Capítulo XXIII: No te Veo Teniendo un Hijo.

862 49 5
                                    

*P.O.V. Adelina*

No entendía cómo es que Lara podía dormir, yo estaba casi que con una crisis nerviosa y ella estaba de lo más cómoda durmiendo, entendía que ella pudiera dormir pues era ella la que tenía que hablar conmigo pero no estaba de lo más tranquila de su "Tenemos que hablar" de ayer, a veces odiaba que Lara fuera así, tan espontánea o tan ella pero esa era la parte que más me gustaba de ella independiente de si me sacaba de quicio o no, durante el día la había visto llorar casi como si se hubiese muerto alguien, sabía que en momentos así la debía dejar tranquila y dejarla descansar, así que en lo que ella dormía yo me quede revisando cosas del trabajo, vi a Lara levantarse de la cama e ir al baño cuando se volvió a acostar se quitó la playera y se acomodó entre las mantas.

- Ven - Me dijo y yo me acosté al lado de ella, apoyé mi rostro en su hombro quedando tentadoramente cerca de uno de sus pechos.

Mi mano vagó por su torso desnudó mientras sentía como se le erizaba la piel, a media que me acercaba a su pecho con mi mano su respiración era cada vez más acelerada y cuando mi mano tuvo el más ligero roce con su pezón ella soltó un gemido, como me encantaba escucharla gemir, la vi levantarse de la cama, busco algo en los cajones de su escritorio y volvió a la cama con algo en la mano.

- Cierra los ojos - Me dijo con ese tono de CEO que muy pocas veces había escuchado en ella, yo solo le hice caso - Si los abres me voy a ver obligada a usar otros métodos ¿Quedo claro? - Me preguntó y yo asentí con la cabeza.

Su índice acarició mis labios y se deslizó por mi clavícula para hacerse un hueco en mi playera, jadeé por el roce, por la intensidad de aquel momento, por el muslo de Lara colándose entre mis piernas.

Antes de que me diera cuenta su boca ya me devoraba en un beso hambriento, con una brusquedad que me dejó inmóvil unos segundos hasta que fui capaz de corresponderla con la misma dureza. De pronto me apetecía mucho y la agresividad que Lara parecía desprender me resultaba más atractiva de lo que nunca hubiera imaginado.

Una de sus manos presionó mi pecho y oí cómo la otra rebuscaba el algo que había dejado en la cama, abrí los ojos para tratar de ver de qué se trataba, pero su mirada sería me interceptó, miraba mis pezones que, erguidos, se marcaban sobre la playera extremadamente delgada que estaba usando.

- Te dije que no mirarás - Dijo mientras tomaba algo y me lo ponía en el rostro, tapándome así los ojos.

Por el olor deduje que era la playera que ella se había quitado hace unos minutos, olía al perfume y desodorante que ella usaba, se encargó de amarrarme su playera en el rostro y cuando quedo conforme la sentí acercarse a mí y sentir su aliento en mi oído me hizo derretirme por dentro, de forma lenta y tortuosa se deshizo de mi ropa y me dejó únicamente el tanga mientras esperaba que me tocara de una vez, como si me hubiera leído la mente, coló su mano y la bajó por mi abdomen y acarició mi pubis por encima de la tela. Susurró algo que no entendí cuando descendió, probablemente al descubrir mi humedad y reprimí un gemido mientras deslizaba las yemas de sus dedos por mi sexo, sin dejar de notarla contra mí.

No tardé en descubrir la respuesta. Poco después jugaba con mis pezones, mordía y succionaba de tal modo que pensé que podría alcanzar el orgasmo, sin que tuviera que tocar de nuevo entre mis piernas, se alejó de mí un momento y esta vez fue algo suave y cilíndrico, ligeramente puntiagudo, lo que subió por mi vientre, que me hizo estremecer. Lara lo paseó por entre mis pechos y me arqueé por completo por lo sensible que seguía la zona, por si aquel contacto no fuera suficiente, enseguida lo acompañó un zumbido y el hormigueo se volvió más intenso cada vez, el cilindro comenzó a vibrar y estimuló uno de mis pezones al tiempo que ella arañaba el otro. En completo silencio, parecía como si el juguete nos amortiguara del mundo, como si fuera lo único externo entre ella y yo. Suspiré extasiada e hice una mueca cuando consideré que ya se había detenido lo suficiente en mi busto. Solté un gemido necesitado, que Lara pareció comprender enseguida. No dejaba de sorprenderme la forma en la que estaba pendiente de cualquiera de mis reacciones y sabía descifrarlas con una facilidad que me asustaba.

EncantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora