Capítulo 24

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Había pasado una semana desde que mi pequeña se había transformado en su loba, yo estaba que se me caía la puta baba con ella, todo era jodidamente perfecto, aunque mi lobo quisiera marcarla y hacerla suya cuanto antes, pero necesitaba saber que ella estaba bien consigo misma, y el jodido trauma que tenía del secuestro la había marcado, pero aunque intentara hacérselo más fácil, al día siguiente iríamos al juzgado, donde ella estaría frente al hombre que abusó de ella y mató a su madre después de haberlas secuestrado durante un mes. También se celebraría al mismo tiempo el juicio contra su jodido abuelo, y no quería que esos tipos la volvieran a tener tan cerca, pero no podía hacer nada para evitarlo, y eso que lo había intentado.

—Lobito, ¿estás bien? —Preguntó Lisa mientras acariciaba mi brazo, no me había dado cuenta de que estaba temblando dentro del vestidor, donde me estaba cambiando para irme a la cama.

—Si, es que estaba pensando en mis mierdas, ya sabes. —Dije con una sonrisa y la besé dulcemente, mi pequeña no parecía muy segura, pero no insistió, ella ya estaba bastante nerviosa.

—Lobito, ¿qué pasa si mañana no puedo hablar? —Preguntó con el ceño fruncido mientras se escondía entre mis brazos, era tan pequeñita que podía hacerlo fácilmente.

—Te alzo en brazos y te saco de ahí. —Dije mientras veía a mi pequeña lobita mirarme con esos ojazos que tiene llenos de diversión.

—¿Estaréis todos? —Preguntó por enésima vez, hoy había preguntado eso varias veces y a varias personas, las manadas estarían ahí, incluso los Cullen, algunos hasta para testificar, como el doctor colmillos, que fue quien la encontró, o Sam, quien retuvo al imbécil ese hasta que llegó la policía.

—Si, no te vamos a dejar sola, y si pudiera estar contigo en el estrado, lo estaría, pero no queremos que el juez me odie, ¿verdad? —Pregunté con una ceja levantada, si ese juez tenía sentido común, me echaría del juicio nada más empezar, no iba a ser un público fácil.

—Paul, no hagas que te echen. —Susurró mi pequeña contra mi pecho, cuando usaba mi nombre era porque me estaba regañando, tan adorable la pequeñaja. Nos fuimos a la cama y rápidamente mi pequeña se tumbó pegada a mi lado cual gatito, bueno, cual lobita, siempre hacía eso para buscar calor, pese a que ya tuviera la misma temperatura que yo, pero las costumbres... Son difíciles de cambiar.

Al día siguiente, mi pequeña estaba despierta cuando abrí los ojos, estaba mirando el techo con el ceño fruncido, la notaba tensa, debía ser duro para ella hacer esto de la mierda del juicio, pero ni mi lobo ni yo podíamos hacer nada por evitarla esto.

—Buenos días, pequeña. —Susurré contra su mejilla tras haberla dado un beso, Lisa me miró y sonrió dulcemente, se acercó más a mí, si eso era posible, y besó mi pecho justo a la altura de mi corazón.

—Buenos días, lobito. —Susurró de vuelta y suspiró. —Paul, ¿y si no vamos?

—Tenemos que ir, venga, mueve ese culito tan precioso que tienes. —Gruñí de forma amenazadora, pero ella se rio y salió de la cama hacia el aseo, pude escuchar como encendía la ducha y tarareaba mientras se duchaba, y sonaba tan dulce que creo que mi lobo quería entrar ahí y hacerla suya de la manera más animal posible, y yo también. Diez minutos más tarde, mi pequeña salió solo con una toalla alrededor de su cuerpo y totalmente sonrojada, mi lobo y yo ya estábamos haciendo planes para comernos a nuestra imprimada.

—Se me ha olvidado la toalla. —Tartamudeó, y eso no ayudó a mi lobo a que se calmará, ¿por qué no la mordemos ya? Se preguntó mi lobo, yo nos recordé que Lisa necesitaba tiempo.

—No pasa nada, cariño, mejor para mí. —La contesté mientras la guiñaba un ojo, Lisa entró rápidamente al vestidor, y escuché como se ponía un vestido, salió y pude ver que era un vestido que la quedaba genial, y más cuando se acercó y me pidió que subiera la cremallera, y no llevaba sujetador, por lo que su espalda estaba ahí sin nada en medio, así que, mientras subía la cremallera, iba acariciando su espalda con mi dedo produciendo en ella un estremecimiento, así notaría mínimamente como me siento yo yendo con una erección veinticuatro horas del día en su presencia. —Listo, preciosa como siempre.

—Gracias, lobito, ya he preparado tu traje en el vestidor. —Dijo mientras se sentaba en la cama y miraba los mensajes de su móvil. ¡Mierda! Odiaba el puto traje, daba calor, pero Sam me prohibió ir en vaqueros y camiseta... El día de hoy iba a ser una puta mierda. Me duché y vestí en menos de cinco minutos, por suerte, mi corbata tenía el nudo hecho desde el entierro de Harry Clearwater, así que no había problema.

Una vez que estuve listo, cogí los zapatos de mi pequeña y se los puse, la di la mano y bajamos las escaleras, donde Adam nos estaba esperando con un traje azul, he de admitir que no le quedaba mal.

—¿Listos? Nos están esperando para desayunar. —Dijo con la voz impaciente, tanto por el juicio como por ver a Leah, y por suerte, hoy conduciría él su coche, su jodido BMW Coupé, era una preciosidad, y si, también me había enamorado del coche.

Nos reunimos en casa de los Cullen, cuando llegamos, todos estaban ahí, vestidos de traje y esas mierdas, y es que, los Cullen, aparte de ir con nosotros, Edward sería el abogado de mi pequeña, por ello debía intentar llamarlo Edward y no chupasangre lector de mentes.

—Vaya, gracias Paul. —Dijo el chup... Edward con una sonrisa, yo ni le miré y seguí comiendo. Tras veinte minutos desayunando, nos subimos en diferentes coches para ir al juzgado de Forks, mi pequeña me iba agarrando con fuerza la mano, la notaba nerviosa, y era normal, si no salían bien las cosas... Tanto el hijo de puta abusador como su jodido abuelo saldrían libres.

CURA MIS HERIDAS |PAUL LAHOTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora