de mis ídolos. Perderme. Hacer de mi pasión mi enemiga. Afortunadamente, es todo lo contrario. Cuando canto, santo Dios, no puedo pensar en nada más, solo puedo sentir. Hay algo un tipo de paz en dejarme llevar por el ritmo que no puedo encontrar en ningún otro lugar… excepto…

Tres canciones para Ash ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora