6. Beautiful Disaster

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0:50 “No sé qué es lo que busca, pero es tan hermoso, un desastre tan hermoso”—Kelly Clarkson.

ASHLEY

Nunca me he tomado el tiempo de pensar realmente en lo extraña que es mi familia. Pero ahora que estoy sentada compartiendo la mesa con mi padre, mi padrastro, mi madre y mi abuelo, caigo en cuenta de lo incómodo que sería esto si mis padres no siguieran siendo amigos incluso después del divorcio.

Cuando se conocieron ambos eran apenas adolescentes, locos jóvenes enamorados de diecisiete años que se casaron en una capilla en las Vegas en un viaje de la escuela. Se fugaron juntos después de graduarse en la motocicleta de papá; recorriendo el país, viviendo en hoteles, antes de instalarse aquí. Y cuando tenía siete años, papá se dio cuenta que nos amaba demasiado, pero su sueño era seguir viajando por el mundo.

Mamá lo aceptó más fácil de lo que creía, dejándolo ir, y luego tres años más tarde estaba casándose con Harold. Recuerdo lo mucho que lloré ese día, porque no quería estar con un extraño compartiendo el que había sido mi hogar. Pero no había vuelta atrás, los adultos habían tomado sus decisiones y tuve que aferrarme a lo único que me quedaba: las memorias.

Mi padre entra en el comedor, llevando un bowl con ensalada y colocándolo sobre la mesa.

—Luce bien —dice mi madre. El abuelo es el primero en meter la mano dentro y servirse un poco.

Sirvo mi comida y los demás hacen lo mismo, recogiendo trozos de pan tostado, pastas y la famosa salsa de ajo de Harold. En Nashville, Aly y yo estamos acostumbradas a cocinar nuestra propia comida, entre más casera, mejor. Tal vez nos hace sentir un poco más en casa, aunque sus padres viven en Boston y la llaman todos los días, sé que los extraña muchísimo. Para mí es un poco más difícil, claro que extraño a mis padres de vez en cuando, pero la independencia es como una bocanada de aire fresco.

Al terminar la cena, todos estamos sentados en la sala viendo una película. Bueno, por todos me refiero a papá, mi abuelo y yo. Harold tuvo que atender algo de la empresa y mi madre estaba lavando los platos.
Estoy a punto de quedarme dormida en el hombro de mi padre, debido a sus caricias en mi pelo, cuando me habla.

—¿Angelito? —me llama, vacilante. Me ha dicho así desde que tengo memoria.

—¿Hmm? —abro un ojo para observarlo. Su cabello rubio es del mismo tono del mío pero esta aplastado a un lado por haberse recostado. Sin embargo, sonríe lleno de energía.

—Tengo algo para ti. Ya regreso.

Al cabo de un momento esta devuelta a mi lado, sosteniendo una vieja caja de zapatos pintada a mano. Es azul celeste, mi favorito. Me la tiende con emoción contenida y no hago más que tomarla y abrirla, bajo su mirada expectante y la de mi abuelo. El aire se estanca en mis pulmones. No puedo creer que lo haya recordado. Salto del sofá y lo abrazo tan fuerte como mis brazos me lo permiten.

—¡Oh Dios! ¡Gracias, gracias, gracias! —definitivamente mi padre es la persona que mejor me conoce en el mundo. Mi abuelo se acerca y menciona lo bonita que es la nueva cámara que tengo, exactamente la que le había mencionado una vez en Navidad.

Mamá es la única que nos observa con una expresión rara desde el umbral de la cocina. No puedo decir con seguridad que se lo que está pensando, pero puedo sentir que no es nada bueno. Dos horas más tarde, papa se ha ido al hotel en el que se quedara toda la semana y el resto de la familia se prepara para dormir. Estoy terminando de cepillarme los dientes cuando alguien toca la puerta del baño.

Tres canciones para Ash ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora