Capítulo XXVIII: Películas de Terror.

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Faltaban tres días para la boda y Ad estaba desesperada asegurándose de que todo saliera como ella quería, yo por otro lado intentaba no desesperarme tanto con eso, llevaba 6 meses de embarazo y creo que era suficiente con que a Ad le dieran esos ataques de nervios pues yo ya me ponía lo suficientemente nerviosa cuando debía ir al doctor a hacerme los chequeos, de todas formas yo ya había aprendido a no meterme entre una Gregson y los planes de una boda.

Así que ahí me encontraba yo, estaba sentada en el sofá mientras miraba un libro y me perdía entre las líneas de las páginas de este mientras que fingía escuchar a Ad, estaba enojada otra vez porque el florista no tenía las flores que ella quería y sus constantes comentarios degradantes respecto al florista no me dejaban leer.

— Zibá, ven — me dije cerrando el libro y haciéndole un gesto para que se sentara a mi lado — Relájate un rato, el florista tiene tres días más para que lleguen las flores que quieres — ella se sentó a mi lado y apoyo su cabeza en mis piernas.

Si algo odiaba del embarazo era que desde el tercer mes en adelante este era más evidente, se empezaba a notar y ya para los 6 meses era imposible de ocultar, lo cual para mi fue algo esencial en los primeros meses pues no quería que los contratistas me miraran raro solo por estar embarazada y 3 meses antes del parto tenia que dejar de trabajar por ley, cosa que yo aún no dejaba de hacer, tendría que hablar con Eve y recursos humanos y con la posible junta directiva, era lógico que mi desempeño en la empresa no era el mismo de antes pues ahora no podía darme el lujo de quedarme toda la noche trabajando y trasnochando en la oficina y si lo llegaba a hacer eso solo conseguiría enojar a Ad.

Ad apoyó su mano en mi vientre y la dejo ahí, por alguna razón le gustaba hacer eso, siempre que lo hacía lo hacía con delicadeza como si le diera miedo hacerme daño.

— Da patadas — dijo rompiendo el silencio.

— Es molesto cuando estoy intentando trabajar — le susurré y apoyé mi cabeza contra el respaldo del sofá.

— Sabes que... — la interrumpí, iba a hablar de que debía dejar de trabajar.

— Lo se, estaba pensando en ir luego de la boda — dije sin más.

— ¿No te agota ir a la oficina?

— Lo podría hacer el resto de mi vida — le dije con sinceridad, aún que lo único que me agotaba del trabajo era que debía usar zapatillas en la oficina.

— ¿Tienes tus votos? — cambio de tema como siempre sin avisar.

— ¿Por que la pregunta? No puedo leértelos por ahora — le comenté con ironía — pero si, los tengo ¿Tienes los tuyos? — quise saber y ella asintió con la cabeza.

— Voy a la cocina ¿Quieres que te traiga algo? — me preguntó mientras se levantaba del sillón.

— No, gracias amor.

Me quede en el sofá sin hacer nada, tomé el mando de la televisión y la prendí para comenzar a buscar algo que ver, al rato llego Ad con una cerveza en la mano y sentó al lado mío, yo no le di importancia pero no les voy a mentir si les digo que extrañaba ingerir alcohol, termine por poner un partido de fútbol americano.

— ¿Quieres? — me preguntó de pronto Ad y yo la mire.

— No — le dije sin más, ella siempre me ofrecía alcohol y lo hacía con la intención de fastidiarme — Dame tu mano — le pedí y ella no dudo en extendérmela, me levante la sudadera y puse la mano de Ad en el borde inferior del sujetador, era como el borde que últimamente me había comenzado a fastidiar.

— Te molesta — dijo más como observación que como pregunta.

— Siempre

Sentí la mano de Adelina moverse hasta mi espalda y me soltó el sujetador, comodidad realmente era la única palabra que podía describir lo que sentía en el momento, miré un momento a Ad y apoyé mi cabeza en su hombro, estábamos en mitad de semana y Ad había decidido tomarse la semana de vacaciones para poder dejar el trabajo de lado y concentrarse en lo que vendría siendo la boda, yo por otro lado había ido a la empresa para solucionar un par de cosas pero no más que eso, más que nada porque Ad insistía en que le ayudara en algunas cosas de la boda por no decir que me insistió hasta el cansancio que invitara a mis primos a la boda.

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