1. Abigail

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Hace exactamente tres meses que Abigail entró como voluntaria a un geriátrico que estaba a cinco cuadras de su casa. Hacía lo que las enfermeras le pedían: llevar algunos papeles a la administración, comprar medicamentos, abrirle la puerta a los familiares que iban a visitar a los viejitos de allí.

Estaba volviendo de la farmacia y se encontró con Valeria, otra voluntaria. La conoce desde su primer día en el geriátrico ya que fue ella quien más la ayudó: le explicó cómo era el lugar y qué tareas tenían que realizar los voluntarios. Pasaban mucho tiempo juntas y así es como a Abi le empezó a gustar. Se solía imaginar a sí misma invitándola a salir. Los días que se sentía alegre, fantaseaba que Valeria le respondía que sí con un gran entusiasmo. Los días en los que se encontraba triste o enojada pasaba lo contrario: Valeria le decía que no con un gran disgusto y se alejaba de Abi. Sentía lástima de sí misma y la cansaba.

—¿Abi?

Se dio cuenta que Valeria la había saludado y no le respondió porque se quedó pensando en ella. De nuevo.

Dijo un nervioso "hola", Valeria le sonrió y ambas entraron al geriátrico.

La mañana pasó e hicieron sus tareas. Cerca de las cinco de la tarde tuvieron que preparar la merienda que no era más que té o mate cocido para cada paciente. Abi observó que algunos estaban con visitas: hijos o nietos que los habían ido a ver. Otros estaban completamente solos y le daba una tremenda lástima. Sabía que algunos tenían demencia senil o Alzheimer; iban perdiendo el conocimiento y Abi pensó que aquello no era vida. Le rompió un poco el corazón.

Se quedó hablando con Valeria en un rincón del comedor. Pasar tiempo con ella siempre le daba nervios, aquellos que no podía explicar. Le resultaba cliché pensar en que tenía "mariposas en el estómago", pero no iba a mentir: así se sentía. Disfrutaba mucho su compañía y podía pasar horas escuchándola hablar sobre lo que hizo el fin de semana. De repente dejó de escucharla: se centró en su sonrisa y la forma en la que sus manos se movían. Era muy hermosa.

Vio que Valeria se movía hacia donde estaba una señora sentada. Tenía el pelo corto, blanco y ojos azules. Observó que la estaba llamando a ella también. Las invitó a sentarse con ella.

Abi la conocía porque habían intercambiado palabras un par de veces. Recordaba que se llamaba Carmen.

—Quiero comentarles algo —ambas se miraron porque no sabían qué esperar de la situación. Dejaron que la anciana continúe—. Ustedes dos me recuerdan a mi novia y a mí cuando éramos jóvenes, excepto que ella estaba casada con un hombre.

Se quedan sorprendidas porque, definitivamente, no esperaban que dijera eso. La cara de Abi se volvió roja. Le agradaba la idea de un noviazgo entre Valeria y ella, mentiría si dijera que no lo pensó antes.

—Nosotras no... —empezó a decir Abi. Estaba avergonzada.

—¿Cómo era su relación? —la cortó Valeria. Apoyó su mano contra el brazo de Abi, lo que hizo que su cara estuviera aún más colorada. Creyó que era la forma de Valeria para decirle que deje lo que sea que iba a decir.

Carmen empezó a contar su historia.

Cómo ellas se conocieronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora