13-Quizás vuelvas a ser tú mismo
**Byakuya**
Observo en relativa calma como la lluvia resbala por el cristal de mi ventana el cual acaricio siguiendo el camino de los regueros de gotas con las yemas de mis dedos. Otro fin de semana largo y tedioso encerrado en esta cárcel de oro. Sin posibilidad de huir a ningún sitio. Sin esperanzas de vivir con la paz que siempre he deseado y jamás he tenido y me temo que nunca tendré...
Abro los ojos algo más cuando mi habitación queda iluminada por un rayo cercano y me separo para ir hacia mi mesilla, sacando una caja con candado que abro con una llave oculta en el doble fondo del cajón. No puedo evitar suspirar con tristeza al ver las fotografías antiguas y arrugadas que aún conservo de mi hijo Haruka. Era tan pequeño...
Maldigo entre dientes cerrando los ojos e intento serenarme. El pasado no se puede cambiar. Jamás recuperaré todos estos años perdidos con él, nunca me verá como su padre, pero, aun así, no pienso permitir que nadie se aproveche de él como lo está haciendo ese grotesco hombre. Si tan solo pudiera hacerle desaparecer...
Un breve recuerdo de verme manchado de sangre hasta las pestañas hace que mi corazón se estremezca. Inspiro un par de veces para borrar esa escena de mi mente y suspiro. Ya han pasado casi dieciocho años ¿es que no he madurado nada? por los dioses, que ya tengo treinta y cinco años...he aprendido la lección...
De repente escucho el llanto de Hitsugaya y todo mi cuerpo se estremece. Intento ignorarle al principio, pero al ver que su lamento no cesa, sino que empieza a llorar con más fuerza, gruño y salgo al oscuro pasillo tragando saliva a medida que me acerco a la habitación del pequeño. Dentro me encuentro la cuna sin nadie cuidando del bebé y me acerco para asomarme y ver lo rojo que tiene el rostro de tanto llorar. Me quedo mirándole breves segundos hasta que se atraganta con su propia mucosidad del llanto y tengo que sacarle de la cuna cargándole en mis brazos.
-Ya, ya...shh, estoy aquí...- veo como el pequeño parece calmarse al oír mi susurrante voz y me mira con sus redondos ojos azules oscuros transmitiéndome una cálida y ajena sensación de ternura. Agacho mi cabeza hacia él y rozo mi frente con la suya un par de veces, con leves movimientos ascendentes y descendentes, murmurando guturalmente mientras el pequeño gimotea ya en apenas un susurro. Mantengo los ojos cerrados mientras le acaricio de ese modo hasta que yergo la cabeza y veo como su carita se pega a mi pecho, restregándose y abriendo la boca haciéndome jadear. Inmediatamente tengo un flashback en el que me veo a cuatro patas en el suelo, totalmente desnudo, con mi otro hijo aun siendo un bebé y abriendo la boquita con desesperación mientras yo tenía que hacerle eso...delante de todos....
Una repentina bocanada me sube a la garganta haciendo que tenga que vomitar a un lado en el suelo apartando al pequeño para no mancharle justo en el momento en el que entra una criada y pega tal grito que Kariya no tarda en venir hecho una furia.
- ¿Pero ¿qué? ... ¿qué demonios haces aquí? – la criada me quita al bebé de las manos mientras siento que aún me tambaleo algo mareado y Kariya tira de mi brazo para sacarme de la habitación llevándome a la mía a base de empujones. Gruño cuando me choco contra la puerta y voy hacia él para atacarle, pero es más rápido que yo y me da tal puñetazo en el estómago que caigo de rodillas tosiendo aún los restos del vómito.
-Qué asco me das...te ves tan patético en estos momentos, querido...- alzo la cabeza mirándole furioso cuando dice eso y él resopla con molestia.
-Espero que sepas comportarte en la fiesta de mi ascenso a la alcaldía. Debes estar radiante ¿me oyes? Saldremos en las noticias y en todos los periódicos-
-No pienso ir...no me moveré de aquí...-
-Vamos, vamos... ¿acaso no quieres lucirte ante todos? Estarán deseando verte. Todos te comen con la mirada en cuanto haces acto de presencia, Byakuya. - le niego con la cabeza mientras me incorporo e intento mantenerme erguido y altivo lo máximo que puedo.
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"Doncel contra Corcel"
FanfictionTodos ansiamos la felicidad. Hombres, mujeres, donceles...sí, también existimos nosotros, los bichos raros de la sociedad, los que pueden obrar milagros para todos los homosexuales que desean hijos, por ello buscamos a hombres decentes, corceles que...