Clementa y Ángela se empezaron a ver con más frecuencia. Cuando la gente las miraba, pretendían ser buenas amigas. Cuando estaban a solas, eran más que eso y no tenían que pretender ni demostrarle nada a nadie.
Eran conscientes de que debían calcular cada paso que daban, cada gesto, cada palabra. No podían arriesgarse a la humillación y castigo social que sería tener la etiqueta de "invertidas".
Ángela tenía una familia de alto rango, muy adinerada y reconocida en el barrio. Un mínimo accidente podría arruinar toda su reputación. A ella no le importaba mucho pues deseaba que sus padres dejaran de ser tan perfectos todo el tiempo. Ponían una presión sobre ella que implicaba ser una excelente esposa y madre.
Clementa, por su parte, no quería volver a arriesgar a su familia. Casi quedaban en la ruina y odiaría pensar que, si sucedía nuevamente, sería su culpa. Tenía que evitar aquello a toda costa.
Les resultaba encantador tenerse mutuamente. Sentían una gran adrenalina ante sus salidas clandestinas. Una era el sostén de la otra.
No podían evitar pensar que su relación y lo que hacían era ilícito. Les parecía injusto porque no eran monstruos.
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Cómo ellas se conocieron
General FictionMiranda, Juliana, Rocío, Abigail, Carmen, Celia... son sólo algunas de las mujeres que forman parte de este gran libro con quince relatos. Cómo ellas se conocieron abarca desde historia argentina, hasta el terror sobrenatural y la fantasía, aunque t...