Capítulo 16

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Lisa y yo estábamos en la sala de espera de su psicólogo, realmente ese tío era un gilipollas, pero la obligaban a ir, y yo nunca la dejaría sola.

—Pequeña, mira, puedes terminar este crucigrama, solo queda por poner... Wasanghton. —Dije para hacerla reír un poco, y funcionó, mi pequeña soltó una pequeña carcajada, se sentó en mi regazo y me dio un beso en el cuello. —Qué dulce que es mi preciosa.

Lisa sonrió y sacó su móvil para hacernos fotos, la encantaba tenerme en su galería, pero a mi secretamente también me gustaba, por ello, cuando no me veía, cogía su móvil y me pasaba las fotos.

—Lisa, pasa. —Dijo el doctor imbécil, pero Lisa me señaló. —Claro, puede pasar tu... amigo.

—Soy su novio. —Contesté con el ceño fruncido mientras pasábamos a su consulta, nos sentamos frente a su sillón dados de la mano.

—Bueno, Lisa, según me han contado, has hablado, ¿no es así? —Preguntó con una sonrisa, Lisa asintió una vez mientras me señalaba.

—Solo habla conmigo cuando sabe que nadie la escucha. —Contesté sonriendo orgulloso, había conseguido más que un licenciado en psicología.

—Interesante. —Susurró el doctor mientras apuntaba algo en su libreta. —Debemos hacer que Lisa tenga la suficiente confianza en hablar con los demás para poder preparar el juicio. Dos horas después, mi pequeña y yo estábamos cenando en un restaurante, estaba pensando en lo que el doctor había dicho, Lisa debía hablar para poder celebrar el juicio, pero eso sería ponerla frente al hijo de puta que abusó de ella.

—Lobito, tranquilo. —Susurró Lisa en mi oído mientras me acariciaba suavemente el brazo intentando tranquilizarme, no me había dado cuenta que estaba temblando.

—Lo siento, es que estaba pensando unas cosas. —Respondí con una sonrisa, mi pequeña sonrió y siguió comiéndose la hamburguesa, parecía una niña cuando comía y provocaba ternura en mi lobo, ambos la amábamos y necesitábamos marcarla ya, pero debíamos tomarnos nuestro tiempo para que confiara en mí y tuviera confianza en sí misma y en su cuerpo, ya que, desde que el hijo de puta la violó, ella se siente mal consigo misma. Después de cenar fuimos a casa, pero Adam no estaba, y eso era extraño, ya que Adam era como una viejecita limpiando o cocinando todo el día.

—¿Dónde está Adam? —Preguntó mi pequeña con el ceño fruncido hasta que escuchamos un ruido en la planta de arriba, con cautela subí con mi pequeña detrás de mí, abrí la puerta del cuarto de Adam y lo que vi hizo que me quedara quieto y flipando.

—¿Qué cojones...?

CURA MIS HERIDAS |PAUL LAHOTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora