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Faltaba una semana para que el mes de enero se termine y comience el de febrero. Nina, como era de esperarse, no estaba saliendo con nadie. Necesitaba conseguir a alguien con urgencia porque ¿a quién presentaría frente a sus amigas? En el grupo de WhatsApp todo el tiempo alardeaba que había conocido a alguien que las dejaría boquiabiertas, que era increíble y que las cosas marchaban más serias de lo que imaginaba.

No podía negar que le costaba abrir su corazón con las otras personas. Para Nina, descartarlos era sencillo. Siempre les encontraba un defecto que misteriosamente le molestaba de sobremanera. Iba saliendo de persona en persona, pero nunca le agradaban.

De todas formas, no quería darles el gusto a sus amigas de perder la apuesta.

Esa misma semana, asistió al taller de comunicación audiovisual que estaba cursando. Era su última clase. Se había anotado a fines de diciembre del 2017 para hacer algo durante el verano.

Allí vio a una de sus compañeras: Blanca. No le caía tan bien ya que los pocos trabajos prácticos que habían hecho juntas, se llevaron pésimo. Tenían muchas diferencias y perspectivas completamente distintas. Les costaba ponerse de acuerdo hasta con el más mínimo detalle. Trabajaban de manera diferente y, por lo tanto, les costaba coincidir. Ambas eran orgullosas y no querían dar el brazo a torcer.

De repente, a Nina se le ocurrió una idea que probablemente podría ser la peor que alguna vez tuvo. Pero no le importó. Se dirigió hacia donde Blanca estaba sentada para hablarle.

—Hola, Blanca —le dijo—. ¿Cómo estás?

—Hola... —Blanca la miró, extrañándose a lo que sucedía—. Estoy bien...

—Me alegro —respondió Nina—. Qué linda... mochila. Es nueva, ¿no?

—Es la misma que llevo desde que comenzó el taller. ¿Qué querés, Nina? Es obvio que viniste a pedirme algo.

—No te equivocas —dijo mientras se sentó en frente de Blanca—. Mirá, necesito que finjas ser mi novia.

—¡¿Qué?!

Nina le explicó todo sobre la apuesta.

La verdad era que Blanca era su mejor opción porque sus amigas no la conocían, no sabían la relación que tenían y, además, era la única chica que, en ese momento, le parecía hermosa. Podían llevarse mal, pero Nina no negaría que Blanca era atractiva, incluso más de lo que deseaba.

—¿Por qué haría eso? Ni siquiera sos mi tipo.

—Shhhh —la calló Nina—. Soy la encarnación de tu tipo.

Blanca puso los ojos en blanco.

—Ni siquiera nos llevamos bien, apenas podemos hablarnos.

—Mirá, si hacés esto por mi puedo... prestarte la casa que mis papás tienen en San Bernardo para que la uses por cuatro días.

—Diez días.

—Seís días.

—Ocho.

—Siete.

—Está bien —respondió Blanca.

***

—Tenemos que acordar cómo será nuestra relación en frente de las demás personas —sugirió Nina.

Habían salido de su última clase y estaban almorzando en una plaza que tenían allí cerca. Hacía demasiado calor.

—Si nos ven en público tendríamos que estar de la mano o abrazadas todo el tiempo.

—Hace mucho calor para el contacto humano, pero lo entiendo —respondió Blanca.

—También deberíamos publicar fotos nuestras en Instagram y comentarnos las publicaciones.

—¿Qué? ¿Querés que arruine mi feed?

—Te prometo que va a combinar con tu feed, amor.

Blanca se puso roja y Nina no supo si era porque estaba furiosa o porque se había ruborizado ante la palabra amor.

—¿Y qué pasa con las demostraciones de afecto? Por favor, no tenemos que ser esas parejas que parecen que tendrán sexo en cualquier momento.

—No, no —respondió Nina—. Supongo que algo moderado estará bien. Algún que otro beso, un abrazo, darse de las manos. No hay necesidad de que haya más.

—Perfecto. ¿Hasta cuándo... durará esto?

—Hasta que todos locrean.

Cómo ellas se conocieronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora