Segunda parte - presente

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Rocío terminó de hacer lugar en el armario, corrió toda su ropa lo máximo que pudo. Oyó que la puerta se abrió y vio a Florencia entrar con su bolso. Al verla, no pudo evitar sentir una gran angustia dentro de ella porque ambas perdieron la beca. Rocío sintió que no tiene nada más por lo que pelear, nada más que ganar. Le resultaba raro sentir cierto vacío en sí misma. Lo peor de todo era la decepción: permitió que todo esto pasara y no creía que llegaría tan lejos.

—Te hice lugar en el armario —dijo Rocío—, para que puedas guardar tu ropa.

—Ah, cierto. Ahora tenés que ser buena conmigo —le respondió Florencia. Rocío puso los ojos en blanco.

—¿Por qué empezaste todo esto? —le preguntó mientras Florencia estaba acomodando su ropa—. ¿Por qué mandaste ese mail? Sos buena en todo lo que hacés —le costó decir eso debido a su orgullo—, no tenías necesidad de boicotearme. Así que no me digas que fue para ganar.

—En realidad, esa es la única respuesta —admitió—. Quería tanto ganar la beca...

—Sí, como si no me hubiera dado cuenta —dijo Rocío por lo bajo, pero Florencia la escuchó.

—O sea, era... todo lo que tenía —siguió—. No sé, sentía que era algo que verdaderamente me motivaba, ¿sabés? Algo que podía demostrar que valgo la pena, que puedo hacer cualquier cosa.

Rocío no le respondió ya que la entendía. Para ella la beca también había significado algo muy importante. Quería ganarla porque sentía que sería un gran logro personal, pero ¿también estaba tratando de probar algo? ¿Hacia quién?

—Además, no sabía que esto... que nuestra rivalidad iría tan lejos —admitió Florencia—. Pensé que todo empezaría y terminaría con ese mail. Sé que no es excusa, pero creí que tendrías que saberlo.

—Mirá, creo que lo mejor por ahora es... fingir que nos llevamos bien —observó que Florencia iba a decir algo más, pero siguió de todas formas—. Así cada una volvería con sus anteriores compañeras de cuarto.

***

Florencia nunca hubiera creído que, en los siguientes días, estaría muy tranquila junto con Rocío. Siempre intercambiaban comentarios, se reían juntas, se contaron algún que otro secreto; la presencia de una ya no incomodaba a la otra. Estaba segura de que era porque ya no tenían nada por lo que competir. Florencia pensó que podrían ser grandes amigas, aunque deseaba que fueran más que eso.

Adoraba mirar películas con Rocío, no sólo porque significaba que estaban compartiendo algo, sino también porque disfrutaba sentarse junto a ella. Casi todos los viernes lo hacían. Florencia se sentaba muy cerca ya que no tenían tanto lugar. Sus brazos siempre se tocaban y le daba cierto cosquilleo en el estómago escuchar reír a Rocío. Sin darse cuenta, Florencia jugaba con sus rubios rulos.

Un día miraron una película que hizo llorar a Rocío y la impresionó porque nunca la había visto así. Florencia, casi instintivamente, la abrazó, aunque temía que Rocío la rechazaría con disgusto, pero no lo hizo. Cuando la habían terminado de ver, Rocío se secó las lágrimas, miró a Florencia para sacarle un mechón de pelo que tenía en la cara y acarició su mejilla. Sentir el calor de su mano le generaba una gran electricidad por todo el cuerpo y darse cuenta que sus rostros estaban muy cerca la hacía sentirse más nerviosa. Sus bocas estaban separadas por unos pocos centímetros. Si Florencia quería, podía besarla en ese momento...

—Pudimos haber hecho esto antes —dijo Rocío—. Ya sabíamos que nos llevábamos bien.

Ese comentario llevó a recordarle a Florencia lo que había sucedido hace más de un mes entre ellas. Volvió a recordar esa sensación de sentirse abandonada por alguien, incluso usada y ¿para qué? Creyó que Rocío estaba jugando con sus sentimientos, que nunca le había interesado Florencia realmente. ¿De verdad Rocío estaba haciéndole ese comentario pretendiendo que nada había pasado? ¿Pretendiendo que no la fue dejando de lado? Sentía una fea presión en el pecho.

Cómo ellas se conocieronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora