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El café estaba frio. Le había dado un sobro, quizá dos. Aún así, no se atrevía a levantar la mirada hacia él. Desmond estaba en la misma situación. Lo habían pensando ya durante bastante rato, y su mente terminaba hecha un lio de todas formas. Era, absurdo. 

Gemma los mirada intercaladamente comiendo ya su decima galleta polvorón, quizá la doceava. 

—¿Cuándo...—

—Cuando fui a verte, las vacaciones. 

—¿Pero, cómo...—

—No lo sé—negó emitiendo una débil sonrisa—. Quizá era su inocencia, esa sutil manera de querer siempre que estuviera cómodo, su extraña amabilidad, o cuando sonreía a pesar de que yo no fuera la persona mas empática del mundo. Creí que había perdido la capacidad de querer a alguien cuando mamá nos dejó y entonces, bueno, entonces solo lo conocí y, me enseñó a sonreír sabes—. Soltó una risita inestable encogiéndose de hombros—. No, no esas sonrisas que le enseño a todo el mundo, esas que uso para las cámaras. Sino, una de verdad, como cuando tienes un día de mierda y llegas a casa con la sorpresa de que tu madre te ha hecho la cena. Huele tan rico el asado del horno y le ayudas a servir la mesa. Cenan en familia y al final ella saca un postre del refrigerador. Un pay de manzana—. Gemma queda con la mano extendida a la mitad del camino de llevarse la quinceava galleta a la boca. Le ve incrédula y temblorosa. De pronto, el recuerdo igual le azota como una gran bofetada y tiene que toser ante el nudo que se le ha formado en la garganta. 

—Oh, hijo...—Des no se siente mejor, tomando con su mano la suya, apretándola con fuerza, haciendo lo mismo con Gemma. 

—No podía sabes...—y, de repente, la voz le tembló, los recuerdos le llegaron en masa en la mente como una gran estampida sin siquiera poder detenerlos, las lágrimas brotando de él sin parar—. Fue tan difícil para mi no verla más, no poder abrazarla de nuevo. No volver a oír su voz... no poder volver a degustar ese maldito pay... siempre se le quemaban las orillas—. La risa de padre e hija resonó en el ambiente, ligera y triste—. Me volví un cretino, un ser poco empático, arrogante, hijo de puta—. Vaciló una carcajada—. Louis, Louis me trajo a la vida de nuevo. Así que no voy a disculparme por haberme enamorado de él. Lo amo, simplemente lo amo. De cualquiera de las formas que se pueda amar, yo le amo. 

El nudo en su garganta seguía ahí, el café frio había sido olvidado a un lado. El empaque de galletas de polvorón estaba vacío. Las manos de Desmond eran cálidas. 

—Bueno—murmuró después de un par de eternos segundos, soltando un suspiro cansado y resignado—. Supongo que solo me queda decirte que, ya sabes lo que va a pasar si llegas a lastimarlo, ¿verdad?

—Si recuerdas que eres mi padre, ¿verdad?

—Claro, pero igual lo amo como si fuera mi hijo. Así que más te vale hacerlo el chico más feliz del mundo, por que Louis se merece todo en esta vida—una genuina sonrisa surcó sus labios. 

—Si... se lo merece todo. 






Los pasos pesados de Yaser retumbaron contral el marmol caoba de la sala de conferencias. 

Esa mañana había sido levantado con insistencia por una llamada de su abogado, quien le daba la noticia de que su hijo estaba haciendo los trámites para separar completamente sus bienes de la empresa. Es decir, le estaba abandonando. 

Azul. "Larry"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora